Amy Blankenship

Hastío De Sangre


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lo dices así, lo entiendo... Pero aun así apesta.

      —No es nada. Aún hay un montón de cosas que no sabes sobre los cambiaformas, pero aprendes rápido. Seguro que muy pronto vas a ser capaz de entender nuestras leyes sin pensarlo. — Micah lo palmeó en el hombro.

      —Genial —refunfuñó Tasuki—, más leyes para aprender.

      Titus subió a la camioneta y entró en la jaula, pero cuando se inclinó para tomarla en brazos, sintió su olor y maldijo. La última vez que había estado cerca de una cambiaformas en celo había recibido una trompada de lleno en el rostro de parte de un Dios del Sol celoso. Y él aprendía rápido.

      —Eh, Micah, ¿aún tienes ese enmascarador de olores?

      Atrapó en el aire el pequeño aerosol que venía hacia él. Se tomó unos minutos para usar todo lo que quedaba en el envase y se lo guardó en el bolsillo. La alzó con suavidad y salió de la jaula.

      Tasuki no pudo evitar admirar lo hermosa que era como lobo cuando Titus la trajo a la luz del edificio. Su pelaje era de un negro sólido y, como ella lo había mirado por breves instantes a través de los barrotes del depósito, sabía que sus ojos eran de un hermoso dorados con manchas de azul y verde.

      —Me pregunto cuántos años tiene —caviló Tasuki con calma, tratando de no despertarla aunque habían dicho que el tranquilizante le haría dormir durante un tiempo más.

      —Boris cree que tiene unos veinte años, por el tamaño de sus pies —respondió Micah con una mueca—. Pero parece que la pasó muy mal en el cautiverio.

      Titus la llevó a una celda vacía y la colocó sobre la cama con suavidad. Mientras escuchaba la conversación entre Micah y Tasuki, la miró con más atención.

      Había aceptado en silencio su tratamiento a cargo de Lucca. Su pelaje, si bien oscuro y hermoso, estaba sucio y apelmazado en algunos lugares, lo cual indicaba que ella se había negado a cambiar a su forma humana durante bastante tiempo. Las almohadillas de sus pies estaban arañadas y ásperas, y también podían observarse algunas quemaduras producidas por la picana.

      Él sabía por qué se había negado a transformarse y admiraba su testarudez. Si la capturaban en su forma humana... ahí es cuando la habrían violado. Había usado la única arma que tenía contra ellos: el hecho de que una mujer lobo no puede quedar preñada en su forma animal. Eso no solo demostraba su fortaleza, sino también su inteligencia.

      Refrenando su temperamento, Titus salió de la celda y aseguró la puerta detrás de él. Cuando despertara, todavía estaría furiosa, pero al menos esta celda era muchísimo mejor que la jaula en la que la tenían.

      —¿No deberíamos empezar a interrogar al guardia que tenemos para ver si sabe dónde tienen otras rehenes? —preguntó Tasuki mientras se dirigía a la sala de observación.

      Titus estaba por responder cuando uno de los oficiales que se había perdido la redada se escabulló por la entrada y empezó a ir hacia las celdas.

      —¿Dónde demonios estás yendo, Phillip? —Titus le llamó la atención.

      El oficial, uno de los hombres lobo jóvenes del escuadrón, se congeló y sonrió sumisamente.

      —Me perdí la redada y quería ver si ya había cambiado a su forma humana.

      —¿Ves lo que te decía? — Micah codeó a Tasuki.

      Tasuki puso mala cara y se cruzó de brazos.

      —Desafortunadamente.

      El motivo de la aparición del oficial disparó señales de alerta en la cabeza de Tasuki e hizo que su ira volviera con plena fuerza. Si la mujer lobo cambiara a su forma humana, no le quedaría nada de privacidad porque estaría desnuda. Era evidente que la advertencia de Micah sobre los instintos de los lobos era verdad.

      —Es un ser vivo como tú, no una maldita diversión para tus ojos —gruñó Tasuki antes de irrumpir en la sala de observación.

