Beatrice Garzelli

La traducción audiovisual español-italiano


Скачать книгу

– la blasfemia, la palabrota y la imprecación.

      La blasfemia, entendida como ofensa a Dios, es percibida, tanto por los hablantes de español como por los de italiano, como una expresión pesada y vulgar, raramente escrita, muy poco escuchada en la televisión o en el cine. No obstante se consideren expresiones formalmente injuriosas, en muchos casos la intención del hablante no es la de realizar una ofensa religiosa,37 a no ser que se añada algún otro rasgo más claro en el contexto comunicativo.

      Para evitar incurrir en ellas, han nacido expresiones alternativas que inician de modo similar y terminan de otra manera, indicando un arrepentimiento rápido del orador tras un comienzo espontáneo (español: “Ost…ras”, “Me cago en di…ez”; italiano: “Porca Mado…sca”).

      ←49 | 50→

      La palabrota tiene en cambio el significado de insulto dirigido a una persona, refiriéndose tanto a sus cualidades físicas, mentales o morales, como a su orientación sexual o a sus orígenes familiares y raciales. Puede incluso aludir a la condición socio-económica del destinatario, así como a creencias y opiniones (sea políticas como deportivas). De todas formas su empleo frecuente ha disminuido su carga violenta y contundente. Hay que agregar, a este propósito, que en algunos contextos es propio del lenguaje soez utilizar los insultos, incluso los más graves, con sentido totalmente opuesto, es decir por cuestiones de amistad, alabanza o familiaridad.38

      La imprecación es la palabrota usada solo para manifestar el propio descontento o enojo, o también empleada como forma de muletilla con la finalidad de expresar irritación, sorpresa, contento o dolor, sin ofender verdaderamente a nadie. Es así como en determinados contextos sociales, a pesar de que los tacos se consideren inadecuados, es frecuente que sean muy usados y casi aceptados, especialmente bajo forma de interjecciones que denotan desprecio o enfado. Un ejemplo es el término alemán Scheisse!, vaciado de su valor semántico original y empleado para manifestar rabia, como el francés merde!, el italiano cazzo! o las formas españolas ¡mierda! y ¡joder! Todas palabras privadas de cualquier referencia sexual o escatológica y explotadas solo como muletilla o imprecación.39

      ←50 | 51→

      Hablando por tanto de lenguaje soez y de su uso en las diferentes sociedades, nos parece apropiado el estudio de Dario Fo, que demuestra que

      attraverso il lessico impiegato da una comunità si possono individuare la cultura, le doti positive e negative, l’origine di un certo comportamento o carattere. Semplificando, si potrebbe sentenziare: “dimmi le parolacce che usi e ti dirò chi sei, da dove vieni, da quale popolo sei stato educato o negativamente condizionato” (2010: 11).

      De esta afirmación se desprende cómo el habla soez constituya parte integrante del llamado léxico de base de cada hablante y, según los hábitos y la historia de cada sociedad, habrá un uso más o menos colorido de este lenguaje, de acuerdo con las costumbres y las raíces propias de cada nación, región, incluso ciudad o pueblo. Considerando estas variantes, se producen algunas diferencias en la selección de los vocablos con acepción vulgar. No obstante la cercanía entre español e italiano, tales discrepancias aparecen manifiestas a partir de la explotación de simples palabras pertenecientes al ámbito del turpiloquio. Si en la versión española se emplea como muletilla de refuerzo el término “coño”– cuyo origen proviene del latín cunia, con el que se designaba tanto al sexo femenino como a una persona tonta – el correspondiente italiano resulta “cazzo”, que no se refiere al ámbito sexual femenino, sino al masculino. Como señala Fo (2010: 15–25), el empleo, en la lengua italiana, de un lema relacionado con el sexo masculino probablemente se debe al hecho de que, sobre todo en el norte y centro de Italia, las divinidades veneradas antes de la llegada de los Romanos eran en especial de sexo femenino, por consiguiente no se consideraba respetuoso aludir a la esfera sexual femenina a través de insultos o imprecaciones. Incluso este solo ejemplo nos indica los pequeños obstáculos que se pueden encontrar en el paso de una lengua y cultura a otra, y particularmente en la traducción audiovisual, a causa de los códigos implicados y de los vínculos espacio-temporales de los que no se podrá prescindir.

