José Montero

Motoquero 2 - ¿Cómo salimos de esto?


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      Índice de contenido

       Motoquero 2. ¿Cómo salimos de esto?

       Portada

       En el capítulo anterior...

       Capítulo 1: Redimir los pecados

       Capítulo 2: Me hago desear

       Capítulo 3: Lo que vos querías

       Capítulo 4: Sabés que no estoy con nadie

       Capítulo 5: ¿Te la bancás?

       Capítulo 6: ¿Le vas al "cicatriz"?

       Capítulo 7: Cara de póker

       Capítulo 8: Punto final

       Capítulo 9: Flashback

       Capítulo 10: Todo tiene solución

       Capítulo 11: Decime algo lindo

       Capítulo 12: Carcomido por los celos

       Capítulo 13: Toxicología

       Capítulo 14: Nada personal

       Capítulo 15: Condiciones en danza

       Capítulo 16: ¿Tenés idea de lo que sufro?

       Capítulo 17: Asco y vergûenza

       Capítulo 18: Un animal desconfiado y hambriento

       Capítulo 19: Información inútil

       Capítulo 20: Cosas peores

       Capítulo 21: El pozo de la muerte

       Capítulo 22: Se excitó con la sangre

       Capítulo 23: "El cirujano" Costa

       Capítulo 24: Hay tantas cosas que no sabés

       Capítulo 25: El "negro cabeza"

       Capítulo 26: Noche terrible

       Capítulo 27: Noche terrible 2

       Capítulo 28: Por la fuerza

       Capítulo 29: La fuerza de un oso

       Capítulo 30: Hacerse una promesa

       Capítulo 31: Por el resto de sus días

       Capítulo 32: Romper cadenas

       Capítulo 33: Se me ha perdido un corazón

       Capítulo 34: Calmar a las bestias

       Capítulo 35: Todos los demonios del infierno

       Capítulo 36: La sangre brotó

       Capítulo 37: La plata, la chica y el revólver 2

       Epílogo

       Biografía

       Legales

       Sobre el trabajo editorial

       Contratapa

      EN EL ÚLTIMO CAPÍTULO...

      libro 1

      Valente cobraba caros sus servicios.

      Había dos opciones: o Tomás le pagaba un monto fijo por la gestión de contactarlo con “El caballero de la noche”, independientemente del resultado de la entrevista laboral (por así decirle), o le daba el 50 por ciento de su sueldo durante los primeros seis meses.

      Cualquiera de las posibilidades era un abuso. Sin embargo, a Toto le pareció peor la alternativa de abonar por el contacto no garantizado. Darle la mitad de sus ingresos, durante medio año, no le hacía ninguna gracia, pero al menos había una contraprestación. Solo le entregaba el dinero si obtenía el trabajo.

      Trató de negociar un porcentaje menor. Al menos un 40 por ciento. Imposible. Valente era un hueso duro de roer. Y además era insoportable, así que –con tal de dejar de escucharlo– Tomás le dijo que sí y cerraron el trato con un apretón de manos asqueroso. Más que transpirar, la mano de Valente chorreaba. Toto se secó la palma y los dedos en la pierna de su pantalón de jean y se prometió prenderlo fuego, aunque después cayó en la cuenta de que no estaba para tirar ropa.

      La