Gerardo López Laguna

Dios en Sarajevo


Скачать книгу

ni de nadie. Que hombres temerosos caminen sin sentir ni siquiera sensiblemente miedo, en medio de una alta probabilidad de muerte o mutilación —así varios de los que conocí—, es otra gracia del Señor. Que gentes con graves contradicciones internas sin resolver, tengan la resolución de arriesgarse para ayudar a otros o para acercarse a sus sufrimientos, y, además, sean capacitados para consolarlos, es asimismo otra de las muestras de la presencia de Dios en medio de los hombres. Esta es la cuestión, tal como reza el título de este escrito: Dios en Sarajevo, Dios que en Jesucristo sufre con los hombres y por los hombres, Dios en medio de devastaciones desbordantes en las que no se encuentra salida. Dios, que suscita la pregunta trascendente y aún anima a la resolución de los problemas en el tiempo, problemas del hombre y, por eso, con aura de eternidad...

      La narración no pretende rebuscar aspectos positivos para contrastarlos con los relatos desesperantes, es decir, no pretende quitar hierro al asunto intentando mitigar el sufrimiento que expresan esos relatos. Esto sería algo artificioso que no se corresponde con la realidad del dolor y la injusticia, con el desamor que supone una guerra. Es sólo que precisamente esos ataques seculares a la integridad del hombre han puesto de manifiesto la necesidad de lo Alto, y la realidad de que muchos han mirado a lo Alto. Allí sí hubo preguntas trascendentes, y muchas personas rezaron, y en muchos, atrapados por determinadas lógicas del mundo, se visibilizaron emergencias de amor que contradecían sus propias visiones. Y aunque no hubiera habido nada de esto, a otros les correspondería descubrirlo y darlo a conocer.

      Esta historia está centrada en una serie de iniciativas de paz —en definitiva fallidas— que brotaron del corazón de algunas personas, fueron acogidas por otros corazones y se concretaron en varias acciones: una gran marcha realizada en Diciembre de 1992, en que 500 hombres y mujeres de varios países entraron en paz en la ciudad sitiada, y otra mayor de más de mil personas que en el verano de 1993 no llegó a su objetivo —Sarajevo—, pues quedó retenida en Mostar. Sin embargo esta segunda iniciativa propició el que algunos miembros de la organización, entre los que me encontraba, pudiesen establecer una base permanente en Sarajevo con la primera intención de organizar la acogida de esa marcha, establecer contactos con diferentes personas e instituciones de la ciudad, distribuir ayuda de emergencia, y, sobre todo, compartir con los hermanos sitiados los efectos de la guerra. Cuando el proyecto de la entrada masiva de pacificadores fracasó, la base siguió con su labor en Sarajevo, originando algunas de las historias que aquí se van a narrar y pudiendo ser testigos de primera mano de lo que es vivir en una ciudad atacada y asediada.

      La primera parte de este libro es una narración que muestra, con algunas reflexiones, cómo transcurrió esa marcha por la paz de Diciembre de 1992. Pocos días, muy intensos emocionalmente hablando. Es en el resto del libro, dedicado a las varias estancias en Sarajevo durante el año 1993, donde me puedo expresar de modo más personal, en cuanto a vivencias interiores y exteriores y en cuanto a relaciones personales. Porque así lo viví y así lo consigné en ese diario al que antes aludía.

      Una guerra, cualquier guerra, y ésta concretamente en la que el elemento étnico, histórico, religioso y de interés estratégico respecto a los ricos de nuestro mundo figuraban como elementos constitutivos del conflicto, puede —y debe— dar lugar a profundas reflexiones sobre la condición del hombre, de los pueblos y sus identidades, sobre la inmoralidad del pragmatismo político, sobre el propio concepto de la guerra ofensiva o defensiva... Pero, aquí y ahora, no es éste nuestro propósito, sino situarnos en un nivel más hondo y más alto a partir de las actitudes, ideas y sentimientos concretos de algunas personas que vivieron el drama. Esta visión, la de los hombres singulares, personales —eternamente singularizados por Dios—, conduce a esas otras reflexiones en la medida en que tales problemas que atraviesan la historia de la humanidad son protagonizados por hombres concretos y afectan a hombres concretos. Reducir la tragedia de la mortandad de una guerra, por ejemplo, a tal o cual cifra, no es real: esa cifra revela a uno y a otro y a otro, con todo lo que esto significa para quien contempla a cada hombre convocado a la existencia como un fin en sí mismo. Y ese hombre puede ser un niño que se llama Almir o un militar genocida llamado Madlic... ambos amados de Dios, ambos llamados a recibir la gracia de la santidad. ¿Equiparaciones injustas? No; sólo que sabemos que Él no desespera de ningún hombre y que los confinamientos que nosotros creamos pueden volar —suave o abruptamente— al calor de la gracia de Dios.

