Antonio Gallo Armosino S J

El Acontecer. Metafísica


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es también bueno?, ¿o, también, carece de lo que es bueno? Agatón confiesa que no puede contestar.

      2 Recuerda Sócrates su encuentro con Diotima, la mujer de Mantinea. Los descubrimientos de Diotima se articulan en dos etapas: la primera tiene forma de diálogo; la segunda, una descripción. En la primera se investiga la naturaleza del amor: No cree que sea un dios, porque carece de aquello que se espera de él.Es un ser intermedio entre lo mortal y lo inmortal, es decir, un espíritu medio.Se encuentra tal espíritu medio en las artes proféticas, en los sacrificios, en la adivinación y en las hechicerías.Hay muchos espíritus: el experto en artes espirituales, lo mecánico, como un experto en cosas más mundanas; el amor es uno de ellos.El amor nació el mismo día que Afrodita y se enamoró de su belleza. Él es hijo de necesidad y de técnica; es rico en recursos, pero también sufre necesidad. No es bello ni suave; es duro y áspero, descalzo y sin casa, duerme en los atrios, en la tierra, bajo las estrellas.Posee tantos recursos como su padre. Está a mitad del camino entre la sabiduría y la ignorancia.Los dioses no buscan el saber, porque ya lo poseen. No tienen belleza ni bondad ni bienes ni inteligencia, y no aspiran a las virtudes que nunca tuvieron.¿Quiénes son los que buscan sabiduría? Los seres intermedios. Uno de ellos es el amor.Es amante de lo amable; es más el amado que el amante. Usted piensa en el amor como amado y no como amante; por eso cree que posee todos estos bienes.Entonces, ¿qué bienes trae el amor a la humanidad? El amor busca hacerse bello él mismo. Por lo tanto, ¿qué gana con esto? Si es que busca el bien, ¿qué gana con el bien?Gana la felicidad. La felicidad es tal en cuanto posee el bien. Todos aman al buscar la felicidad. Cada uno en su arte: filósofos, atletas, negociantes. No buscan la otra mitad como se dijo, solo el bien.En general se puede afirmar que los hombres buscan el bien.En la generación hay algo divino. El amor tiende a la generación que la belleza produce.Hay un elemento inmortal en nuestra mortalidad. El hombre evoluciona y cambia cada día.Algo olvida, algo aprende, es siempre diferente. Así cada criatura se perpetúa. Así, el cuerpo, que es temporal, participa de lo eterno.Toda la creación es inspirada por este amor: la pasión por la inmortalidad. Engendrar hijos naturalmente es una forma de inmortalidad, aunque sea material.Sócrates subraya que este es el razonamiento más impresionante que haya escuchado.También se busca la inmortalidad en la fama; el amor a la gloria. Hay ejemplos en la historia y en las tragedias. Cada uno busca una fama que perdure sin fin.Los que engendran cuerpos esperan sobrevivir en los cuerpos; los que engendran del espíritu, producen cosas del espíritu: sabiduría, virtudes, artes.Los que gobiernan las ciudades y ordenan a la sociedad aspiran a una inmortalidad más noble, ya que están más cerca de lo divino (Licurgo, Solón).

      3 La segunda parte de los descubrimientos de Diotima se expone en forma de relato continuo. Se trata de un proceso de elevación al que debe someterse quien busca realmente el amor: El proceso de iniciación se eleva por siete niveles:De un ser concreto individual a todos los cuerpos.De los cuerpos a la belleza de las almas.De las almas y su belleza espiritual a los discursos.Hasta la belleza de las leyes e instituciones.A la belleza de las ciencias.Hasta el gran océano infinito de la belleza en general.A la revelación final de la belleza en sí, vista cara a cara.Esta elevación subsiste por sí misma sobre los cuerpos, sobre las palabras. No existe en otra cosa, sino en su unidad. De esta fuente infinita se reparten las bellezas entre las cosas, que crecen y también se desvanecen. Se llega a esta comprensión por un proceso que empieza desde lo más bajo, tal como se describe a continuación:La vida del hombre es digna de vivirse para alcanzar la visión de la «belleza del alma».Quien sea devoto de la belleza, es candidato a la belleza universal, que se descubre en su mirada interior hasta que alcance la revelación final: «subiendo la escalera celeste».Nunca, entonces, volverá a las ilusiones de los bienes materiales (el oro, los vestidos, las bellezas inferiores).El que haya alcanzado esta meta adquiere la posibilidad de abrirse a esta visión: su vida será envidiable y abierta a la contemplación de lo que es uno y para siempre.Su actitud hacia el bien será verdadera y no únicamente una semblanza; será llamado «un amigo de Dios».