      —El chico tiene agallas. Se lo reconozco —murmuró Micah.

      Titus miró a Phillip arqueando las cejas.

      —Creo que tienes nuestra respuesta. Hasta orden en contrario, todos deben mantenerse alejados de este departamento, ¿quedó claro? De hecho, ¿por qué no haces guardia en la puerta y te aseguras de que nadie tenga la misma idea que tuviste tú?

      —¿Y qué les digo? —Phillip era tan estúpido como para preguntar eso; luego, dio varios pasos rápidos hacia atrás cuando Titus empezó a acercarse.

      —Les dices que dije yo que el primer idiota que asome su cabeza por esa puerta va a salir disparado —explotó Titus. Fulminó con la mirada a Phillip, que prácticamente tropezó con sus propios pies mientras se apresuraba a salir.

      —¿Alguien te dijo que eres un alfa magnífico? —Micah rio y palmeó a Titus en la espalda.

      —Tal vez deberíamos ir a trabar todas las malditas puertas y ventanas por si alguno se quiere hacer el valiente. No quiero que se aprovechen mientras estamos con el idiota encadenado en la otra habitación —agregó Titus sacudiendo la cabeza.

      —Tal vez deberíamos hablar sobre turnarnos para que haya alguien siempre aquí para cuidarla —propuso Micah—. Pero ahora creo que Tasuki podría desatarse con nuestro hombre si no vamos enseguida.

      Titus arqueó una ceja.

      —Buen punto.

      En la sala de observación, Tasuki aferró el respaldo de la silla y fulminó con la mirada al hombre lobo del otro lado del espejo. Cerró los ojos, incapaz de impedir que volviera a atormentarlo el maldito recuerdo. Era la última vez que había soñado con ella... pero esa había sido la última vez que había dormido.

      Esa vez había habido una jaula que pendía en el centro de una enorme caverna y Kyoko estaba atrapada entre sus barrotes. Pero en el sueño se sentía como si se la hubiera arrebatado un monstruo. Él daba vueltas alrededor de la jaula buscando el cerrojo que la liberaría del monstruo que la había encerrado, pero solo veía enormes barrotes de hierro. Había prometido salvarla, pero ¿cómo podía hacerlo si ni siquiera había una maldita puerta?

      Miró hacia arriba y sus ojos se encontraron con los de Kyoko justo cuando unas manos salieron de la oscuridad y lo arrastraron hacia la muerte. Recordaba haber muerto.

      Tasuki abrió los ojos mientras el recuerdo se desvanecía. No importaba cuántas veces tuviera ese sueño, siempre terminaba igual: él moría y Kyoko seguía atrapada en la maldita jaula. Se pasó la mano por el flequillo tratando de calmarse. No importaba cuán real parecía el recuerdo de los sueños, estaban solo en su cabeza y tenía que mantenerlos ahí.

      Mirando al secuestrador en la otra habitación, decidió descargar su ira contra los monstruos reales que tenían el fetiche de encerrar a chicas en jaulas. ¿Por qué no? No tenía nada que hacer.

      Micah siguió a Titus a la sala de observación y encontró a Tasuki apoyado contra una silla mirando con furia al guardia detenido del otro lado del espejo. Si las miradas pudieran matar, entonces ese hombre sería una mancha grasosa en la silla.

      —¿Podemos hacer que pase corriente eléctrica por la silla para ponerlo a bailar? —preguntó Tasuki... mitad en broma.

      —Tentador, pero no —respondió Titus—. Pero que Phillip haya venido para lo que vino genera una preocupación genuina.

      Tasuki asintió.

      —Tienes que dejarle algo de ropa cerca por si se despierta y decide cambiar. —Miró a los cambiaformas cuando ninguno de los dos se movió. —Tal vez la oficial que participó de la redada tiene una muda de ropa en su casillero. ¿Quieren que vaya a buscarla y le pregunto?

      —No, va a estar muy sobrecargada haciendo que las otras chicas vayan a una revisación médica —le informó Micah frotándose el mentón, cuando se le ocurrió