      Como en el caso de la transposición de los coloquialismos, también con respecto al habla soez resulta muy provechoso el estudio de las ←51 | 52→diferentes versiones en ámbito audiovisual. Es necesario destacar, a este propósito, que la traducción del lenguaje soez en campo multimedial no parece aún estudiada de manera exhaustiva. Por otro lado los recursos a disposición del traductor, especialmente los diccionarios, ofrecen a menudo soluciones reducidas para traducir insultos o imprecaciones. Como remarca Fontcuberta i Gel (2001: 301), los vocabularios “suelen dar traducciones neutras que casi nunca coinciden con la intención de quien los profiere [insultos, tacos y exclamaciones] o con la situación en que se producen”. Analizando su experiencia como traductor del inglés para algunas cadenas televisivas, Castro Roig (1997: 422) llega a reconocer, sin filtros, que

      debemos traicionar intencionadamente al texto cuando nos encontramos expresiones vulgares y malsonantes, mucho más variadas en nuestra lengua que en inglés y que, sin embargo, se ven una vez y otra mutiladas por la falta de imaginación de algunos traductores (jodido, jódete, bastardo, etc.). El habla vulgar y la germanía también es muy fértil en castellano y no se le saca todo el partido por miedo a hacer una adaptación demasiado libre del texto original.

      Podemos destacar que en estos últimos años algo está cambiando, pero con inmensa lentitud, puesto que la rapidez en la entrega de las traducciones requeridas por las producciones cinematográficas y televisivas, como las bajas tarifas asignadas a los traductores audiovisuales, no ayudan a mejorar la calidad de las películas traducidas.

      Una de las problemáticas principales se debe al hecho de que justo en el proceso traductor del habla soez – expresada de forma muy realista en filmes y cortos – se realiza a trechos la pérdida de la carga semántica, pero sobre todo emotiva,40 propia del original. Todo esto considerando, por un lado, el intento general de uniformar y nivelar el texto de llegada para crear un diálogo más target-oriented,41 decretando la pérdida inevitable de algunos matices, y por otro lado, la necesidad de algunos países de censurar formas o contenidos en el paso de un ←52 | 53→sistema cultural a otro.42 Sin olvidar, naturalmente, las estrictas reglas de la traducción para el doblaje y la subtitulación. En relación a esta última cabe mencionar la costumbre difundida de mitigar imprecaciones y ofensas en la versión escrita del subtítulo interlingüístico, a causa del temor de ofender demasiado al público de llegada, portador de otra cultura, y con determinadas “taboo words” (Apte 1994).

      Lo que debería contar mayormente es el trabajo en tandem del traductor y del adaptador para que el metatexto se adecue perfectamente al hablante permitiendo a cada intérprete expresarse según el papel asignado en la obra fílmica original. Por consiguiente si el actor en la pantalla se mostrara enojado e irritado, el espectador aceptaría la idea de que pudiera emplear en su discurso insultos o imprecaciones siendo tal lenguaje perfectamente acorde con el carácter del personaje y el contexto en el cual actúa.

      Si por un lado, en algunos casos, se tiende a renunciar a buscar un equivalente dentro del sistema lingüístico de llegada, omitiendo el componente vulgar en el diálogo y penalizando la conformación del prototexto (Paolinelli, Di Fortunato 2005: 19), por el otro, especialmente en estos últimos veinte años, las expresiones “politicamente scorrette sono gradite e sono considerate assolutamente funzionali ai fini della creazione di un metatesto multimediale efficace” (Diadori 2012: