Javiera Paz

Secuestro


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y yo asentí—. Por supuesto que debe servir, no hay otra opción —continuó apático.

      Pasaron minutos donde vi a Ashton ordenar su colchón, luego sus cosas en la mochila, hasta que se detuvo frente a mí con un semblante sereno, pero continuaba teniendo la sensación de que ocultaba muchísimas cosas detrás de ese rostro tan seco y frívolo.

      Volvió a amarrar mis muñecas en mi espalda y caminamos juntos por el camino de tierra hasta que llegamos al pastizal. La sangre de Jamie seguía fundida con la tierra y la mala hierba, pero su cuerpo ya no se encontraba ahí. «¿Quién se habrá hecho cargo de ella?». Cada minuto que pasaba sentía que estaba dando pasos agigantados a mi perdición, pero comencé a respirar mejor cuando vi los rostros conocidos de mis compañeras, no todas, pero al menos Lía estaba ahí, quien me regaló una sonrisa triste. Me mantuve tranquila cuando me percaté de que su rostro seguía sin ningún rasguño.

      De un momento a otro apareció Marcus Denovan allí y comenzó a darles órdenes a todos sus soldados. Ashton escuchó atento y luego me hizo caminar hasta un lugar cercano a un muro de más de tres metros de altura. Nos detuvimos, él se puso frente a mí y me observó con preocupación.

      —¿Qué ocurre? —susurré.

      —Necesito que bebas esto. —Indicó un frasco transparente con un líquido adentro.

      —Por supuesto que no.

      —Debes hacerlo, Alice.

      —¿Me drogarán?

      —Sí, pero no te pasará nada —aseguró.

      —Ashton, yo…

      —Alice. No dejaré que ningún imbécil te haga daño, ¿sí? Ahora hazlo antes de que vengan esos hijos de puta a golpearte por no querer beberlo.

      —No puedo confiar en ti.

      —No te estoy pidiendo que lo hagas, solo te pido que obedezcas o terminarás peor que el otro día.

      Sentí el temor subir por mis venas y mi mirada se desvió a una compañera que prácticamente fue obligada a beber el líquido y se desplomó en el pastizal sin recibir ayuda de su acompañante.

      —Vamos, no dejes que me golpee con la tierra —murmuré.

      Tomé el frasco con mi mano derecha y con la otra me apoyé en el brazo de Ashton. Él tomó mi cintura olvidándose de quién era y dónde estaba. Luego cerré mis ojos con fuerza y bebí el líquido por completo. Sentí el sabor amargo recorrer mi garganta y unos segundos después mi vista comenzó a nublarse, perdí todo tipo de conocimiento, pero pude sentir que Ashton me sostuvo con fuerza.

      Alguien estaba persiguiéndome con ira en su cuerpo, me gritaba, incluso podía sentir sus manos tomándome con fuerza. Yo corría, corría sin parar por un callejón oscuro, pero mis pies parecían desvanecerse por el terror que estaba sintiendo en mi cuerpo. El aire me estaba faltando, no podía respirar. Él continuaba siguiéndome sin cansancio alguno y yo veía debajo de mi cuerpo un líquido negro, espeso y con un olor espantoso.

      —Alice —sentí su voz. Intenté incorporarme—. Alice, despierta —oí nuevamente.

      Abrí mis ojos al fin. Solo era una pesadilla. Ashton estaba mirándome fijamente, su mirada azul me recorría con cautela.

      —Estabas soñando —confirmó.

      —¿Dónde estoy? —pregunté ya recompuesta de mi extraña pesadilla, me senté y miré a mi alrededor sin entender dónde demonios estábamos.

      —No te lo puedo decir —susurró.

      —¿Por qué susurras?

      Él no respondió mi pregunta, solo lo vi mirar hacia el costado intentando ignorarme o así al menos me parecía a mí.

