maneras de hacer economía” en las que se expresan lógicas de operación y racionalidades diferentes a las planteadas por la racionalidad del “hombre económico”; en suma, lógicas propias de lo que la economía formal define como un sector informal. En un rastreo preliminar sobre el origen del concepto de economía solidaria, hay autores fundamentales que cimientan su conceptualización2 desde análisis que conciben una sociedad equitativa y equilibrada entre lo social y lo económico, sin descuidar las realidades territoriales, la protección del medio ambiente y la naturalidad de las culturas. Estos postulados presentan puntos de encuentro como los siguientes:
El capitalismo ha utilizado la mano de obra solo como un factor económico, un recurso más.
La centralización del capital genera abismos en la distribución de la riqueza; por ende, se amplía la brecha de estratos o “categorías” sociales.
La categorización de los pilares de una economía diferente se basa en las prácticas de cooperación y solidaridad. La organización es concebida desde la asociatividad, la participación activa y la representatividad de los asociados, así como desde postulados sobre el consumo, el comercio justo y otros elementos.
En esta vertiente de pensamiento endógeno se pueden mencionar dos corrientes: la ético-moral, que tiene como principales autores a Luis Razeto y Pablo Guerra; y la de la economía solidaria, con autores destacados como José Luis Coraggio, Alfred Max-Neef y Peter Singer.
Corriente ético-moral
Esta corriente se caracteriza por integrar los términos economía y ética, algo que la economía clásica y neoclásica no propone. Sin lugar a dudas, está altamente influida por las ideas de la Iglesia católica, tanto desde un enfoque reformista como desde la posición radical que transmite la teología de la liberación. Una muestra se encuentra en las encíclicas que los papas han emitido para resaltar la importancia de la solidaridad como un valor para la búsqueda de un mundo más equitativo y justo, que supere los desequilibrios generados por la reproducción ampliada del capital.
En el primer enfoque de este pensamiento religioso se encuentran dos de los autores más reconocidos en nuestro territorio: Razeto y Guerra. Ahora bien, han sido instituciones de la Iglesia católica las que han impulsado la difusión de su pensamiento y apoyado algunas de sus investigaciones relacionadas en el continente. En el segundo enfoque de pensamiento se ubican autores que se sustentan en la teología de la liberación y que coinciden con una crítica radical al tipo de desarrollo que ha generado la propuesta del capital. Son autores reconocidos Hinkelammert, de Alemania, y Marcos Arruda, de Brasil.
El interés por la economía solidaria surge en América Latina debido a que las prácticas socioeconómicas que responden a su cultura abordan diferentes dinámicas en relación con la economía tradicional. Los estudios realizados en Chile por el profesor Luis Razeto alrededor de las organizaciones populares —alineados con su teoría económica de la solidaridad— revelaron cómo la sostenibilidad de las experiencias analizadas se basaba fundamentalmente en la solidaridad y la cooperación. Su propuesta concluye que se necesita incluir la solidaridad en cada uno de los procesos del ciclo económico: las evidencias empíricas estudiadas muestran que esta acción es fundamental para diferenciarse de la economía tradicional y de otras formas de economía, porque su racionalidad se enfoca en la potencialización del individuo, mas no en la utilización de este, como sucede en la economía tradicional. En palabras de Razeto (2009):
Que la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y acumulación. Ello implica producir con solidaridad, distribuir con solidaridad, consumir con solidaridad acumular y desarrollar con solidaridad. Y que se introduzca y comparezca también en la teoría económica, superando una ausencia muy notoria en una disciplina en la cual el concepto de solidaridad pareciera no encajar apropiadamente. (p. 14)
Forni y Roldán (2004) consideran que Razeto en esta propuesta recoge “su visión alternativa al liberalismo económico”. Y agregan que ello “se afirma en un enfoque comprensivo de los nuevos fenómenos sociales y procesos organizativos que surgen en el marco de la modernización capitalista excluyente de Chile, y expresaría la emergencia de un nuevo actor social que se define como economía popular” (p. 22).
