Domingo Sánchez-Mesa Martínez (Ed.)

Claudio Magris


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por escribir en Il Corriere, no lo ganaría si en su momento no hubiera leído el Don Quijote, a Balzac, etc., etc., pero cuando tenía 18 años no me hacían pagar por leer Guerra y Paz.

      Cuando aún enseñaba, impartí un seminario sobre las dos culturas: ciencia y literatura; una cosa interesantísima, que no tenía nada que ver con la literatura alemana. Los estudiantes venían por interés. Más tarde de repente desaparecieron. Y pregunté a uno de ellos: «¿cómo que no venís ya a oír estas cosas?» y me contestó «si nos diesen algún crédito…» Y yo le dije «¿nunca has besado gratis a una chica?» Esto comporta la destrucción de todo sentido histórico. Desde este punto de vista es impresionante el desinterés por todo lo que ha pasado. Un inteligente joven de 20 años me comentaba que, por principio, él no iba a ver ninguna película anterior a finales de los años 80 y especialmente de literatura. Verdaderamente existen cosas muy equivocadas que comportan una grandísima decadencia. Esto no solo se refiere a Europa. Yo he enseñado en el Bard College, donde enseñaba Hanna Arendt, a 31 estudiantes de los cuales 8 de ellos no habían oído hablar nunca de Stalin, no sabían quién era Stalin y esto no es problema pequeño.

      Resulta paradójico que en la época en la que tenemos los sistemas más formidables de comunicación, a través de los cuales podemos saber en dos segundos lo que sucede en Nueva Zelanda, no sepamos, creo, qué sucede en Afganistán. ¿Qué es lo que verdaderamente sabemos sobre Afganistán?: ¿quién gobierna, quién controla, qué controlan los talibanes? ¿quién está detrás de ellos? Sabemos menos que lo que sabían los lectores de Kipling cuando hacía la corresponsalía de la otra guerra afgana. Con esto no estoy diciendo que todo está mal, por supuesto, pero ciertamente existe un gran peligro y esto es lo que me dicen no solo mis ex-estudiantes, que ya tienen una edad, sino que me lo dicen ahora estudiantes veinteañeros que encuentran dificultades precisamente por esto, por esta falta de sentido histórico. Existe algo que ciertamente se ha ido desarrollando y… Pero ninguna nostalgia, porque la nostalgia es estéril. Hay que tratar de ver qué se puede hacer ahora.

      Ciertamente, la Universidad en la que he crecido tenía muchos defectos: las famosas cosas, las varonías, todo lo que queráis. A veces es verdad que ciertos profesores no respetaban sus deberes hacia los estudiantes y esto es absolutamente cierto. Pero cuando el ministro de cultura de un gobierno al que yo voté, el ministro Berlinguer, dijo que «los estudiantes son clientes» todo cambió. Yo le dije, no señor ministro, los estudiantes tienen derechos que deben ser absolutamente, duramente, severamente respetados, pero no son clientes, porque en caso contrario sería como ir a un restaurante. Si voy al restaurante y ordeno espagueti y digo de añadirles azúcar, el camarero puede intentar disuadirme, pero finalmente yo pago y el cliente siempre tiene razón. Entonces, con este mismo criterio, puede ocurrir que un estudiante preguntado sobre quién ha escrito «El Fausto» responda que Cervantes. En general no es así, pero para él sí, porque el estudiante es un cliente y tiene razón. En este sentido se ha producido un pseudosociologismo, un pseudoeconomicismo que comporta gravísimas consecuencias.

      DOMINGO SÁNCHEZ-MESA: Desde L´infinito viaggiare está claro que España es un país incorporado a la galería de periferias más importantes para Claudio Magris. Hoy, en Granada vivimos, aunque de forma bastante inconsciente para muchos, una cultura de frontera que se ha prolongado durante siglos. En esta segunda visita a esta ciudad, al cabo de muchos años, y cerrando el círculo que comenzamos al principio de esta conversación con Trieste ¿cómo definir la relación con España, con Granada, en su visión de Europa, en su imaginación de la frontera literaria?