      Comencé a recorrer el lugar con mi mirada encontrándome con una sala vacía, sucia y tenebrosa. No entraba luz por ningún lugar, lo único que nos hacía mirarnos las caras era una ampolleta vieja colgando de un cable eléctrico en mal estado.

      —¿Dónde estamos, Ashton?

      —Te he dicho que no puedo decírtelo —indicó con severidad, luego rápidamente se puso de pie.

      Me percaté de que estaba sentada en el suelo, miré mis manos, que se encontraban apoyadas en un cemento viejo, dañado y sucio. Rápidamente me puse de pie con temor y comencé a caminar lentamente a través de la habitación intentando, a toda costa, buscar algún lugar con luz del día.

      —¿Es otro país? —me dirigí hacia él—. ¿Otra ciudad? Es una casa, ¿no? ¿Mis compañeras también están aquí? —comencé mi interrogatorio sin percatarme de que, en realidad, Ashton no era un amigo, sino un secuestrador—. ¿Dónde están todos? ¿Por qué me estás mirando así? ¿Qué diablos está pasando? —Ashton me observaba y a ratos rodaba los ojos con desagrado y como si colmara su paciencia cada cinco segundos, pero yo no podía controlar mis palabras, el tono de mi voz y mis ganas de saber si mi integridad física estaba nuevamente en peligro.

      —¿Has terminado? —alzó una ceja. Asentí silenciosa—. Todas las preguntas que me has hecho no puedo contestarlas, no insistas, no fastidies y todo estará bien, ¿entendido?

      —Dios, nunca debí haber dejado que me drogaras —reclamé por lo bajo.

      —¿Hubieses preferido que te golpearan?

      —Claro que sí, al menos ahora sabría dónde estoy.

      —De todas formas te hubiesen dejado inconsciente a golpes.

      No contesté, no quería hacerlo, pues me encontraba completamente irritada por la situación, sobre todo porque yo era una persona que le gustaba saber todo lo que ocurría, pero claramente en este momento no podía hacerlo.

      Nuestras miradas se encontraron y antes de que alguno pudiera emitir una palabra, la puerta se abrió de golpe sin preguntarle a nadie. Ambos nos quedamos mirando la figura de Joe.

      —¿Qué diablos quieres, Joe? —preguntó mi compañero de salón en un tono desagradable, tono que siempre utilizaba con Joe Denovan. O en realidad, con cualquier sujeto.

      —No te vine a ver a ti, Ashton —contestó él con desdén—. Déjame hablar con Alice a solas, por favor.

      —Estás sacándome de quicio, imbécil.

      —Y tú a mí, así que hazme el favor de mover tu culo de este cuarto —expuso un Joe a la misma altura de Ashton.

      Ashton me observó algunos segundos, no preguntó si yo quería o no quedarme a solas con Joe Denovan, solo frunció el ceño irritado, como siempre, abrió la puerta y salió dejándome a solas con ese tipejo. No pude entender el motivo por el cual Ashton debía obedecer algunas indicaciones de las cabeceras, pero no me quedé muchísimo rato en ese pensamiento, pues mi corazón amenazaba con salir de mi pecho al tener a Joe frente a mí.

      —Solo vengo a hablar contigo, no te asustes —informó, caminó hacia la única silla vieja del lugar y se sentó. Dudé si yo también debía sentarme y entablar una conversación con él, pero a juzgar por dónde se encontraba el colchón, sin lugar a duda me senté en él, pues se encontraba mucho más alejado de la silla—. ¿Por qué te quedas tan lejos?

      —Así estamos bien —contesté con nervios. Quizá mi actitud no era la mejor frente a una persona que podía asesinarme en segundos, pero mi estado emocional me había estado jugando malas pasadas en diferentes ocasiones dentro de este lugar.

      —Es sobre Ashton.

      Lo miré confundida, ¿qué me interesaba Ashton a mí?

      —Por favor, no confíes en él —continuó.

      - capítulo ocho -

      —¿No es obvio que no puedo confiar en nadie aquí adentro?

      —En