Domingo Sánchez-Mesa Martínez (Ed.)

Claudio Magris


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ha definido y al que se refería en uno de sus artículos más reveladores, «Los periódicos, la cultura y la pistola de Goebbles», del siguiente modo: «El periodismo tiene hoy más que nunca una importancia y una responsabilidad enormes en la formación de la cultura de un país».3

      CLAUDIO MAGRIS: Ante todo querría hacer una precisión en relación con esta pregunta que para mí es fundamental y a la que después responderé. A propósito de la cultura y sobre el equívoco que existe en relación con la categoría de intelectual; porque se considera «a priori» —y no entiendo por qué— como intelectuales a quienes cultivan una determinada disciplina y no a quienes cultivan otra.

      Nunca he comprendido por qué cultivar algunas disciplinas, como la mía, debe dar «a priori» una garantía de juicio crítico, libre, más que a otras; no es verdad. Basta pensar que los más grandes escritores del pasado siglo, alguno de los más grandes, han sido fascistas, nazistas, estalinistas. Pirandello manda un telegrama de solidaridad a Mussolini tras el asesinato de Matteotti. Sin embargo nosotros continuamos amándolo, comprendiendo el recorrido tortuoso y enmarañado que le ha llevado a este gesto, pero ciertamente su portera entendía la política en aquel momento mejor que él. Céline, en efecto, es un gran escritor que te enseña el amor por la miseria, pero escribió cosas que en aquel momento eran aberrantes. Los intelectuales franceses eran devotos en la «mesa roja» en Moscú y asistían devotamente a la implicación de tantos compañeros suyos en la lucha comunista. Knut Hansum uno de los más grandes escritores fue nazista, etc., etc., etc. Y no es verdad que ejercitar, incluso genialmente, una determinada actividad dé mayores garantías.

      De hecho, yo rechazo siempre firmar cualquier manifiesto sobre cuestiones generales (naturalmente si es un manifiesto sobre la literatura alemana lo haré) si no es un manifiesto que se ofrezca a la firma de todos los ciudadanos adultos, como el Manifiesto de las 2000 palabras de Václav Havel, que estaba expuesto a todos los praguenses. Rechazo firmar un manifiesto que no requiriese la firma de mi madre o de mi vecino. Exactamente como el derecho al voto. No imaginamos que Borges deba tener dos votos y yo y ustedes uno. Sin duda algunos nombres constituyen justamente un gran reclamo, que es una cuestión política; la opinión de Bobbio presiona más que la mía. También porque, según creo, cultura significa solo una cosa: la capacidad crítica y autocrítica que sitúa a cualquiera y a uno mismo en el contexto de la generalidad, sin ser víctimas de la idolatría particular.

      Un escritor que se afana por completo en escribir libros para que se les hagan las reseñas, es exactamente no culto, inculto, vulgarmente inculto, o bien víctima de compasión del mecanismo de la sociedad, como ocurre con el famoso film de Chaplin Tiempos Modernos (1936).

      Naturalmente existen deberes, los deberes elementales humanos, que se refieren a todos y no solo algunas categorías en particular: las grandes cuestiones políticas, sociales, económicas, la injusticia… cada uno de nosotros está llamado a contribuir con los medios que tenga. Por tanto, entre los medios que yo poseo, modestos, está la pluma y naturalmente la uso; y no vale ni más ni menos (incluso menos) que la de una actividad como, por ejemplo, de los comités de barrio para socorrer a los que están muertos de hambre. Y estos son los deberes de todos.

      Vayamos a la respuesta a la pregunta. El periódico es una gran milicia. Yo escribo en los periódicos, en Il Corriere, desde hace 49 años.4 Es verdad que cuando llegó el nuevo administrador delegado, muy joven, le dije: «espero que se encuentre bien entre nosotros» (risas…) y antes escribí durante dos años en el periódico de Trieste Il piccolo Trieste y en Turín en La Gazzetta del Popolo. Todo ello dejando aparte Il Corriere. Yo escribo artículos de literatura, de viajes, de reportajes, de cosas que me vienen a la cabeza y también de mis intervenciones de tipo político, que hago no de muy buena gana, porque yo escribo sobre esto solo cuando existe algo que tengo la sensación de que me obliga a intervenir moralmente para denunciar un hecho, para defender a alguien, para atacar, para protestar por algo. Y no lo hago con gusto porque ningún deber constituye un placer. Si esta mañana, viniendo a la Facultad, hubiese visto a alguien tratando de matar a un niño, no hubiera podido venirme tranquilo a recibir este espléndido homenaje que me ofrecéis y olvidarme de ello. Naturalmente habría debido intervenir «coûte que coûte»; y no lo habría hecho con placer; en primer lugar porque habría tenido miedo; en segundo porque hubiera preferido que algún intrépido joven granadino lo hubiese hecho.

