mereces ir por tu felicidad. No te calles, a los monstruos debemos decirles: ya no, basta.
Ti amu con todo mi corazón, gracias por ser parte de mi sueño. ¡Vamos por más!
Para ti, para que no olvides unos puntos importantes:
No te calles.
No temas decir «no».
Grita «ya basta».
Sé tu héroe.
Ve por tus sueños.
Sueña en grande.
Duele el daño físico, duele el daño psicológico y el emocional, pero te prometo que sonreír no duele. Encuentra tu felicidad y no dejes que el pasado te detenga.
No permitas que nadie reste tu valor, no olvides tu importancia.
¡Ánimo, valiente! Ganaste tu batalla.
Prólogo
26 de mayo de 2011
Ronald no es mi príncipe.
Ronald no es mi sueño.
Ronald es una bestia. Un monstruo que he visto formarse. Un monstruo que se ha estado alimentando de mis miedos y de mis sueños.
Él ha transformado todos mis sueños en oscuras pesadillas. Ronald es mi pesadilla, una que nunca deseé tener.
Tengo miedo de abrir los ojos y encontrarlo. Me aterra.
Mi esposo se ha vuelto mi peor temor; el hombre al que nunca pensé que dejaría de amar e iba a ser mi apoyo y mi más gran amor es el mismo que poco a poco se está llevando mi vida, mis sueños… Mis esperanzas.
Se está llevando todo de mí, dejando solo más vacío a medida que toma un poco más de mi ser.
—Cariño, por favor, abre los ojos.
Reconozco esa voz dulce y cálida, yo nunca deseé hacer llorar a mamá por mí; siento su mano tomar la mía.
»Por favor, deja que mami vea esos dulces ojos, Naomi. —Y quisiera tanto hacerlo por ella.
Intento abrir mis ojos, pero todo duele. Me da miedo que se vaya y me deje sola con Ronald; debo abrirlos, no importa cuánto duela, duele más la idea de permanecer sola con él.
Yo no quiero más maltratos. Yo no merezco esto.
Yo merezco más que esto.
No quiero más dolor.
No quiero más miedos.
No quiero más golpes ni batallas verbales.
Quiero tranquilidad.
Quiero ser feliz.
Quiero ser respetada y amada de una manera que no me deje al borde de la muerte.
No quiero un monstruo fingiendo ser mi príncipe.
Intento una vez más abrir mis ojos y me toma un par de intentos lograrlo, apenas veo por una pequeña rendija y duele. Entonces, recuerdo los golpes y logro entender que físicamente estoy hecha un desastre.
Intento hablar mientras observo a mamá derramar lágrimas, pero me duele, arde como si algo atravesase mi garganta. Puedo recordar a Ronald apretando con fuerza mi garganta, cortándome la respiración.
Él iba a matarme. Cuando yo vi sus ojos, solo pude ver muerte. Mi final.
Iba a ser solo otra triste noticia en las noticias que las personas lamentarían por un día antes de olvidarlo y retomarlo cuando le sucediera a alguien. Quizá, incluso, no sabrían que moriría a manos de mi esposo.
¿Por qué Ronald ha hecho de mi vida un infierno?
¿Por qué se llevó mi felicidad?
¿Por qué acabó con lo nuestro para siempre?
Se supone que él me amaba. Que yo era parte esencial de su vida. Que nunca me haría daño.
Aprieto la mano de mamá. El amor de mis padres es el único verdadero.
Mi miedo se mezcla con la ira, él no puede seguir haciéndome esto.
—Ro-Ronald.
—¿Quieres verlo?
No sé cómo es mi mirada, pero ella nota que la simple idea me altera. Me alarma.
»¿Naomi? ¿No quieres verlo?
—Ro-Ro-Ronald. —Trago y arde tanto. Mi vista se hace borrosa por las lágrimas—. Él… esto… Ronald… va a… matarme… no más… por favor.
Mamá jadea y papá entra con un doctor a la habitación. Cada palabra que el doctor dice, hace que me hunda. Los daños, mi suerte de estar con vida y la pérdida.
El hecho de estar viva no tendría que ser catalogado como suerte. En primer lugar, nunca se supone debí llegar a la posición en el que vivir se catalogara como suerte.
El dolor viene en gran medida cuando escucho del doctor unas palabras que atraviesan mi alma: la pérdida de un bebé cuya existencia nunca supe.
Mató a nuestro hijo, aquel que forzó en mis entrañas y que, sin duda, yo iba a amar.
—Su esposo nos ha notificado del hecho de que fue víctima de un asalto, las autoridades…
—Ronald… —susurro con mi voz quebrada.
El doctor deja de hablar, mamá llora abrazando a papá. La puerta se abre y mi corazón late desenfrenado.
Él está aquí. Él va a matarme.
No, por favor. No más.
—¡Amor! Estás despierta.
Lágrimas caen por su rostro, pero nunca más creeré en ellas. Él no se arrepiente, antes pensé que lo hacía, ahora solo veo a un ser enfermo de violencia.
Intenta acercarse a mí y un sonido aterrador escapa de mi garganta maltratada, sueno como un animal asustado y herido.
»Amor, todo va a estar bien —dice.
Enfermo, enfermo.
—¡Aléjate de mi hija! ¡Monstruo! ¡Aléjate, bastardo! —grita mamá antes de empujarlo.
Ahora ella lo sabe. Todos van a saberlo.
Él no volverá a hacerme daño.
Ahora todos saben que es un monstruo disfrazado de oveja.
◌◌◌◌
2 de marzo de 2013
Trato, de verdad, trato de no caer en esos recuerdos, pero no puedo.
—Él nunca te hará daño de nuevo —me repito de ese modo en el que mi terapeuta me recomendó.
Siento impotencia ante el hecho de que aún me altera, que todavía puede poner de cabeza mi vida. La vida que con tanto esfuerzo he levantado en casi dos años luego de recibir el golpe de un amor con sabor a muerte.
Mis ojos pican, ellos luchan por no perder la batalla y llorar.
No más lágrimas para Ronald. No más.
Mi mano tiembla cuando alzo mi copa con vino. No debo tener miedo, no tiene el poder para lastimarme.
Excepto que está sin orden de restricción. Puede acercarse a ojos de la ley sigue siendo mi esposo.
—No puede hacerte daño, Naomi. No puede lastimarte —me digo una vez más dando un sorbo a mi vino.
Cubro con una de mis manos la mitad de mi rostro. Quiero que mis cadenas sean rotas, quiero solo poder vivir sin miedos, sin pesadillas, sin desconfianza hacia los hombres.
Mi celular