Daniel Cestau Liz

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vez que un jugador de fútbol ingresa a la cancha, tiene que jugar poniendo todo el cuerpo: desde la planta de los pies hasta la cabeza.

      Interviene cada parte del cuerpo. Algunos juegan con la cabeza, y está bien. Uno debe ser inteligente para ser el primero en cualquier actividad a la que se dedique. Pero lo más importante es que debemos jugar con el corazón, con cada fibra del cuerpo. Si uno tiene la suerte de encontrarse con alguien que use la cabeza y el corazón, esa persona nunca va a salir segunda.

      Estar a cargo de un equipo de fútbol no se diferencia en nada de dirigir cualquier otra clase de organización, ya sea, un ejército, un partido político o una empresa.

      Los principios son los mismos. La mira está puesta en ganar, en derrotar al otro. Tal vez suene duro o cruel. Yo creo que no.

      Es una realidad que el hombre es competitivo, y que en los juegos más competitivos intervienen los hombres que más compiten, y es por eso que están allí: para competir. Una vez que ingresan al juego, deben conocer las reglas, los objetivos. El propósito es ganar limpiamente, como es debido y siguiendo las reglas, pero ganar.

      A decir verdad, nunca conocí a alguien respetado por su trabajo que, a la larga, en lo más profundo de su corazón, no aprecie el trabajo intenso, la disciplina. Todo hombre bueno desea disciplina y enfrentar la cruel realidad que implica un combate cuerpo a cuerpo.

      No digo esto porque crea en la naturaleza ‘bruta’ del hombre o en que el hombre tenga que ser una persona insensible para competir. Creo en Dios y en la decencia del ser humano.

      Sin embargo, creo firmemente que la hora más preciada de cualquier hombre -el mayor logro de todo aquello que considera importante- es cuando, después de haber trabajado hasta el cansancio por una buena causa, se recuesta en el campo de batalla, agotado y victorioso”.

      1.5

       BIP, BIP

      Muchos de nosotros hemos crecido viendo decenas de capítulos de dibujos animados en los cuales “el Coyote” luchaba con fanatismo por su objetivo (comerse “el Correcaminos”), sufriendo en cada intento la pésima calidad de los productos ACME.

      Hace algunos años, un millonario japonés pagó una cuantiosa suma de dinero para que Chuck Jones, el mítico animador de cartoons, permitiera -en un capítulo privado- al Coyote cumplir su meta, aunque fuese tan sólo una vez. ¿Quién no quiso ver al Coyote engullirse al Correcaminos?

      Pero, más allá de lo anecdótico, hay algo para aprender. Y es la creatividad que una y otra vez el Coyote pone en práctica para hacerse con la suya (siempre desarrollando con anticipación una minuciosa planificación) y la entereza de volver a intentarlo, luego de la caída más impresionante o de la explosión más mortífera. ¿No es un ejemplo?

      ¿Somos nosotros en nuestra empresa como el Coyote? ¿Volvemos a la carga una y otra vez, o bajamos los brazos cada vez que se nos presenta una dificultad? ¿Vemos siempre el vaso medio vacío o medio lleno?

      Alberto Pochintesta, CEO de May Trading, me enseñó que las empresas “van y vienen” y la gente queda. Arie de Geus, en su “Empresa Viviente”, nos demuestra cómo los empresarios y emprendedores sobreviven con su creatividad, a la extinción de las empresas. La creatividad es la que le permite al empresario buscar una y otra vez la mejor salida, en los momentos más difíciles, cuando parece que ya no existe una salida.

      La creatividad es la magia que genera esa idea maravillosa que tal vez cambie el rumbo de su negocio en los próximos cinco años o, en un instante, ponga a su favor lo que hasta hoy estaba en su contra.

      Vivimos momentos difíciles (recesión, competencia feroz, crisis que parecen terminales, etc.) y no se visualizan tiempos mejores en los que podamos descansar, muy por el contrario, la globalización, la reciente crisis y nuevas sorpresas interesantes se están abatiendo con fuerza sobre nuestros mercados como un premio para el flexible y creativo y, a la vez, un castigo para el homeostásico. Si nos toca hoy la difícil tarea de estar al frente de una organización, debemos, con creatividad, enfrentar y buscar una solución favorable a esos nuevos, constantes e importantes cambios, tal vez una reconversión. Tal vez un redireccionamiento para estabilizar la empresa y nuevamente insertarnos en el camino del crecimiento continuo. Es por esto, que ahora y en el futuro, más que nunca debemos “echar mano” a la creatividad. No pensemos en análisis complejos, la creatividad es algo natural, no es más que un mecanismo que se dispara una vez que se agrupan todas las variables que hacen a la necesidad: tomar una decisión, definir un rumbo, planificar una estrategia. La experiencia, el conocimiento del mercado, de los recursos humanos y el sentido común se encuadran y generan un resultado basado en la información que recogemos.

      Es verdad que es difícil crear cuando estamos inmersos en la rutina.

      Seguramente usted ha llevado a su empresa a lo largo de los años hasta donde está hoy, con más o menos problemas, y esté seguro de que no existe obstáculo tan grande como para dejar de hacerlo. Hoy en día debemos aplicar la creatividad al combinar la estrategia comercial con la estructura organizacional y mantener ese delicado equilibrio que permitirá el mejor desempeño de la empresa, siempre a fuerza de nuevas ideas.

      Piense en ello, tal vez tenga que tomar un poco de distancia con respecto a los problemas u obstáculos que se le presentan en estos días, reflexione lejos de su lugar de trabajo, relájese, respire hondo, camine mucho, ponga en blanco su mente y verá como aparecerá la mejor manera de sortear estos inconvenientes.

      1.6

       ANTICIPACIÓN, INNOVACIÓN, EXCELENCIA

      Cuentan que dos acorazados asignados a una escuadra de entrenamiento habían estado de maniobras en el mar tempestuoso durante varios días. Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad era pobre, había niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades.

      Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó: “Luz a estribor”.

      “¿Rumbo directo o se desvía hacia popa?”, gritó el capitán.

      El vigía respondió: “Directo, capitán”, lo que significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquel buque.

      El capitán llamó al encargado de emitir señales.

      “Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar, aconsejamos cambiar 20º su rumbo”.

      Llegó otra señal de respuesta: “Aconsejamos que ustedes cambien 20º su rumbo”.

      El capitán dijo: “Soy capitán, cambie su rumbo 20º”.

      “Soy marinero de segunda clase -nos respondieron-. Mejor cambie su rumbo 20º”.

      El capitán ya estaba hecho una furia. Gritó: “Conteste ya: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20º”. La linterna del interlocutor envió su último mensaje: “Yo soy un faro”. Cambiamos nuestro rumbo.

      Cuántas veces nos habremos encontrado con una situación similar en la conducción de nuestra empresa. Estamos convencidos de algo y vamos hacia adelante muchas veces sin tomar los recaudos necesarios o sin contar con todos los datos para tomar la decisión. Hasta que nos chocamos con la realidad y recién ahí tomamos conciencia. Generalmente después del golpe, sufriendo ya los daños que este ocasionó.

      La organización que tendrá éxito en los próximos años se caracterizará por manejar con éxito tres variables: Anticipación, Innovación y Excelencia.

      La Excelencia es el tercer vértice del triángulo del éxito, porque es el fundamento de este nuevo siglo. Hasta hoy, las empresas que manejan la Excelencia habían centrado en ella su ventaja competitiva. De ahora en adelante éste será solamente el precio que tendrán que pagar para poder ofrecer (con posibilidades de competir) sus