      Vamos pues a iniciar estos relatos desde este espíritu y estas convicciones. No pueden servir para situarnos en el pasado a modo de recuerdo inoperante. Primero, porque en cristiano —y cristiano es este libro— el pasado se puede redimir; segundo, porque la intención es ayudar a fortalecer una serie de convicciones enamoradas capaces de síes tremendos y de poderoso noes a lo que daña a cualquier hermano; y tercero, en consonancia con esas convicciones, porque la realidad de las guerras y de las causas últimas que las hacen posibles están muy presentes en nuestro mundo y lo estarán hasta el fin de los tiempos. Para que la caridad batalle sin descanso.

      Respecto a la forma de este escrito conviene hacer alguna advertencia. Hay algunos nombres propios o toponímicos que seguramente estarán mal escritos. Aquí van a aparecer tal como los recuerdo o como los transcribí en su momento. La razón es obvia: aquel idioma (bosniaco, serbo-croata, serbio, croata, según cada cual) me es desconocido. Y no tuve tiempo de aprenderlo. Sólo algunas frases o palabras, tales como dobar dan (buenos días), hvala (gracias), kako sté (cómo está usted), dobro (bien), mir (paz), organizatsia mira (organización pacifista), rat (guerra), spanjolski (español), dovidjeña (hasta pronto), nema problema (no hay problema), aerodrom (aeropuerto), molim (por favor), pismo (carta de correos), kava (café), pivo (cerveza), most (puente), uliça (calle), Gospodin (Señor)... y algunas otras por el estilo. La comunicación respecto a los miembros de la organización, cuyo nombre era el de una de las bienaventuranzas (Beati i costruttori di pace), lo era en italiano y en inglés. La mayoría eran italianos, aunque también había algunos norteamericanos y un muchacho muy joven de Praga. Los colaboradores bosnios hablaban, algunos, italiano, otros inglés, y varios otros necesitaban a éstos como interpretes para comunicar con nosotros. Me costó actualizar mi precario inglés, aprender como pude el italiano... realmente no había tiempo ninguno para una tarea tan difícil para mí como hubiera sido el siquiera comenzar a aprender en serio aquel idioma eslavo.

      Otra advertencia se refiere a los nombres propios de algunas personas que figuran en el escrito: en unos casos aparecerá su nombre tal cual, pero en otros, por varias razones, sólo alguna inicial. Las razones son varias y no conviene siquiera aclararlas.

      De las personas con las que viví aquella historia, al día de hoy no sé nada. Después de mi última salida de Sarajevo, en Diciembre de 1993, algún contacto epistolar en los meses siguientes, alguna llamada telefónica, y luego cada cual ha seguido sus caminos, espero que densos y profundos. Lo que de bueno en verdad hubiera, tiene peso de eternidad; los errores y los posibles males mutuos están en el seno de Aquel que perdona siempre. Si Él quiere es posible que nuestras vidas se crucen alguna otra vez mientras caminamos en el tiempo. No lo sé. Pero sí sé que Él quiere que todas nuestras vidas se crucen de una manera definitiva, nueva e impensable, cuando atravesemos el velo que oscurece nuestra verdadera vida y que sin embargo nos indica el camino hacia ella. También sé de uno que sí está presente en la vida de todos nosotros, tengamos mucha, poca o ninguna conciencia de ello: ese hombre bueno, creyente y testigo del Amor de Dios que fue entre nosotros Moreno. Aunque, otra vez en cristiano, ese «fue» creo que sobra. Porque vive. Cuando en el año 2001 publiqué mi primer libro (Más allá de la guerra. El sueño de Isaías), escribí esta dedicatoria: «A Gabriele Moreno Locatelli, pacifista cristiano y mi amigo, muerto de dos disparos en Sarajevo el 3 de Octubre de 1993». Ahora, pienso, no es cuestión de dedicatoria, sino de intercesión... Porque muchos hombres llamados al Amor se siguen matando entre sí, y Dios, que está presente en sus vidas, sigue obstinadamente llamando a las puertas de sus corazones.

      Que Él dé a todos su paz. Salud.

      I. La marcha de los quinientos

      Comenzó la guerra en Bosnia en 1992. En lo que ahora conocemos como «antigua Yugoslavia» ya se habían producido choques armados en 1991, en Eslovenia por ejemplo, aunque se manifestaron relativamente leves si los comparamos con lo que ocurrió después. En