      CLAUDIO MAGRIS: No diré que España sea una periferia, no. En este momento histórico, cultural, ya sea en lo referente a la historia de la Unión Europea, como a la cultura, etc., España es como otras naciones una del centro (evidentemente no es Luxemburgo), con todos los problemas, errores, crisis, bravura, realidad, estupideces que han cometido los gobiernos de diferentes tendencias; no la he sentido nunca como frontera, absolutamente; incluso porque ha vivido en nuestro imaginario como un centro; pero en definitiva un centro de una dimensión mundial, culturalmente, políticamente, no siempre en sentido positivo (entendámoslo), pero en suma…

      En cuanto a Granada no tengo esa experiencia fundamental que se debe tener de la ciudad, al menos en un cierto grado y que es también física: pasearla, conocerla, visitar sus rincones, sus hombres, sus colores, sus olores.. Tengo un recuerdo fortísimo de la Alhambra, visitada hace bastantes años. Y viceversa, está presente por muchas razones, no solo por un viejo amor mío por las cosas españolas; soy un gran lector del Siglo de Oro; también mis hijos; no sé si he aprendido de ellos o ellos de mí. He hecho muchas lecturas. También hay que tener en cuenta los enormes intereses guiados por razones literarias: porque en el libro que he escrito ahora me he ocupado tanto de la reconquista como de la expansión española por ultramar, para construir historias que he recogido, etc.5

      Me falta la familiaridad con la ciudad, la visité hace 38 o 40 años y por segunda vez ayer: me interesa muchísimo desde el punto de vista como frontera entre el mundo árabe de entonces y el no árabe. Es extraordinariamente interesante. Naturalmente hoy tanto España como Italia (quizás un poco menos, no lo sé) son, en otro sentido, fronteras de ese terrible problema de la inmigración; digo terrible porque ha motivado no solo bestiales cierres y actuaciones bárbaras de la humanidad, sino problemas vitales, de convivencia, porque puede llegar un momento en que el número se haga insostenible. Y también esta situación exige que exista Europa, porque es ridículo que las leyes sean diferentes (en relación con este problema que es vital para nosotros) en los países fronterizos como Italia y España y los demás. Sería igual que si existiese una ley de inmigración diferente en Bolonia y en Florencia: todos los inmigrantes a Florencia y ninguno a Bolonia.

      Ciertamente, en cualquier caso, culturalmente Granada es importante, no tanto en mi conocimiento, porque soy ignorante de las cosas granadinas, pero está muy presente en mi imaginario.

      DOMINGO SÁNCHEZ-MESA: Llegamos al final de esta entrevista con Claudio Magris al que agradecemos tanto su generosa amabilidad en un día que la casualidad ha querido que coincida con el 14 de abril, poco después de su cumpleaños, sobre el que, por cierto hay una anécdota muy sintomática de su personalidad que tal vez le apetezca compartir… Y nos queremos despedir preguntándole por su próxima novela, cercana ya a la imprenta y que esperamos ya con tanto interés como impaciencia.

      CLAUDIO MAGRIS: Sí, hay una historieta al respecto de esta fecha. Yo nací el 10 de abril y mis editores me festejaban siempre por mi cumpleaños. Pero una vez, cuando tenía 11 años, pedí a mi padre con mucha seriedad que se festejase el cumpleaños el 9 de abril. Mi padre contestó: sí, si quieres, de acuerdo, pero puedo saber por qué. Yo con una voz ostentosa, muy retórica le he dicho: porque el 9 de abril de 1865 en Appomatox Courthouse se dio la batalla y la victoria de los norteños en la Guerra Civil que significó la liberación de los esclavos negros…

      Sobre la nueva novela, es bastante difícil hablar de ella; no pretendo ser misterioso, es que es un libro bastante complejo, que se inspira en la vida de un curioso personaje, verdaderamente distinto, de Trieste, que ha empleado toda su vida en construir un extraño Museo de la Guerra y en el que se cuentan tantas historias… como la referida a Trieste durante la ocupación nazi. Trieste ha sido el único lugar en el que existió un pequeño campo, un horno crematorio, donde judíos, opositores italianos, eslavos eran quemados (otros eran enviados a Auschwitz). Hay tantas, tantas historias; también un personaje femenino central… En fin, no es que quiera hacer misterio, repito, sino que me resultaría muy embarazoso hablar de ella.

      NOTAS

      1 Traducción del italiano de M.ª José Martínez Justicia.

      2 Magris se refiere aquí a A ciegas (2006), trad. de J. A. González Sáinz, Barcelona, Anagrama (ed. orig. Alla cieca, Milan, Garzanti Libri, 2005). (N. del E.)

      3 En El tallo entre las piedras (Magris, 2007: 321).

      4 En el transcurso de la edición y publicación de este volumen, Claudio Magris ya ha cumplido sus bodas de oro con Il Corriere, celebradas en la sala Buzzati de Milán (11 octubre de 2017). El primer artículo suyo en este medio decano de