      Estos artículos que he hecho son muy míos, porque son (expresan) toda mi pasión, pero hubiera estado más contento de que los hubiera escrito otro; mientras que, por el contrario, un artículo sobre un paisaje que he visto, sobre un flash de una historia estoy contento de haberlo escrito yo. Exactamente igual que cuando uno se siente obligado a empuñar un arma; a veces puede ser trágicamente necesario para defender a alguien, pero no es divertido, y, cuando es divertido, resulta peligroso. Cuando estas batallas morales se convierten en algo que uno hace con placer, se convierte en el placer del moralista, que es un placer muy peligroso. Uno tiene que ser moralista, y a veces muy a menudo, pero también es necesario aguantarse las ganas de serlo, controlarse.

      Volviendo a la pregunta sobre el periódico, que me interesa muchísimo. He aprendido tanto en el periódico; es una especie de escuela de resistencia, de defensa personal, de lucha china o japonesa (que yo no he practicado nunca), porque es necesario resistir al mundo que presiona y que te golpea la espalda; pero resistir no de una manera abstracta, sino interviniendo. Algunas veces, cuando se me han pedido determinados artículos, yo los envío sin discusión previa; pero también debo decir que otras ocasiones he dicho que no, porque no soy capaz (bueno sí sería capaz, pero no los hago). Algunos de los artículos que considero más míos, que verdaderamente se corresponden más con mi manera de sentir, no los habría escrito jamás, ni siquiera los habría pensado, si alguna noticia del mundo no me hubiese sorprendido, dejado estupefacto y me hubiese obligado a sacar fuera de mí aquello que sin esa noticia no habría sucedido jamás. Después existen testimonios que se sumergen en el polvo, en el polvo impuro de la crónica, del pastiche, pero yo creo mucho en las dos grandes preguntas: la verdad, como dice el Evangelio, madre del tiempo o hija del tiempo; creo que es más madre que hija, pero la verdad debe zambullirse en el tiempo, no puede quedar al margen (aislada); debe ensuciarse las manos igual que nos las ensuciamos cuando ayudamos a un hombre manchado de sangre; nos ensuciamos las manos, incluso el vestido. Y a veces es necesario ensuciarse en luchas menos nobles que la de socorrer a un herido.

      El periódico es verdaderamente una especie de novelón que cada día carga sobre sus espaldas la historia del mundo o parte de la historia del mundo. Y luego está las aproximaciones: un artículo al lado de otro (sin relación ninguna entre ellos) como un gran poema surrealista, porque al lado de que se refiere a las tragedias que suceden en África, aparecen las declaraciones del honorable tal, acusado de vender su propio vino a la empresa que lo había comprado porque se vio favorecido por la empresa. En este sentido es una especie de novela dostoyevskiana de los terribles hechos que suceden. Es una grandísima escuela. Verdaderamente le debo mucho y debo decir que como prueba de ello son los 49 años que llevo escribiendo en Il Corriere.

      Il Corriere es un periódico muy importante, que se encuentra inmerso en tensiones, maniobras, manos que lo quieren coger. Yo he vivido a fondo el período más difícil y glorioso, los tres años de Cavallari, cuando Il Corriere con la administración controlada, tras el escándalo de la P2 (Propaganda 2, una logia masónica), Calvi muerto encontrado ahorcado en el Blackfriars… En el período en el que estaba más identificado teníamos escasez de dinero; no estábamos seguros el lunes de tener dinero para tinta el viernes (aún se utilizaba la tinta). He vivido y aprendido mucho. Después ha habido momentos, no sé cómo decir, no menos agradables, pero algo menos exigentes. Y aquí debo decir una cosa: jamás ha sucedido ningún equívoco, siempre ha existido una relación (a veces dura a veces de total identificación) pero nunca equívoca. Recuerdo una vez, hace ya muchos años, que escribí un texto sobre un acto terrorista y había una cosa en la primera página que me parecía que no funcionaba. Entonces, a las 8 de la tarde, dije lo siento, quitad este artículo y arreglároslas. Sentía que debía quitarlo.

      También resulta fascinante y no es solo fascinación: una vez sucedió que tuve que escribir un texto a las 11 de la noche a mano, porque yo siempre