Elena Ibáñez de la Casa

Guerrero mestizo


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a Jin, pero luego centré la mirada en la cámara del móvil. Ya estaban sonando los pitidos que anunciaban la llegada del momento clave; puse la mejor de mis sonrisas y esperé.

      Eona fue la primera en ir a ver cómo había quedado la foto. Se me había adelantado de nuevo porque salió corriendo antes que yo por pocos segundos. Cuando me la mostró, me gustó bastante: los más altos estaban colocados de pie, cada uno en un lado de las gradas, y el resto estábamos sentados en los escalones de tal forma que parecía una pirámide y yo era el que estaba más alto por ser el más joven.

      —¡Me encanta! ¡Mándala al grupo, Eona! —exclamé—. Quiero imprimirla ya.

      —Trae, la mandaré yo. —Mannel se había acercado para recuperar su móvil, pero cuando alargó la mano para cogerlo Eona se apartó sonriendo—. Deja los jueguecitos de críos y dámelo.

      —¿Por qué tanta prisa? ¿Tienes cosas que no quieres que veamos?

      —Ah, sí. Todo el porno que me descargo, como hacen los pobres —comentó él. No sabía bien a qué se refería—. Vamos.

      Ella le lanzó el móvil a Shad mientras se reía. Intentaba chincharle para que fuera detrás a recogerlo. Cuando se acercó a él dando una zancada, se lo tiró a Tim y así empezó el juego.

      —Ya entiendo. Como nunca vais a tener un móvil así, lo estáis disfrutando todos antes de devolvérmelo —dijo en tono burlón—. Puedo comprarme miles como ese.

      —Entonces no te importará que nos lo quedemos y lo revisemos, ¿no? —Jacky le miraba con cara de mala mientras se pasaba el móvil de una mano a la otra.

      —¿Quieres que lo recupere sin que te des cuenta, encanto? —Volvió a sonreírle.

      —Inténtalo si puedes, en-can-to. —Marcó cada sílaba de esa palabra con un tono fuerte.

      Antes de que pudiera mover un músculo, Jake le acabó quitando el móvil a ella.

      —Hasta para estas cosas eres un soso —dijo él mientras se metía el móvil en el bolsillo. El plástico chocó un poco con el metal del anillo que lleva en el dedo.

      —Mándala o se te acabará olvidando —comentó Dannel.

      —Vale, de acuerdo —le contestó—. Con tal de que dejéis de darme la brasa…

      A los pocos segundos nos llegó a todos y pudimos disfrutar de ella mientras salíamos del recinto a tiempo para que no nos regañasen. En un abrir y cerrar de ojos el instituto se había quedado vacío, salvo por los adultos y el director.

      Una vez fuera, empezamos a despedirnos de los demás, la parte más triste para mí aunque fuésemos a vernos al día siguiente; pero me animé pensando que estábamos de vacaciones, porque podríamos quedar siempre que quisiéramos.

      —Entonces nadie se anima a salir esta noche, ¿no? —preguntó Mannel, pero los demás dijeron que estaban cansados. Yo no contesté porque sabía que se refería a salir con gente mayor—. Como queráis. Yo pienso celebrarlo de todas formas. ¡Ahí os quedáis!

      Se despidió con la mano de nosotros y se montó en la limusina negra que siempre venía a recogerle. Por lo que yo sé, él vive algo lejos del instituto y su familia es tan rica que tienen hasta criados. Estaría chulo ver cómo se vive así, aunque fuera por un día.

      Los demás nos acompañaron a Jake y a mí hasta la zona donde él había aparcado la moto en la que veníamos todos los días. Como estaba en una zona que pertenecía al instituto, podíamos dejar los cascos allí sin tener miedo de que fueran a robárnoslos.

      —¿Están ya los melocotones? —preguntó Shad. Jake asintió—. Mi tutor quiere comprarte una caja cuando termines de recogerlos.

      —Pasado mañana estarán listos. Puedo llevártelos si quieres.

      —No te preocupes. Iré yo y así nos vemos.

      —Oh, ¿y las sandías? Mi madre estaba pendiente de comprarte cuatro —añadió Eona.

      —También las tenemos preparadas. Yo ayudé a recogerlas —dije mientras me colocaba el casco y lo ajustaba a mi cabeza para que no se moviera.

      —Gracias, guapo —respondió ella con cariño. Me gusta mucho cómo me trata Eona—. Os avisaré cuando vaya a por ellas. No tardaré mucho en aparecer por allí con la bici.

      Jake se fijó el casco y le quitó el caballete a la moto con el pie mientras sujetaba los manillares. Es vieja y está un poco sucia, pero siempre nos lleva a todos sitios.

      Una vez preparada, se montó en ella y la mantuvo para que yo me subiera. De un salto me senté detrás y miré a los demás.

      —Jin, quédate con lo que me has cogido —dije intentando ser lo más amable posible con él. Sé que a veces pasa malos momentos.

      Él me miró como si acabara de darse cuenta de que le estaba hablando y luego se llevó la mano en silencio hacia el bolsillo, sin meterla dentro. Es como si no se acordase de que me había quitado el palo del helado. Intenté no demostrar que eso me preocupaba un poco. Si algo sabía del tema, era que no le gustaba que le tratásemos diferente por culpa de eso.

      Los demás me miraron sin saber a qué me estaba refiriendo y preguntaron, pero…

      —Lo siento. Es algo entre él y yo —contesté.

      —Ya me enteraré. No hay secretos para mí —respondió Eona.

      La moto comenzó a rugir, anunciando que estaba lista para llevarnos.

      —Id con cuidado —dijo Tim mientras nos despedía con la mano.

      —Jacky, mañana nos vemos por la mañana, ¿vale? —afirmé de golpe.

      —¿Cómo? —contestó ella—. ¿Desde cuándo hemos quedado para vernos mañana?

      —Desde ahora mismo. —Sonreí—. ¡Hasta luego!

      Un golpe de muñeca de Jake bastó para que saliéramos pitando de allí. En seguida nos incorporamos a la carretera y el edificio del instituto Sunshine se iba haciendo cada vez más pequeño conforme nos íbamos alejando. Abracé la cintura de mi hermano y contemplé el paisaje como siempre hacía. Me gustaba la sensación del viento en la cara.

      —Jake —empecé a decir—, ¿puedo pedirte un favor?

      —¿Podrías dar una vuelta más larga con la moto antes de llegar a casa? Hemos salido muy temprano.

      Me miró de reojo unos segundos en su asiento y luego puso la vista de nuevo en la carretera.

      —¿Sí? —pregunté con alegría—. ¿¿Me vas a llevar a la playa??

      —Pero solo un rato. Hay faena en el campo.

      —¡Ayudaré! ¡Trabajaré hasta que sea de noche si es necesario! —Le abracé mucho más fuerte—. ¡Gracias, Jake! ¡Eres el mejor hermano del mundo!

      Para mí realmente lo era. Lo sentía así aunque la sangre no nos uniera, aunque mamá no fuera mi madre real. Todo eso da igual; solo sé que le quiero mucho y siempre puedo contar con él. Siempre pensé que fue muy valiente al decirme que ellos no eran mi verdadera familia. Él dice que era mejor saber