Katy Evans

Playboy


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los hombres.

      Cuando me pregunto si Ojos Plateados irá acompañado, dejo de divagar y me fijo en Livvy, que se aleja de su silla. Está peinada a la perfección y lista para que le pongan el velo.

      —Pareces un ángel —le digo ahora que la tengo cerca mientras le tomo la mano—. Callan se va a quedar sin habla en cuanto te vea.

      —Vas a hacer que me ponga roja —se queja mientras se abanica la cara.

      —¡Te va a hacer llorar! —exclama Rachel, y la abraza.

      —¡Cuidado con el pelo! —grita Alessandra.

      —Te va a encantar —le aseguro.

      Mientras colmamos de halagos a Liv, pienso en Callan y en lo mucho que la quiere. No le habrá resultado barato alquilar la peluquería de Alessandra, seguro, pero no lo ha hecho para impresionar a los demás. Quiere que sea un día memorable para Livvy.

      —¿Qué? ¿Estás contenta? —le pregunta Gina.

      —¡Estoy que no quepo en mí! —Mientras espera a que le hagan la manicura, enumera las cosas que ha pensado Callan para su futuro juntos—. Quiere que nos compremos una casa en el campo para huir de la ciudad de vez en cuando… Y no deja de repetir que quiere niños. —Guarda silencio y me mira con preocupación.

      Parpadeo al darme cuenta de que se contiene por mí. Porque sabe que yo siempre he querido… esto. En ocasiones, a una parte de mí le duele oír esas cosas porque me parece que están totalmente fuera de mi alcance. Pero, por otro lado, si no las oigo, me perderé lo más destacado de la vida de mis amigas, y no puedo permitirlo. ¿Qué clase de mejor amiga sería si no me quedase a verla partir hacia el horizonte al atardecer a lomos de su blanco corcel? Quiero saber cómo acaba la historia. Necesito verla emocionada, quizá eso me devuelva la fe.

      —Tú sigue —la animo con una sonrisa. Le agarro la mano y se la estrecho para que sepa que me alegro por ella y que no me perdería su gran día por nada del mundo.

      No miento. Aguantaré, aunque me vaya la vida en ello. Tendré champán a mano y, si se presenta Emmett, daré buena cuenta de mi copa.

      3. Convite

      Cinco horas después, estamos en la boda, nosotras y nuestros magníficos peinados. Me encuentro en un jardín de rosas con las demás damas de honor, mis hermanas de diferentes madres. Los arbustos son tan frondosos que solo alcanzamos a ver a los hombres fugazmente.

      Me pongo de puntillas para buscar a Ojos Plateados, pero no lo localizo, así que me obligo a echarme atrás. Total, la mayoría ya están casados.

      Callan está espectacular. Entre el cuello en pico, la pajarita y el esmoquin negro, parece preparadísimo para dar el gran salto; el valiente paso que muchos hombres no logran dar.

      El que Emmett evitó a toda costa.

      Callan no se parece en nada a Emmett.

      Se lo ve… entusiasmado. Creo que Callan quiso casarse con Livvy desde la primera vez que la vio. Ahora espera al amor de su vida, y sé que ella se muere de ganas de lanzarse a sus brazos.

      Liv está preparadísima para su gran día. Callan está guapísimo, pero Livvy está deslumbrante.

      Suena la música.

      Por un instante, me entra el pánico. Se me van a doblar las rodillas antes de llegar al arco cubierto de hiedra que conduce a los jardines en los que tendrá lugar la ceremonia.

      Antes de que ocurra, tengo a Cullen al lado. Lo siento con solo verlo. Enlaza su brazo con el mío y, de pronto, me envuelve su calor.

      No vino al ensayo de la semana pasada. No sabía que me llevaría él.

      En teoría iba a ir sola. De repente, agradezco que me acompañe alguien, pero no se lo diré.

      Me aferro más a su brazo cuando Cullen murmura:

      —Pensaba que Livvy y tú erais mejores amigas.

      —Y lo somos.

      Todavía con la vista al frente, alza una ceja.

      —¿Y nadie te ha dicho que es de mala educación que la dama de honor vaya más guapa que la novia?

      Me arde la piel. Me quema a fuego lento y de dentro a fuera. Estoy incómoda, pero necesito oír más. Me pregunto si Playboy tendrá otra jugada en su manual.

      Mientras seguimos a Gina y Tahoe al mismo ritmo, me roza el dorso de la mano con los dedos. Su contacto hace que me estremezca, pero me mantengo serena y tranquila.

      —Deja de cortejarme —susurro.

      —Eso fue anoche. Hoy empieza el juego. Te estoy seduciendo.

      —¿Aquí? —Hago una pausa y él me ayuda a reincorporarme a la marcha—. Para.

      —No puedo evitarlo.

      —No te va a funcionar.

      —Lo hará.

      Llegamos al final de nuestro paseo juntos.

      —Ya veremos. —Nos separamos.

      Cullen se pone al lado de Callan. Me giro de golpe para esperar a la novia; nuestro breve encuentro me ha dejado sin aire.

      Nuestras miradas se cruzan y se encuentran de nuevo. Como no pare seré un manojo de nervios húmedo para cuando declaren a Callan y Livvy marido y mujer.

      Observo a nuestras amigas dirigirse al altar para situarse junto a Callan y Livvy.

      Está todo el grupo.

      Eso es lo que me gusta de nosotras, que nos desvivimos por las demás.

      Miro a Cullen a los ojos, no sé por qué. Será que soy masoquista. A lo mejor lleva un amuleto en el bolsillo. Bajo la vista. Cuando me doy cuenta de lo que hago, miro arriba enseguida.

      Se le crispan los labios y maldigo mi existencia. Me estoy follando a un tío con la mirada en la boda de mi mejor amiga. Peor todavía: estoy pensando en acostarme con el hermano del novio.

      ¿Se puede caer más bajo?

      La multitud empieza a murmurar. Aparto la mirada de él.

      Rachel y Saint se hallan bajo el arco. Están tan impresionantes juntos que casi les roban el protagonismo a los novios cuando Rachel le da la mano a su niño de tres años, y su niña, a la que su padre lleva en brazos, señala a Saint y dice: «Papi».

      Les hacen fotos. Una famosa bloguera de estilo de vida garabatea unas notas y una periodista del Times hace una foto con su teléfono inteligente y envía un correo electrónico a toda prisa. La hija de Malcolm y Rachel, que todavía le da golpecitos a su papi, ha causado sensación.

      Se oyen unas débiles risitas. Cullen la observa divertido.

      Ahora sí que me ha conquistado.

      Mientras esperamos a la preciosa novia de Callan, una orquesta completa toca «Never Tear Us Apart». Qué bonito. Es absolutamente perfecto.

      Oír a Livvy y a Callan pronunciar sus votos me hace llorar. Él dice que quiere regalarle el mundo y que es lo más importante de su vida. Y, vete a saber por qué, sigo llorando cuando da comienzo la marcha nupcial.

      Lloro porque estoy feliz por ellos y triste por mí.

      Lloro porque hace solo unos meses me imaginaba que algún día estaría ante el altar con el hombre que me amaba; un hombre con los ojos, el pelo y la cara de Emmett. Y que él pronunciaría sus votos.

      No me creo que me esté pasando esto; que sea la única soltera de mis amigas. Que no solo ya no esté con Emmett, sino que no crea ni por un segundo que el sueño de casarme y de amar y ser amada «hasta que la muerte nos separe» se vaya a hacer realidad.

      Durante el banquete, me dirijo al baño para empolvarme la cara y me reprendo.