Amy Blankenship

Hastío De Sangre


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lo cual la atrapó efectivamente contra la superficie de madera. Se inclinó hacia adelante y la estudió sin decir una palabra, pero para ella esa mirada decía mucho.

      Alicia sintió que se estaba poniendo nerviosa y trató de ocultarlo sonriendo.

      —Me alegra que hayas vuelto.

      —¿De verdad? —preguntó Damon, incapaz de evitar que asomara su lado oscuro—. Si hubiera vuelto unos minutos más tarde, ¿aún estarías aquí esperándome?

      Alicia no pudo resistir el instinto de autopreservación y alzó su mano para tocar el collar que ya no estaba alrededor de su cuello. De pronto, recordó que se lo había dado a Nick, y un escalofrío la recorrió por dentro cuando notó que los oscuros ojos color amatista de Damon habían seguido su gesto nervioso y luego volvieron para fulminarla.

      En este punto, Alicia sabía que mentir podía hacerlo estallar y eso conllevaba el riesgo de muchas cosas... incluidos la repetición de una sesión de nalgadas. Sintiendo el calor del rubor que crecía en sus mejillas ante esa imagen, alzó el mentón desafiante y le dijo la verdad con calma.

      —No.

      Suspiró cuando Damon giró la perilla y la hizo retroceder hacia adentro de la habitación. Se asustó cuando él cerró la puerta de un golpe. La milésima de segundo que pudo ver la expresión de Michael antes de que su rostro desapareciera era, definitivamente, suficiente para preocuparla.

      —¿Adónde ibas? —preguntó Damon asegurándose de hablar en pasado.

      —Iba a ver a Micah, nada más —dijo Alicia en un intento por corregir el malentendido antes de terminar mirando el suelo sobre el regazo de Damon.

      —¿Pensabas que ibas a pasar la noche con Micah? —exigió Damon en voz baja.

      La confusión cruzó el rostro de Alicia antes de que bajara la mirada hacia el bolso abierto. Vio la ropa interior negra y el cepillo del cabello arriba de todo, a plena vista, y suspiró. Bien... en verdad podía ver el punto de vista de Damon, pero eso no iba a evitar que ella le dijera un par de cosas por sus pervertidos pensamientos.

      —Me necesita —Alicia quiso gruñir cuando él la cortó.

      —Me imagino. —Damon dio un paso y se acercó más, elevándose por sobre su pequeña figura. Lo que Micah necesitaba era un sacerdote para su funeral.

      —¿Sabes qué? —dijo Alicia con suavidad mientras levantaba los ojos hacia su rostro—. Eres... un idiota.

      —Si evitar que me dejes me hace un idiota, que así sea —replicó Damon.

      —No, eres un idiota por pensar que te estoy dejando —bramó Alicia dejando que su propia ira creciera ante el hecho de que él estaba sacando conclusiones infundadas—. Esta ropa... no es... para mí... Damon —dijo a través de los dientes apretados.

      —Ah, claro. Bueno, veamos lo bien que le quedan a Micah —amenazó Damon, ya imaginándose mientras estrangulaba a Micah con esas bragas de encaje negro.

      Alicia quería gritar su fastidio, pero se contuvo porque había cristal en la habitación. De hecho, estaba orgullosa de que Damon no lo hubiera hecha añicos ya. Se sobresaltó cuando se rajó el espejo del tocador… la ley de Murphy en todo su esplendor.

      —¡Maldición, Damon, deja de ser tan estúpido! —siseó Alicia acercándose aún más y tomándolo de la camisa para bajar su rostro hacia el de ella. Había aprendido a intimidar del mejor maestro: él—. Micah y su equipo hoy rescataron a una mujer lobo de unos tratantes de esclavas. Le estaba llevando esta ropa para que tuviera algo que usar cuando volviera a cambiar. Iba a ir a la estación de policía porque soy grande, Damon, e iba a estar perfectamente bien.

      —¿Así que eso crees? —Damon exigió saber si ella se había olvidado completamente de que la ciudad estaba llena de demonios.

      —Eso lo sé. Tú acabas de ayudar a tu hermano... Ahora es hora de que yo ayude al mío. ¿Y desde cuándo es ilegal que ayude a mi familia cuando me lo piden? —Alicia alzó una ceja desafiándolo a que le dijera que no.

