un niño con el pelo azul violáceo y los ojos casi del mismo color? Y mi piel es muy blanquita a pesar de que ayudaba en el campo. Es como si no quisiera ponerse morena.
Nunca pude conocer al papá de Jake. Murió de un ataque al corazón un poco antes de que me encontraran a mí en medio del campo. Seguro que tuvo que pasarlo muy mal… y mamá también. Ella dice que yo doy mucha luz a la casa, pero eso no evita que a veces la haya pillado estando muy triste. Cuando eso pasa, me pide que me acerque y me abraza muy fuerte.
Ella quiso ponerme un segundo nombre, pero Jake se opuso. Decía que si solo me llamaba Ryukari, a secas, era porque mis verdaderos padres lo habían querido así. Yo solo tenía dos años cuando me encontraron y decían que llevaba conmigo una nota con mi nombre escrito y un trozo de tela roja alargada, con el que me habían envuelto. Por lo demás, estaba sano y decían que no había parado de gatear en todo el rato.
Es una historia rara, pero, la verdad, ahora mismo no tengo curiosidad por saber quiénes fueron mis padres. Y no porque no tenga ganas de buscar información, sino porque hacerlo implicaría abandonar a mi familia para aceptar lo que ellos me hayan dejado. Sé que están muertos porque Jake me acabó confesando que había mucha sangre en la tela que me envolvía y en el trozo de papel…
He mentido… Sí que tengo curiosidad. Me muero de curiosidad por conocer todo lo que respecta a ellos, pero si eso implica de algún modo tener que separarme de Jake y mamá… no sé hasta qué punto quiero investigar a fondo.
Mamá nos ha contado varias veces la guerra que hubo en este mundo contra seres que venían de fuera y en la que algunos lumen aparecieron, también del exterior, y lucharon para proteger a la gente. ¿Y si mis padres reales tienen algo que ver?
Mejor no darle demasiadas vueltas. Ya huelo la sal del mar…
[3] Mouiiyo: Ya es suficiente.
[4] Ikimashou: Vamos.
[5] Ashite: Mañana.
[6] Oshiete: Dime.
[7] Wakatta: De acuerdo.
6
Este soy yo
Shad Krauss
—No sé ni a qué hora me levantaré mañana —respondí ante la posibilidad de quedar con mis amigos—, pero llegada la tarde estaré totalmente disponible. Me gustaría dormir todo lo posible esta noche.
—Te entiendo. Yo en tu lugar haría lo mismo, pero siempre acabo con los ojos abiertos desde temprano. —Eona acompañó sus palabras con un gesto de dedos abriéndose frente a sus ojos—. Es un verdadero fastidio, pero al menos no me siento muy cansada.
—Entonces tenemos que separarnos ya —dijo Tim tras darle otro sorbo a su botella de agua. Se le estaba acabando, pero no era preocupante debido a que podía producir hielo—. No sé si será por habernos hecho venir para pocas horas, pero me siento especialmente cansado, la verdad.
—Eso es porque anoche no pudiste dormir nada por el calor —añadió Jacky.
—Sí. Realmente, el verano es mi peor enemigo. —Sonrió.
—Siento que tengas que pasarlo tan mal —comenté apenado.
—No te preocupes; eso se arregla rápido. Crearé más hielo y problema resuelto.
Dan rozó suavemente mi codo para que le prestase atención. Yo me giré para ver qué necesitaba.
—Hoy quieren que esté pronto en casa, así que… —dijo escuetamente.
—Sí, perdona —me disculpé—. Chicos, nos tenemos que ir ya.
—Claro, no pasa nada —respondió Jacky—. Nos vemos pronto, ¿vale?
Asentí con una leve sonrisa y nos despedimos de todos ellos. Luego dimos media vuelta y echamos a andar por el pavimento; se notaba que lo habían limpiado recientemente porque no había casi nada de suciedad en los baldosines que formaban la acera.
Me alegraba que Dan y yo tuviéramos que tomar el mismo camino para volver a casa porque disfruto mucho de su compañía y así podíamos ir juntos durante un rato más antes de separarnos. De hecho, nosotros somos los únicos que tenemos que ir por aquí de todos los del grupo aunque yo tenga que andar un poco más, ya que vivo justo en las afueras de la ciudad, en un punto intermedio entre la misma y el bosque que cubre los alrededores.
Mi mente se ocupó en memorizar los pasos de baile que habíamos aprendido hacía apenas minutos dentro del recinto de gimnasia, pero luego recordé que no me servirían de mucho, ya que ni siquiera tenía una pareja a la que llevar. Aunque, realmente, no me siento interesado en esas cosas; solo quería pasar tiempo con mis amigos mientras hacíamos el tonto un rato.
Aun así no dejé de pensar en ello una y otra vez con infinita insistencia. ¿Por qué me importaba tanto si no tenía interés en ir?
Miré de reojo a mi amigo mientras caminábamos a paso lento, disfrutando del paseo hasta casa. Lo que él pensara era todo un misterio, así que decidí romper un poco el hielo. Se le veía desanimado.
—Menudo numerito, ¿eh? —Capté su atención, puesto que levantó la cabeza para mirarme—. En Gimnasia. Creo que los profesores no tienen sentido del ridículo.
—Tú parecías pasarlo bien —respondió él en tono suave.
—Lo pasaba bien porque hacía el tonto contigo. —Sonreí—. Pero en cuanto me cambiaron de pareja resultó un poco aburrido. Se notaba que al otro chico que me pusieron como acompañante no le hacía ninguna gracia tener que cogerme.
—Shad… —interrumpió él, desvelando que quería hablar de otro tema en el que estaba pensando durante bastante rato—. Sé las cosas que dicen de ti tus compañeros de clase. Y me preocupa.
—¿Que te preocupa? —respondí extrañado—. Pues a mí no, en absoluto.
Fijó sus ojos azul hielo en los míos para remarcar que la conversación carecía de contenido hilarante o trivial. Podía ver el tono rojo de los míos reflejado en los suyos, como queriendo imponerse a ellos para impregnarlos, como si sus ojos estuvieran hechos para adaptarse a los de los demás.
—No creo que entiendas exactamente lo que implica que te llamen maricón constantemente y no me creo que te dé igual. Así que ¿por qué no nos dejamos de prolegómenos y vamos directos al punto clave? A menos que no quieras decir nada, en cuyo caso cerraré la boca.
Suspiré. Era verdad que no me gustaba tratar este tema en general, pero con él se me hacía aún más incómodo. Podía notar cómo mi cuerpo se encogía cada vez que Dan mencionaba algo referente al bullying que mis compañeros trataban de hacerme todos los días. Tal vez sea… porque tengo miedo de que él descubra la verdad en mí.
—No es eso —respondí tras unos minutos, que decidí tomarme para escoger bien las palabras—. Es que pienso que, si le doy más importancia de la que tiene, los demás se acabarán dando cuenta de que quizás me esté afectando.
—¿Quizás? —No se le escapaba una.
—Sí, quizás.
«Quizás… si averiguas cómo soy bajo esta ropa… te apartes de mí para siempre. Y no solo tú…, sino todos los demás. Como si fuera un monstruo…», pensé con gran pesar. No pude evitar bajar la cabeza, destruyendo sin darme cuenta