Francisco Sierra Caballero

Ciudadanía digital y desarrollo local


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alterando las relaciones sociales y las formas de organización, el estudio de los cambios que acompañan a este proceso de innovación social constituye un objeto material de investigación particularmente relevante. Más aún cuando son visibles, en los procesos de desarrollo y gobierno locales, nuevas desigualdades y formas persistentes de exclusión de los bienes y servicios avanzados de información pública entre diferentes segmentos de la población, poniendo en evidencia la necesidad de pensar nuevas lógicas de participación y desarrollo sostenible, a fin de generar formas de confiabilidad y buen gobierno basados en la creatividad social y la inclusión de la ciudadanía.

      Sabemos que las transformaciones experimentadas en el campo de la comunicación están incidiendo en la recomposición de las esferas públicas y privadas, con la crisis del concepto de servicio público y la progresiva individualización y vaciamiento de los vínculos comunitarios, al tiempo que se observa:

      a) La multiplicación de foros de discusión y el desarrollo de espacios de expresión y visibilidad social de grupos de población tradicionalmente excluidos de los medios convencionales de información.

      b) La proliferación de grupos y colectivos sociales de movilización e intervención política.

      c) El desarrollo de experiencias participativas de creatividad social en el uso y apropiación de las nuevas tecnologías para el desarrollo comunitario.

      Se da, sin embargo, la paradoja de que, ante la crisis de representación y gobernanza al calor de los procesos intensivos de transformación global del capitalismo, las autoridades locales, y en general la Administración Pública, apenas han explorado las potencialidades de transformación social que permitirían reinventar, desde la cibercultura, la democracia local y la representación de lo público y lo común. Como veremos en el presente libro, los resultados arrojados indican que, frente al Uso Avanzado de los Sistemas de Información y Representación Social, las autoridades locales siguen ancladas en el Uso Subdesarrollado de las Tecnologías Desarrolladas, reeditando la idea republicana y conservadora de Madison cuando la democracia más requiere innovación, una nueva ciencia basada en la participación creativa, en la autonomía social, sin la mediación instrumental y limitada de la comunicación como dominio que restringe, de acuerdo al paradigma de la representación, las formas de acceso y control social de la mediación. En el contenido y tensión de la que es portadora esta paradoja podemos situar la crítica a las deficiencias del modelo dominante, observadas durante el trabajo de campo, ante la intensificación a escala geométrica de los procesos de globalización y sus efectos colaterales en el plano local, entre ellos la susodicha desconexión de los ciudadanos, la falta de compromiso cívico o la negación directa a participar de los tradicionales modelos de mediación, claramente inadecuados en la cultura y las formas interactivas contemporáneas de la era digital. La prevalencia del modelo o paradigma informacional de gestión y organización de la comunicación pública moderna está siendo, no obstante, reemplazada paulatinamente por prácticas sociales y actividades de interacción política lábiles, fluidas, empoderadas, por lógicas de construcción y cooperación social colectivas como, por ejemplo, la conectividad y el activismo de los nuevos movimientos sociales, que utilizan dichas herramientas como recursos de información y organización interna, o, por poner otro ejemplo, la conexión entre asociaciones civiles y grupos específicos de población lideradas por el denominado Tercer Sector, que contribuyen a trazar nodos y macro-redes conectadas incluso a escala internacional, y/o experiencias surgidas, como Anonymous, del propio ciberespacio. «Los media interactivos, las comunidades virtuales desterritorializadas y el auge de la libertad de expresión que permite Internet abren [en este sentido] un novedoso espacio de comunicación, inclusivo, transparente y universal, llamado a renovar profundamente los diversos aspectos de la vida pública en el sentido de un mayor incremento de la libertad y la responsabilidad de los ciudadanos» (Lévy, 2002, pág. 9).

