por lo que prestan mucha atención a la iluminación, la exposición, el enfoque y el postprocesado, a fin de que el espectador pueda deleitarse en cada detalle de la imagen. La narración de la historia es una parte muy importante en su estilo y sus imágenes contienen el ingrediente de la emotividad a la vez que conservan una cuidada belleza que cautiva al espectador. Los fotógrafos de Xpression International consideran que el álbum impreso en un cuidado libro constituye la mejor forma de presentar sus reportajes. Para conseguir construir una atractiva historia trabajan en ella desde la concepción de las fotografías hasta el retoque y puesta en página.
Si seguimos ahora con El Marco Rojo, posiblemente cada una de sus respuestas será muy diferente. Lo primero que le llamará la atención será la espontaneidad y frescura con que capturan lo que ocurre delante de sus cámaras. Para ellos lo más importante es transmitir la acción y la emoción de sus participantes al espectador. Los escenarios no tienen aquí un papel predominante, por lo que les gusta elegir entornos urbanos más cotidianos o que tengan una cierta relación con la pareja y su estilo de vida. Usan todo tipo de recursos de iluminación, punto de vista y enfoque para subrayar la acción que está ocurriendo, no dudando en situar a la pareja a contraluz para expresar mejor el cariño que transmiten sus perfiles silueteados mirándose o realizando una toma desde arriba de la pareja tumbada a fin de capturar su complicidad. Si pueden, motivan a las parejas para que se salgan de poses clásicas y expresen sus propias personalidades en las imágenes.
Los fotógrafos de El Marco Rojo han logrado captar la espontaneidad del beso de esta pareja de recién casados, aislándolos de la escena y del resto de personas en la sala mediante un punto de vista elevado. De hecho, el fotógrafo Víctor Martí tuvo que subirse encima de la mesa, mientras su ayudante iluminaba la escena con el flash montado sobre una pértiga. Como suele ser habitual en su estilo lo importante es la acción que transcurre, la narración de un momento especial de la pareja, que en este caso se enfatiza al incluir al rabino que acaba de certificar su unión en una interesante composición basada en triángulos.
Nikon D750, Nikkor 24 mm f/2,8, ISO 800, f/4,5, 1/80 segundos.
Hay tantos estilos de reportaje de boda como fotógrafos. El fotógrafo Joe Buissink explicaba en un vídeo reciente que “Si llevamos a diez fotorreporteros a un evento para tomar fotografías, todas serán diferentes porque cada persona que dispara el obturador lo hace basándose en quién es y cuando piensa que es el momento adecuado. Cada uno usará objetivos y puntos de vista diferentes pensando en quienes son ellos mismos […] Nadie puede disparar el obturador sin que haya algo de él mismo en esa imagen”.
No obstante, sí podría intentarse una cierta clasificación de los estilos de reportaje de boda que puede ayudarle en la búsqueda de su estilo propio. La mayoría de los fotógrafos especializados y libros sobre fotografía de boda se refieren a los siguientes estilos: reportaje clásico, fotoperiodístico y retrato creativo. A continuación profundizaremos en la concepción, equipo y método de trabajo de cada uno de ellos.
Reportaje clásico
Existe una larga tradición de reportajes de boda a lo largo del siglo XX, en ellos, los estudios fotográficos de retrato aplicaban sus conocimientos y experiencia para conseguir una secuencia de fotografías donde la pareja y sus familiares fueran recogidos con la solemnidad que la ceremonia de enlace requería. La mayoría de esas fotografías son excelentes retratos posados en estudio o en un entorno de iluminación muy controlado, donde se presta una extrema atención a todos los detalles. Aún sigue siendo bastante común en muchos países y muy solicitado por los contrayentes.
