Todo se arruinó cuando Liam se intoxicó con chocolate, así que tuve que cambiar mi estrategia. Le llevaba un gran vaso de vidrio, que nos había obsequiado la abuela, con batido de fresa y un gran copo de nata encima. Todo lo arreglábamos así.
—Alice, lamento mucho lo que pasó en el centro comercial.
—No te preocupes —me encogí de hombros—. Es un idiota, no puedo creer que me haya hecho esto.
—Así es, es un idiota —resopló—. Solo quiero pedirte una cosa, por favor…
—¿Qué?
—No vuelvas a caer. Tú y yo sabemos que mañana llegará aquí pidiéndote perdón y suplicándote que vuelvas a estar con él. Seguramente te jurará que no volverá a pasar, pero, por favor, hermana, no seas estúpida. Si lo hizo una vez, puede hacerlo las veces que sean.
—Lo sé, no quiero que me pase a llevar de esta manera. Nunca le hice algo malo para que actuara así conmigo.
—Eres hermosa, aunque nunca te lo diga —sonrió—. Puedes tener al chico que quieras, de hecho, no necesitas de un chico para ser feliz porque tú vales mucho más que eso —dijo y yo reí—. No desperdicies tu juventud con un tipo que no te quiere. Puede haber muchos por ahí que pueden hacerte más feliz que él.
—Gracias, Liam.
No conversamos demasiado, pero su simple compañía me hacía sentir bien. Luego de unos minutos se fue a dormir porque al día siguiente regresaba la rutina.
Al otro día desperté pensando en que solo había sido una pesadilla, pero no fue así…, ya que al ver mi celular tenía treinta llamadas perdidas de Christopher y cuatro mensajes, donde uno decía: «Alice, por favor, necesitamos hablar sobre lo que ocurrió». Segundo: «Por favor, contéstame al celular, te necesito». Tercero: «Mi amor, no seas cruel conmigo, me siento muy mal… Sé que cometí un error, pero podemos solucionarlo». Y cuarto: «Mañana podremos conversar, pero, por favor, trata de entenderme, es solo un error que puedo arreglar… Lo lamento mucho, te amo».
Mi corazón cada vez se hacía más pequeño al leer esos mensajes, pero ya todo estaba roto, nada volvería a ser a igual. Había amanecido nublado y con frío, tal cual lo haría en una película dramática. Rápidamente salí de la cama para ducharme, me vestí y bajé para desayunar. Como nunca, Liam estaba sentado, listo, con su desayuno frente a él y mi padre se había ido a trabajar más temprano.
—¿Cómo estás? —preguntó Liam.
—Mejor —mentí.
—No te creo nada.
—Mal, pero es normal los primeros días —bromeé y él negó con su cabeza.
Desayuné, aunque no tenía hambre. Liam intentaba entablar una conversación conmigo, pero en la televisión comenzaron a dar una noticia. Se trataba de que habían amenazado al presidente por no sé qué cosa y estaban comenzando a asesinar personas y a secuestrarlas también. No le di mucha importancia, ya que siempre existían esas amenazas absurdas que jamás se llevaban a cabo.
Me cepillé los dientes y mientras estaba en el baño, escuché el timbre. Fruncí el ceño frente al espejo para luego asomarme por la puerta, Liam estaba hablando con alguien, pero rápidamente su voz comenzó a subir de tono. Salí corriendo del baño y bajé las escaleras encontrándome con Liam y Christopher peleándose.
—¡Ya basta! —les grité mientras intentaba separarlos. Mi hermano lo había golpeado hasta hacerlo sangrar y Christopher había intentado defenderse, pero no había resultado como él esperaba—. ¡¿Qué les sucede?! Ya basta.
—¡Vete de aquí, imbécil! —gritó Liam.
—Alice, debemos hablar —me dijo Christopher ignorando por completo a mi hermano y secándose con la manga de su chaqueta la sangre de la boca.
—Es mejor que hablemos otro día, por favor —dije, intentando tranquilizarme. Me ponía de los nervios que dos personas pelearan, más aún si se trataba de Liam, quien, cuando se enojaba, nadie podía detenerlo.
—No, Alice. No he venido hasta aquí para que no me escuches.
—Y pudiste ir al centro comercial con otra chica para engañar a mi hermana, ¿no? Pudiste acostarte con otra, ¿eh? Vete al diablo, Christopher. No eres más que un puto tropiezo en la vida de mi hermana.
Escuché pasos en la escalera y de pronto se asomó mi madre con su bata de levantarse mirándonos atónita.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó confundida. Miró a Liam de pies a cabeza, sus nudillos sangrando y prácticamente lo empujó a la cocina para que se lavase. Miró a Christopher y lo hizo entrar mientras cerraba la puerta de un gran golpe—. ¿Qué demonios pasa con ustedes? —se alteró mirando a Liam y a Christopher como si fuesen dos niños—. ¿Cómo se les ocurre creer que pueden venir y hacer un escándalo a las siete de la mañana? ¿No saben que tengo vecinos?
—Lo lamento, es solo que he venido a hablar con Alice —habló Christopher mirándola—, fui un idiota, quiero que me perdone. Quiero a Alice y no quiero perderla.
—¡Basta de hablar estupideces! —se alteró nuevamente Liam—. ¡Acabas de decir que engañaste a mi hermana porque no te daba lo que querías! ¿Y qué demonios querías? ¡Simplemente sexo! Alice no es una prostituta, Christopher.
—¡Liam! —lo regañó mi madre.
—Esto es algo que deberíamos hablarlo Alice y yo —resopló Christopher.
—Claro que sí —lo miró mi hermano—, pero debiste haberlo pensado antes de sacarte el gusto con otra chica.
—Ya basta —los miré—, hablaré con Christopher, a solas.
—Alice —Liam bajó la voz—, solo estoy defendiéndote.
—Está bien, Alice —habló mamá—. ¿Quieres hablar con Christopher? —asentí y luego miré a Liam de reojo sintiéndome terriblemente culpable. Liam me observó enojado, tomó su mochila, que estaba en el sofá junto a su casco y salió de casa molesto. Escuché su moto alejarse en segundos.
Creo que había aceptado más por calmar la situación que por querer escucharlo de verdad.
—Vámonos, conversaremos camino a la escuela —me dirigí hacia Christopher. Mi madre nos miró unos segundos y luego subió las escaleras.
Cada paso que daba me hacía sentir más culpable, hasta que finalmente Christopher comenzó a hablar.
—Solo quería que me escucharas —decía mientras yo intentaba caminar rápidamente para llegar a la escuela.
Había prácticamente traicionado la lealtad de mi hermano. Me había comportado como una malagradecida con él, ya que simplemente intentaba protegerme de un imbécil.
—Te escucho, habla rápido. —Lo miré de reojo y seguí mi paso firme.
- capítulo tres -
—La chica con la que me viste ayer es de la Universidad —comenzó—. Su nombre es Jazmín, la conocí…
—Christopher, no me importa quién es ni cómo la conociste —lo miré fijamente—, solo quiero saber por qué lo hiciste.
—Alice, lamento que suene de esta forma, pero ella me ha dado lo que tú nunca quieres —dijo y realmente eso dolió—, pero no estoy enamorado de ella, si eso crees. Solo lo pasamos bien.
—¿Sexo? —Alcé mis cejas.
—Sí.
—Christopher, me entregué a ti. Perdí todo contigo, ¿de qué hablas? —pregunté casi en shock.
—Lo sé, Alice. Me refiero a que después de esa vez, solo tuvimos sexo un par más.
—¿Crees