Daniel Cestau Liz

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de la visión que Stanley Kubrik tenía de 2001, en su ODISEA EN EL ESPACIO, y la de George Orwell, en su 1984, llegamos al 2017 sin computadoras o entes superiores que nos manejen, pero sufriendo más o menos los mismos problemas.

      Comenzamos el nuevo siglo más cerca de Discépolo que de Kubrik, pero aquí estamos, “vivitos y coleando”, y tenemos que agradecer que así sea.

      En reuniones que tuvimos hace algunos años con más de quinientos empresarios PyMEs, nos platicaban (en su mayoría) que no podían desarrollar su trabajo como deberían porque lo urgente les tapaba sistemáticamente lo importante, y la mayor parte de las veces, problemas insignificantes (pero en “cantidades industriales”) desviaban su atención del foco del negocio. Ante esta realidad elegimos, para este artículo, una historia muy antigua que nos ayudará (aunque sea un poco) a reflexionar sobre la verdadera gravedad de los problemas que nos aquejan...

      El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja chacra, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se rompió y esto le hizo perder casi dos horas de trabajo. Poco después, su antigua camioneta se negó a arrancar.

      Mientras lo llevaba a su casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.

      Cuando abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.

      Posteriormente, me acompañó hasta el auto. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que había visto hacer un rato antes.

      - “Oh, ese es mi árbol de problemas”, contestó.

      - “Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.

      “Lo divertido es -dijo sonriendo- que cuando salgo a la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.

      1.14

       EL ÁRBOL DE BAMBÚ CHINO

      Cuentan los especialistas que después de semanas de plantada la semilla del árbol de bambú chino, no hay vestigios de crecimiento. Incluso no hay crecimiento aparente durante los primeros cuatro años, y únicamente se puede notar (si uno se fija con mucha atención) un pequeño bulto saliendo de la tierra.

      Durante esos años, todo el crecimiento se lleva a cabo bajo la tierra, en una estructura masiva y fibrosa de raíces que se expanden hacia abajo y a lo ancho del lugar donde fue plantada la semilla. Pero luego, en el quinto año, el árbol de bambú chino crece y crece sin parar, llegando a alcanzar una altura de hasta veinticinco metros.

      Muchas acciones de las que estamos acostumbrados a llevar adelante en la empresa, e incluso en la vida misma, cumplen un ciclo similar al de este sorprendente árbol. Uno estudia, trabaja e invierte tiempo y esfuerzo, y hace todo lo posible para nutrir el crecimiento de la organización y, en ocasiones, no ve un resultado inmediato.

      Durante semanas, meses o incluso años, todo parece quedar en el mismo lugar pese a los esfuerzos. Pero si estos esfuerzos están bien direccionados, si se trabaja a conciencia con una visión y misión claras, con objetivos bien determinados, si se trabaja sistemáticamente, si se mantienen claros los valores de la empresa, y estos se basan en la honestidad y la ética por sobre todas las cosas, ese “quinto año” llegará y realmente nos sorprenderemos de los resultados.

      1.15

       EN UN CRUCE DE CAMINOS

      Érase una vez un hombre que vivía muy cerca de un importante cruce de caminos. Todos los días, a primera hora de la mañana, llegaba hasta allí donde instalaba un puesto rodante en el cual vendía bocadillos que él mismo horneaba.

      Era sordo, por lo tanto, no escuchaba la radio, tampoco veía muy bien. Entonces, ni un solo día leía diarios o veía televisión pero, eso si... vendía exquisitos bocadillos.

      Meses después alquiló un terreno, levantó un gran letrero de colores y, personalmente, seguía pregonando su mercancía, gritando a todo pulmón: “¡Compre deliciosos bocadillos calientes!”

      Y la gente compraba cada día más y más.

      Aumentó la compra de insumos, alquiló un terreno más grande y mejor ubicado, y sus ventas se incrementaron día a día.

      Su fama aumentaba y su trabajo era tanto que decidió llamar a su hijo, un importante empresario de una gran ciudad, para que lo ayudara a llevar el negocio.

      Al llamado del padre su hijo respondió: “Pero papá, ¿no escuchas la radio, ni lees los periódicos, ni ves televisión? Este país está atravesando una gran crisis, la situación es muy mala, no podría ser peor”.

      El padre pensó: “¡Mi hijo trabaja en una gran ciudad, lee los periódicos y escucha la radio, tiene contactos importantes... debe saber de lo que habla!”

      Así que revisó sus costos, compró menos pan y disminuyó la compra de cada uno de los ingredientes, dejó de promocionar su producto.

      Su fama y sus ventas comenzaron a mermar semana a semana.

      Tiempo después desmontó el letrero y devolvió el terreno.

      Aquella mañana llamó a su hijo y le dijo:

      -“¡Tenías mucha razón, verdaderamente estamos atravesando una gran crisis!”

      Al igual que el personaje de esta historia, el empresario PyME no tiene otra posibilidad de éxito que prepararse, concentrarse

      en su trabajo y buscar la mejor alternativa para que este sea nuevamente rentable.

      Tendrá que prepararse más, planificar más, capacitar más a su gente, fidelizar a su cliente, aprovechando las posibilidades que la tecnología pone hoy a su disposición, y establecer una estrategia, sin importar que el mercado lo obligue a cambiarla una y otra vez.

      En investigaciones de mercado que ha realizado Franchising Advisors (la consultora líder en Franquicias en la Argentina) durante el 2016, los resultados muestran que, en la actualidad, los verdaderos problemas de la mayor parte de las Pequeñas y Medianas Empresas están adentro y no afuera. Hay importantes falencias en el gerenciamiento, y si mezclamos esto con un mercado altamente competido, el resultado es el que estamos obteniendo, empresas con serios problemas de crecimiento.

      Parece mentira, pero hay un importante porcentaje de Directores de empresas que piensan que haciendo más de lo mismo van a lograr algo diferente a lo que han obtenido hasta ahora.

      En el maravilloso libro de Spencer Johnson, (¿QUIÉN SE HA LLEVADO MI QUESO?) Kif y Kof, dos personitas que se alimentan de queso y comparten con dos ratones un laberinto, se desesperan, y pasan días preguntándose qué paso con el queso (una vez que este se terminó) mientras los ratones, sin uso de razón, una vez que el alimento se acabó, salen a buscar más y lo encuentran. Mientras tanto, las personitas enojadas se preguntaban: “¿Nos merecemos esto?, ¿Quién será el responsable de que esto haya pasado? ¿Quién se lo habrá llevado?” Tal vez estas preguntas nos parezcan familiares.

      La realidad es que en esta época que nos toca vivir, habitamos un mundo de constantes cambios, muy agresivos y rápidos, que tenemos que aprender a “pilotear”. El resultado serán perdedores por un lado, los que no logren dominar estos cambios y ganadores del otro, que serán los que generen

      y lideren los cambios.

      La concentración de nuestro empresario en el verdadero foco de la problemática