      La constatación del hecho práctico, concreto y material de la ciberdemocracia plantea a este respecto, de acuerdo con Lévy, la necesidad de trascender la clásica noción de participación individual y/o comunitaria sostenida por algunos estudios sobre Capital Social y Desarrollo. Las complejas tramas de sentido y conformación de la subjetividad contemporánea apuntan, al contrario que la mayoría de los estudios auspiciados por la Comisión Europea y la investigación administrativa, la clara y potente emergencia de un nuevo modelo de la mediación compleja y solidaria, que promueve la apertura de espacios públicos locales, y una formación ética de la ciudadanía orientada al empoderamiento social y colectivo desde una concepción praxiológica y construccionista de la intervención con los nuevos dispositivos tecnológicos.

      Afirmábamos, por lo mismo, al inicio de esta introducción, que si algún sentido tiene apostar por la participación como principio rector de la democracia y el desarrollo local, es porque se concibe la comunicación como contexto y horizonte de progreso para favorecer las relaciones anticipatorias y liberadoras, porque se aspira a promover relaciones de cooperación y formas de ciudadanía activa, porque, en suma, se apuesta por activar las relaciones de confianza y el interés público a partir de los contextos locales y los mundos de vida. El desarrollo social de las NTIC debe, en este sentido, ajustarse a los procesos de apropiación social por la comunidad, a las necesidades radicales de expresión y desarrollo cultural de la ciudadanía, así como a los retos económicos-políticos de interés público de la localidad, pensando la participación y las posibilidades abiertas por los nuevos medios digitales como un proceso de construcción colectiva del desarrollo basado en la cooperación, la organización de redes cívicas democráticas y proactivas y el diseño de los planes de cambio social a partir de la creatividad individual y colectiva de los propios actores locales.

      Por supuesto, este empeño, cuando pensamos en nuestro objeto de estudio, significa ir mucho más allá que simplemente, como observamos en las políticas locales, propiciar el acceso a la red mediante la gratuidad de servicios municipales o autonómicos de infraestructuras públicas como los telecentros. Antes bien, conceptualmente, se trata más bien de procurar experimentar con la creación y autoorganización de la ciudadanía de acuerdo a los principios de la democracia participativa. Pero en nuestro ámbito observamos que la participación política y la ciberdemocracia son definidas de acuerdo a los límites jurídicos e institucionales de las formas modernas de ordenamiento político y social ya superadas o, mejor dicho, desbordadas por los procesos de construcción social colectiva. En este punto, participamos de la idea de que es posible, y más que necesario, registrar un cambio de orientación en la teoría y las prácticas sociales tendiente a valorar la importancia del rol que pueden jugar en el espacio público otros actores por la acción y oportunidad que ofrecen las nuevas tecnologías. Pero tras la realización del trabajo de campo tal constatación inicial es, cuando menos, discutible o, por ser precisos, poco evidente o empíricamente constatable si del ámbito municipal o local hablamos. Antes bien, prevalecen los usos y concepciones instrumentales del papel de las NTIC en los procesos de cambio social. No es casual, en este sentido, que experiencias como el branding urbano y el marketing promocional de las ciudades hayan desarrollado con especial intensidad, en los últimos años, el uso aplicado de las nuevas tecnologías de la información en procesos de transformación local con participación de la ciudadanía, para garantizar la confianza y el buen gobierno en la construcción de nuevos espacios públicos a partir del principio de diseño por consenso. Desde el diagnóstico a la planificación estratégica del territorio, el urbanismo de los flujos ha orientado su práctica de intervención pensando en los sujetos y en la creciente circulación de información que hace posible lo que Indovina denomina ciudad difusa. Pero esta nueva lógica tiene lugar en el marco de políticas urbanas que tienden a favorecer una mayor participación privada y un menor control de los poderes públicos en la gestión del espacio territorial en virtud de cuatro directrices básicas:

      a) El diseño de estrategias publicitarias y mercadológicas de promoción del territorio para competir por los recursos en los mercados de capitales a escala global.

      b) La apropiación corporativa del espacio público y, en consecuencia, la expropiación privada y selectiva de infraestructuras y servicios de comunicación y cultura.

      c) La planificación estratégica del territorio con participación de distintos agentes, tanto