      —Entonces, no tendrás problemas con que te acompañe, ¿no? —Damon gruño: no le gustaba la imagen de ella ahí de pie aferrando una maleta, como una pequeña fugitiva. .

      Alicia sonrió con superioridad.

      —Está bien, y cuando pruebe que tu primera teoría era errónea... Vas a tener que dejarme que te espose a la cama.

      —Esto no es una negociación —afirmó Damon cruzándose de brazos.

      —No, tienes razón. Es una apuesta. —Alicia devolvió el golpe con arrogancia—. Y si me sigues cuando salga por esa puerta, entonces, estás aceptando el trato. —Tras decir eso, elevó un poco más el mentón y esquivó a Damon para atravesar la puerta.

      Damon apretó los labios, y sus ojos fulminaron el espejo justo cuando aparecían algunas grietas más sobre la superficie. Calmó su ira, feliz de haber malinterpretado lo que ella estaba haciendo. Además, tenía que admitir que dejar que Alicia lo esposara a la cama era una propuesta más bien interesante,

      Michael no podía soportar los límites de cuatro paredes y se dirigió hacia la azotea apenas Alicia y Damon desaparecieron en el interior de su habitación, Hizo una mueca al ver la puerta que ya no cerraba bien. Sabía que tendrían que repararla pronto. La noche prometía ser fresca, y cerró los ojos con dicha mientras la brisa lo acariciaba.

      El sonido de la puerta principal abriéndose lo llevó a acercarse al borde para mirar hacia abajo. Observó que Damon y Alicia salían del edificio. Alicia casi galopaba a través del estacionamiento. Sintió que se le dibujaba una sonrisa cuando Damon tuvo que apresurarse para alcanzarla y tomarla de la mano.

      Puede que al principio no lo pensara, pero ahora podía admitirlo... Alicia era la chica perfecta para su hermano. Ella sabía manejar el carácter de Damon y conseguía lo que quería.

      Alzó una ceja cuando Damon la hizo girar para darle un beso. La pareja se tomó un momento para redescubrirse antes de que Damon lo mirara y alzara una ceja también. Michael ladeó la cabeza y se encogió de hombros, resistiendo la urgencia de llamarlos. Como presintiendo lo que Michael estaba pensando, Damon abrazó más fuerte a Alicia y la atrajo hacia las sombras.

      Michael sacudió la cabeza y se permitió que una mueca cruzara su rostro antes de voltearse con la idea de volver a entrar. Se detuvo en la mitad de un paso cuando sintió que la pasión de Tabatha y Kane subía en el interior del edificio.

      —Ya fue —musitó y dirigió su atención hacia los altos edificios alrededor del club renovado.

      Rotó los hombros y el cuello, sintiendo de pronto una sobrecarga de energía acumulada en su interior. Su pensamientos fueron hacia Aurora y la pasión urgente que habían compartido cuando su caminos se cruzaron. Ella era una fuerza de la naturaleza que lo endurecía con solo una mirada. Cerró los ojos, visualizando sus dientes hundidos en ella mientras se unían... alimentándola mientras él tomaba su sangre.

      El dulce gusto aún persistía en sus labios. Se los mojó con la lengua mientras lo sobrecogían las ansias de volver a saborearla. Quería... no, necesitaba adentrarse en ella mientras tomaba su sangre otra vez.

      Michael abrió los ojos. Reconocía la adicción cuando la veía. Sacudiendo la cabeza, decidió que lo que realmente necesitaba era gastar un poco de esa energía que lo recorría tras haber tomado la caída sangre de Aurora. ¿Se le iría esa fiebre algún día o estaba condenado a anhelar por siempre el subidón de la primera vez que la probó?

      Se alejó del borde de la azotea y deambuló por la ciudad en busca de algo... cualquier cosa que lo distrajera de la tentación. Había peleado para que Aurora lograra la libertad de Samuel, que tanto quería, y no iba a ocupar el lugar de Samuel como su amo.

      Recordó el modo en que tomaba de la mano al que ella llamaba su hermano...el hermoso Skye. Era una suave unión de