Uno de los principales aportes de Razeto (1989) es la creación del concepto del Factor C, un nuevo factor económico en la organización empresarial adicional a los cinco factores tradicionales de la economía convencional. Propone que las empresas solidarias se organicen alrededor de dos factores: el trabajo y el Factor C, en lugar del capital; y que ambos son los que definen la remuneración de los otros cuatro:
El Factor “C” es la fuerza creadora, organizativa y eficiente de la voluntad y la conciencia colectiva, comunitaria y asociativa. […] Se requiere que la solidaridad sea tanta que […] llegue a transformar desde dentro y estructuralmente la economía, generando nuevos y verdaderos equilibrios. (pp. 94-95)
Según Arango (2005), los principales aportes de la teoría comprensiva de la economía solidaria se pueden sintetizar así:
En la integración de los conceptos de economía y solidaridad; en una nueva visión de la economía; en una reformulación de las leyes y principios de la economía capitalista; en una lectura e interpretación de los procesos económicos que descubre una nueva racionalidad económica, y en la interpretación de interacción diferente del concepto de empresa y de los factores de producción. (p. 16)
Otro elemento importante en el planteamiento de Razeto (1989) tiene que ver con la idea de que la economía solidaria debe impulsar una propuesta de acción encaminada a lograr el entendimiento sobre el mercado, donde las relaciones en su interior estén orientadas por la solidaridad y la cooperación. Así, se puede considerar como una manera de enfrentar al mercado capitalista, entendido como otra forma de economía que interactúa en un mundo globalizado.
Para superar el positivismo económico imperante hoy, Guerra (2002) propone desarrollar un instrumento analítico que permita reconocer las prácticas y los hechos económicos presentes en la realidad de un territorio concreto como América Latina y sobre los cuales puede plantearse la idea de un mercado determinado. Retoma así la idea de Razeto respecto a que el mercado es un constructo social, y no un orden natural. Por eso denomina su tratado como Socioeconomía de la solidaridad: una teoría para dar cuenta de las experiencias sociales y económicas alternativas, que se fundamenta en la búsqueda que otros autores desde mediados del siglo XX iniciaron para explicar y analizar los comportamientos y acciones de los sujetos que no se expresaban en términos de las categorías de la economía neoclásica. Así, recoge los planteamientos de una disciplina que reúne a prestigiosos economistas y sociólogos como Boulding, Hirschman, Galbraith, Sen, Simon, Bordieu y Etzioni, y que ha sido impulsada en Estados Unidos y Europa: la socioeconomía.
La teoría socioeconómica de la solidaridad contiene inicialmente dos niveles de desafíos: el teórico y el práctico. El primero se refiere a la “crítica de la racionalidad neoclásica” y a la “elaboración de categorías de análisis solidarias para una mejor comprensión de procesos económicos”. Asimismo, “destaca y rescata las prácticas socioeconómicas solidarias con peso significativo en los actuales mercados determinados” (Guerra, 2002, p. 33).
El autor asume “la construcción teórica tanto de los asuntos morales y culturales, como de los asuntos estructurales” (pp. 33-34), y apunta a la construcción de un tercer sector: el solidario, con el ánimo de superar las críticas de los marxistas y los neoclásicos, ya sea por considerarlas funcionales al capital o por su “escasa incidencia en los procesos económicos”. Por otro lado, elabora un marco teórico fundamentado en la solidaridad y otros valores morales y éticos para explicar “numerosos comportamientos socioeconómicos” que originan “numerosas prácticas alternativas” a las hegemónicas, que inciden en mercados determinados y que están presentes principalmente en el sector solidario de la economía, diferenciándose de las que se dan en el sector privado o el sector estatal. Son, por tanto, alternativas concretas al capitalismo (Dávila, 2014).
Adicionalmente, tiene en cuenta al mercado, pues