y lo eterno, lo mortal y la inmortalidad.
El descubrimiento de lo inmortal dentro de lo mortal, de lo eterno en lo temporal, es quizá la intuición más deslumbrante que Platón ofrece en el diálogo. Comprobada con los hechos de la vida misma en su esperanza de inmortalidad, ha logrado asentar la base de una plena felicidad. Los diferentes grados de ser inmortal, que corresponden al diferente potencial de las acciones humanas, excavan en el fundamento desde lo más bajo y material, para elevar al hombre a la contemplación del bien como realidad en sí y como fuente eterna de felicidad.
En teoría, no solo Sócrates se declara de acuerdo con el proceso de educación que debe transformar al hombre en otro ser, capaz de vislumbrar el bien en sí, sino que él mismo es propuesto como modelo a través del discurso crítico de Alcibíades. La escena en la cual Sócrates es presentado absorto en la contemplación, ausente de la materialidad de las cosas durante todo un día, confiere a esta figura un valor de signo: con él se pasa fácilmente de lo visible a lo invisible, de lo temporal a lo eterno e inmutable.
3. Lectura de Filosofía del ser (Louis de Raeymaeker)
Este libro es una introducción escolástica a la metafísica.
En 1947, el holandés Louis de Raeymaeker publicó Filosofía del ser. Ensayo de síntesis metafísica. Seguramente fue influido por la fenomenología y su centro en Bélgica, la Universidad de Lovaina, pero permaneció adherido a la tradición escolástica. En la introducción declara su intención de fundarse en la experiencia y de allí construir una metafísica. Rehaciéndose a Kant (loc. cit.) y a Cristian Wolf (12) , Raeymaeker piensa superar el empirismo filosófico –el cual termina generalmente en un escepticismo, con una reflexión especulativa que excede la realidad fenoménica– y alcanzar el modelo de los grandes filósofos desde Platón hasta Hegel.
Piensa que la tendencia a «situarse en el punto de vista de las cosas» nace de la naturaleza del conocimiento humano. Pero su punto de vista no es la experiencia, sino el yo consciente. Partir de la consciencia, como fundamento de un acto, limita el enfoque a un análisis de conciencia. Crea una metafísica que Heidegger (loc. cit.) critica por considerar que «pertenece a lo pensado» (lo pensado es abstracto) y no a lo «por pensar» o apertura, éxtasis, proyección.
1 Una revisión del primer capítulo de esta obra es suficiente para conocer la diferencia entre el pensamiento escolástico y la nueva corriente fenomenológica. Raeymaeker trata de tomar de la fenomenología el enfoque a la experiencia y a la vida misma, pero no logra una verdadera síntesis y queda encerrado en la terminología y en la conceptualización tradicional. Pretende adherirse a la experiencia, pero, de hecho, no lo hace y especula de inmediato, lejos de las cosas:Parte de la conciencia como referencia reflexiva, lo cual produce un análisis subjetivista.Incluye la experiencia en la consciencia, y desde la consciencia y sus abstracciones.Analiza el «acto» como si fuera el de un «yo» y, por lo tanto, alejado de las cosas.Este acto del «yo» marca un límite entre el «yo» y «no yo». También estos dos elementos son conceptuales: se trata de un límite generalizado, y no de un acto experimental originario.De allí en adelante, el análisis del ser no regresa a la experiencia, sino que se sirve constantemente de descripciones y divisiones entre conceptos. El resultado es una gran construcción conceptual derivada «lógicamente» de principios y no de forma experimental, lo cual contrapone la situación escolástica a la fenomenología. Figura 8 Los dos métodos pretenden crear una metafísica, pero desde diferentes principios y fundamentos; sus resultados, consecuentemente, también son desiguales. Aunque muchos de los términos verbales parezcan idénticos, los significados son realmente diferentes. Los términos empleados por Raeymaeker (loc. cit.) conservan el significado derivado de la escolástica, fundamentalmente de santo Tomás de Aquino y de Aristóteles. Se cita esta obra de la primera mitad del siglo XX con el objeto de establecer un punto de demarcación con otros pensadores de la segunda mitad de este siglo, claramente situados en la perspectiva fenomenológica, como los que se estudiarán: Gabriel Marcel (loc. cit.), Merleau-Ponty (loc. cit.), Martin Heidegger (loc. cit.), Emmanuel Levinas (loc. cit.), Jean-Paul Sartre (loc. cit.), Nikolai Berdiaeff (Espirit et Liberté, 1992, p. 27) y Pierre Teilhard de Chardin (loc. cit.). El autor discute la elección del punto de partida para elaborar dicha metafísica y afirma la posibilidad teórica de tal construcción. Finalmente aterriza en la «consciencia» (loc. cit., p. 20). Para un fenomenólogo no hay ninguna discusión posible: el punto de partida es la experiencia. En realidad, no se trata de un punto: en este caso, la metáfora no tiene sentido, ya que se trata de un horizonte. No podemos partir de «la totalidad de las cosas» o del todo, antes de haber analizado la experiencia. Tampoco tiene sentido hablar de un «objeto formal» de la metafísica, si no se ha hablado de formas.