Este tipo de reportaje suele planificarse con sesiones preboda o postboda en estudio o en localizaciones donde se pueda trabajar tranquilamente. Además de esas fotografías más posadas es habitual ofrecer realizar un reportaje durante la ceremonia, que incluya también retratos de grupo de la familia y amigos al finalizar la misma. El álbum resultante es más un conjunto de retratos posados que una historia en sí misma, porque esa narración suele aportarla el operador de vídeo que es habitual contratar en este tipo de cobertura de boda.
En el reportaje clásico, el fotógrafo toma el control en la mayoría de las situaciones, dirigiendo la acción, sugiriendo las poses o cambiando de posición a los participantes. En caso de contar con un planificador de boda, su colaboración puede resultar una buena ayuda, ya que tiene la experiencia de muchas otras bodas para resolver problemas y hacer que la secuencia de actividades se desarrolle fluidamente.
Sin embargo, si sus intervenciones son muy frecuente puede hacer que las fotografías se aprecien como excesivamente posadas. Todos hemos asistido a ceremonias donde el fotógrafo solicita continuamente una “sonrisa para la cámara”. Esta operativa se encuentra tan inmersa en el inconsciente colectivo de los participantes, que en muchas ocasiones incluso el oficiante o los propios novios detienen la acción, por ejemplo cuando cortan la tarta, para que el fotógrafo capte mejor el momento. Si la mayoría de las fotografías se ven demasiado preparadas, el conjunto del reportaje perderá espontaneidad y se apreciará una cierta rigidez en la secuencia de acciones. Aunque no hay que olvidar que muchas parejas desean ese tipo de reportaje tradicional, sin demasiadas concesiones a la experimentación artística o a la improvisación de acciones fuera del marco de los momentos clave de cada etapa de la ceremonia.
Las imágenes de parejas en estudio con atrezo y fondos pintados fueron durante décadas el único testimonio fotográfico del enlace. El fotógrafo situaba la iluminación cuidadosamente, dirigía la pose y retocaba extensamente el negativo obtenido antes de realizar las copias. Fotografía de pareja con vestuario de boda, primeras décadas del siglo XX.
En la era de la fotografía química, para este tipo de reportajes era común usar cámaras de medio formato (6x4,5 cm y 6x6 cm) e incluso era habitual recurrir a cámaras de placas de gran formato (9x12 o 13x18 cm) para el retrato nupcial en estudio. Al evolucionar hacia la fotografía digital, muchos de esos estudios siguen considerando necesario disponer de una cámara de altas prestaciones que les proporcione una cierta aura de profesionalidad, por lo que escogen cámaras digitales de formato medio tipo Hasselblad, Mamiya o Pentax. El tamaño y peso de esas cámaras hace difícil fotografiar instantes rápidamente, requiriendo de un método de trabajo más lento y organizado.
Por supuesto, el entorno favorito de estos fotógrafos es su propio estudio donde pueden disponer de varios fondos y elementos de atrezo, así como un buen surtido de flashes y accesorios de iluminación. En caso de trabajar en localizaciones o para la ceremonia suelen llevar como mínimo un par de cabezas autónomas de flash con sus trípodes y paraguas. Además, recurren a equipos de flash portátiles para suplementar la iluminación durante la ceremonia, de modo que puedan disparar a las altas velocidades de obturación que requieren ese tipo de cámaras para no producir fotografías con trepidación.
Habitualmente los fotógrafos situarán los equipos de iluminación en el altar o en el lugar escogido para las fotografías de grupo al menos media hora antes del comienzo de la ceremonia, así como realizarán las mediciones y fotografías de prueba necesarias. Durante la ceremonia suelen limitarse a recoger los momentos cumbre, tales como la entrega de los anillos y las arras, el primer beso, etc. Una vez acabada la ceremonia empezarán a organizar las composiciones de los diferentes grupos en la escena preparada anteriormente, fotografiando uno tras otro con el énfasis habitual en poses perfectas y sonrisas. A veces esta secuencia puede hacerse interminable, por lo que el fotógrafo debería contar con la participación activa de algún familiar de los novios o un planificador de bodas, que vaya llamando