Beatrice Garzelli

La traducción audiovisual español-italiano


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diacrónica nos permite destacar la evolución de los modelos y sistemas lingüísticos del pasado y del presente (en nuestro caso partiendo de un original en español y llegando a la traducción al ←40 | 41→italiano). En los actores, además, se percibirá una pronunciación más estándar – en este libro de tipo peninsular o latinoamericano – hasta llegar a formas dialectales (variación diatópica). En filmes y cortometrajes será posible, asimismo, individuar rasgos de la variación diafásica en relación a los diversos grados de formalidad y cortesía presentes en los diálogos, elementos determinados por el contexto y por los papeles que juegan intérpretes e interlocutores (variación diastrática).

      Es útil recordar que el lenguaje fílmico pertenece de pleno derecho a la llamada “comunicación transmitida”, que conlleva una serie de canales y que genera una especie de “oralidad prefabricada” (Chaume Varela 2001; Calvo Rigual, Spinolo 2016) puesto que, no obstante el texto audiovisual esté basado en un guion escrito, este contiene evidentes marcas de oralidad, características del lenguaje coloquial. Podemos por tanto individuar, además de un léxico a menudo informal, el uso de muletillas, repeticiones, interjecciones, frases incompletas (García de Toro 2004; Alanís Uresti 2015), hasta llegar a errores gramaticales. Por consiguiente cuando vemos una película percibimos los diálogos como si fueran realmente espontáneos. La construcción dialógica del texto fílmico nos parece veraz y genuina: no tenemos dudas a propósito de la conversación de los intérpretes, aunque sepamos que se trata de una representación ejecutada por actores que siguen un texto escrito por guionistas y directores. Aun resultando preelaborados por estos profesionales, los diálogos originales – y por otra parte los doblados – aparecen como reales, imitan el registro coloquial, porque mantienen sus mismos rasgos (García de Toro 2004: 117–118). En consecuencia, no obstante el habla de las películas difiera del lenguaje espontáneo, y el diálogo fílmico oral constituya un lenguaje adaptado (Perego 2005) y “prefabricado” (Chaume Varela 2001: 78) para parecer auténtico (Taylor 1999: 263), en realidad se trata de un ámbito lingüístico extremadamente vasto y rico, en continua evolución, que merece ser estudiado incluso desde una óptica traductora.

      El campo de referencia es la llamada “segunda oralidad”,24 un tipo de oralidad que – según Walter Ong (1987) – se apoya en la escritura: es ←41 | 42→el caso de películas y cortometrajes pertenecientes al campo cinematográfico, televisivo o a la red. Cabe agregar que con los nuevos medios de comunicación surge una tipología especial de oralidad (Gómez Mompart 2011): si por ejemplo es un discurso oral el que oímos en la televisión, lo es únicamente por su modo de expresión, no por su organización. Se trata, en efecto, de un discurso oral pre-escrito. Es así como en la era de la tecnología digital escritura y oralidad resultan más permeables: una de las ocurrencias más emblemáticas es la de los mensajes de texto que, no obstante resulten escritos, se elaboran de modo parecido al oral.

      Haciendo un salto hacia atrás, otra cuestión que merece la pena recordar en nuestra investigación es la constante evolución de la oralidad y por ende su carácter efímero: las sociedades primarias tenían un sistema de repetición y de patrones que conservaban el saber. Estas fórmulas, dichos, cuentos y canciones – imprescindibles para transmitir el conocimiento y su expresión en los diferentes idiomas del mundo – constituyen, a partir de 2005, el llamado “patrimonio oral e inmaterial de la humanidad” según la Unesco. Como se anota en el sitio oficial de la organización,25

      el ámbito “tradiciones y expresiones orales” abarca una inmensa variedad de formas habladas, como proverbios, adivinanzas, cuentos, canciones infantiles, leyendas, mitos, cantos y poemas épicos, sortilegios, plegarias, salmodias, canciones, representaciones dramáticas, etc.

      Las tradiciones y expresiones orales – recuerda aún la Unesco – sirven para transmitir conocimientos, valores culturales y sociales, así como una memoria colectiva: son por ende indispensables para mantener vivas las culturas. Se añade además que

      actualmente se pueden grabar por medios audiovisuales elementos expresivos únicos en su género, como la entonación, y un número de variantes estilísticas mucho mayor, así como los intercambios entre los recitadores y el público y los ←42 | 43→elementos no verbales del relato, por ejemplo los gestos y la mímica. Los medios de comunicación de masas y las tecnologías de la información pueden servir para conservar, e incluso fortalecer, las tradiciones y expresiones orales mediante la difusión de las interpretaciones grabadas entre sus comunidades de origen y entre audiencias más amplias.26

      El cine es, sin lugar a dudas, un medio que puede contribuir a la conservación de este patrimonio vivo y colorido – pero al mismo tiempo frágil – como por otra parte las versiones dobladas y subtituladas en idiomas diferentes del prototexto.

      Llegando al núcleo de nuestro estudio, junto al humor, sus formas de tratamiento y su difícil transposición a otra lengua y cultura, nos parece útil analizar en nuestro corpus las formas coloquiales, por una parte, y el habla soez, por otra, con sus respectivas versiones traducidas.

      El lenguaje coloquial suele emplearse principalmente en el habla: privilegiando la fluidez y la espontaneidad, los enunciados “se arman de acuerdo a las necesidades comunicativas, más allá de un orden lógico” (Pérez Porto, Gardey 2018). Además es posible que tales enunciados aparezcan incompletos, que contengan palabras o locuciones que se cortan o se repiten, y que estén caracterizados por reelaboraciones en medio de la comunicación.

      Si bien – como hemos demostrado – los diálogos fílmicos nacen escritos para ser hablados y no obstante en la escritura exista siempre un grado mayor de formalidad (Briz 2009: 21), los textos audiovisuales cuentan con numerosos rasgos orales como abreviaciones, repeticiones, muletillas, faltas ortográficas, sin que se apliquen, por consiguiente, las reglas gramaticales y discursivas de un texto escrito. A pesar de ser la conversación el lugar privilegiado donde utilizar rasgos coloquiales, en los últimos años ha crecido exponencialmente la creación de formas de comunicación escritas, pero que se caracterizan por un evidente desarrollo de la comunicación coloquial: nos referimos por ejemplo al chat o, en menor medida, al correo electrónico.

      Por coloquialismos entendemos palabras o expresiones que pertenecen a formas familiares o cotidianas y que suelen marcar una ←43 | 44→“conversación informal y distendida”.27 Se utilizan en un medio informal y de confianza, pero se diferencian de los vulgarismos ya que los primeros están completamente aceptados por la sociedad y, los segundos, menos. Con respecto al proceso traductor habrá que remarcar la dificultad de transposición a otra lengua – aunque cercana – de coloquialismos a menudo coloridos, cuya traducción conlleva muchas pérdidas, debidas, no solo a los vínculos espacio-temporales de doblaje y subtitulación, sino a una más general “tendenza alla normalizzazione che comporta l’uso di espressioni meno gergali o colorite rispetto alla versione sonora con forti appiattimenti sullo standard” (Diadori 2012: 226).

      Para entrar en detalles, entre los fenómenos que a menudo se reconocen como característicos de los coloquialismos encontramos en primer lugar la elipsis, es decir la “omisión intencionada del discurso para suscitar determinados efectos”28 en el receptor. Cabe destacar que se pueden encontrar omisiones empleadas correctamente, como las que se realizan para evitar