2 El autor se pierde en el esfuerzo de encontrar un «punto» en la totalidad de las cosas. Para el fenomenólogo, el comienzo es «dado» en la experiencia y no hay para qué buscarlo:No es un punto ni una línea ni una superficie, sino una región.No es singular ni plural.Pero es claramente visible y determinado.En su devenir concreto.Para darle sabor de solidez y amplitud, Calvin O. Schrag, en Experience and being (1969, p. 16), cita un largo párrafo de Whitehead (1933), que por su originalidad conviene repetir aquí: Nada puede ser omitido, experiencia ebria y experiencia sobria, experiencia durmiendo y experiencia caminando, experiencia soñolienta, y experiencia ‘bien despierta’, experiencia autoconsciente, y experiencia autodistraída, experiencia intelectual y experiencia física, experiencia religiosa y experiencia escéptica, experiencia ansiosa y experiencia despreocupada, experiencia anticipativa, y experiencia retrospectiva, experiencia feliz y experiencia penosa, experiencia dominada por emoción, y experiencia autocontrolada, experiencia en la luz y experiencia en la oscuridad, experiencia normal y experiencia anormal (Adventure of Ideas, p. 29). El fenomenólogo empieza con la presencia de un ser experimetal (físico) definido, luminoso que:SorprendeSe imponeSe daSe presentaSe contraponeAbre posibilidadesSe hace conocerLa experiencia posee todos los caracteres de lo limitado: lo particular, lo definido, con varios potenciales. También posee toda la realidad trascendente de lo ilimitado: nunca es completo, presenta un sinnúmero de puntos de vista, remite a otros seres relacionados, despierta la conciencia, crea la visibilidad y lo invisible, despierta la atención. Lo dado en la presencia experimental es «evidente», pero nunca «total». De manera contraria, el escolástico busca la totalidad, la plenitud, la definición, con el fin de poseer o adquirir un concepto. Es así como, para Heidegger, en la línea es el cero (no un punto, sino un horizonte); para Schrag (loc. cit.), un campo dinámico; para Whitehead (loc. cit.), la justificación del pensamiento. Necesariamente la experiencia es reducida a unidades conceptuales, que son iguales a la individualización. Para el fenomenólogo, no es problema la elaboración de concepto; el problema consiste en no separar, no romper el nexo, conservar el contacto (ambiente) entre la experiencia y el pensar.
3 Con esta concentración de experiencias, es obvio que no se trata de un punto o de un ser, o de una totalidad abstracta, sino de una realidad concreta a la cual Whitehead (1929), en Process and Reality: An Essay in Cosmology, se refiere con la frase: «la elucidación de la experiencia inmediata es la única justificación de cualquier pensamiento» (p. 6). Si es justificación, significa que lo fundamenta: lo precede y lo produce. Con una expresión breve y feliz, Schrag (loc. cit.) la define como un «campo dinámico». Y justifica la palabra «campo», por el uso que se hace de esta en el lenguaje diario y en la práctica técnica, así que adquiere un significado que supera toda particularidad. ¿Qué pueden tener en común un campo de béisbol con un campo magnético o un campo de milpa con un campo de correlaciones sociométricas? Por tanto, es importante que el uso de la palabra campo, en relación con la elucidación de la experiencia, sea aclarado con respecto al contexto, su alcance y significado. La posibilidad de aislar y separar algunos contenidos o aspectos de la experiencia (individualizar) es posterior y es dada por la experiencia misma. Por ejemplo: veo esta estatua, veo este monte, veo este joven atleta... separados de su horizonte. Estas visiones fragmentarias son resultado de operaciones derivadas y no las originarias, propias del campo dinámico experimental. Sin caer en el exceso de lo que Schrag llama «unidades granulares», como si la experiencia se diera ya por sí en fragmentos