      Comenta Sócrates que ha sido convencido por este razonamiento, y que ha aceptado esta doctrina, por la cual el amor ayuda a la naturaleza humana.

      El último discurso, El banquete, consiste en una exaltación de la figura de Sócrates por parte de Alcibíades, político, uno de sus admiradores, que en ese momento llega al banquete en estado de completa ebriedad. Esto no le impide relatar una serie de episodios de valor y de moralidad de la figura de Sócrates, ya que ensalza el poder de su método filosófico:

      1 El elogio a Sócrates contrapone su aspecto material (comparándolo con Marsias) y su valor intelectual o su belleza interior.

      2 Es capaz de encantar a los oyentes con una palabra.

      3 Cuando habla, me siento invadido por una furia.

      4 He oído grandes oradores como Pericles y no me han impresionado de ese modo.

      5 Con él soy como un esclavo fugitivo: deseo estar lejos tanto como me sea posible, pero no puedo defenderme.

      6 Sócrates se hace el ignorante (en referencia a la Mayéutica).

      7 Intentó seducirlo, pero no fue posible, y describe su absoluta devoción.

      8 Detalla su resistencia a las intemperies (caminaba en el hielo y en las campañas de guerra, y moderaba su alimentación).

      9 Describe su capacidad para abstraerse en meditación por un día entero absolutamente alejado del mundo.

      10 Y pondera el valor se sus razonamientos, incomparables con toda otra autoridad intelectual.

      Los seres que se asoman entre líneas no pertenecen a la visión intelectualista y meramente pragmática del «Libro VII» de La República. Aquí reina una atmósfera de ensueño, tanto por el marco real del banquete como por su intención de celebrar la victoria de un poeta y dramaturgo, como por el hecho de concentrar la atención sobre el tema del amor, un tema difícilmente ubicable entre los objetos metafísicos. El amor es situado en el origen de la creación, entre las divinidades, a pesar de las formas muy terrenales que había asumido en la civilización griega: culto de la belleza juvenil, arte de la escultura, mitos, ambiciones literarias, políticas, etc.

      No es extraño que los primeros oradores se esmeren en decorar los acontecimientos del amor con vuelos líricos y recuerdos de las divinidades. Esta es la base sobre la cual se elevan dimensiones de toda clase: la moralidad de los actos del amor, las consecuencias sociales de las formas expresivas de los sentimientos de amistad y los que acompañan formas más exclusivas de amor, hasta implicar las leyes que ordenan o castigan los desvíos de la conducta ciudadana. Se amplía así el horizonte de los seres que se producen en las relaciones interpersonales y sus efectos buenos y malos, hasta cuestionar el sentido de la vida humana en general y la función del amor en el contexto de esta vida.

      Así, surgen lo subtemas de lo justo y de lo bello, de lo bueno y de lo conveniente, de lo ordenado y de lo desordenado, de lo digno y de lo vergonzoso, de las relaciones cívicas y del servicio a la patria, de la vida familiar y de la persona en su propio desarrollo individual, de las virtudes de paz y moderación y de las esclavitudes que humillan y destruyen al ser humano. Y como flujo constante y subterráneo de una intención más profunda, surgen los problemas de la muerte y de la inmortalidad, de la infelicidad y de la conquista del bien.

      El tono de las investigaciones cambia repentinamente al Sócrates dar comienzo a sus preguntas, orientadas a la definición de conceptos y a una estricta lógica de los hechos. Si la inquisición crítica desbarata fácilmente las frases altisonantes de los poetas, ahí es donde fácilmente se vuelve nebulosa la elocuencia del poeta, y el mismo Sócrates se encuentra acorralado por las deducciones escuetas de Diotima de Mantinea. Las dos partes del discurso socrático aportan el verdadero fundamento para una especulación metafísica. La definición del concepto de espíritu, con su mediación en diferentes elevaciones del ser, termina de una vez con las frases retóricas y los mitos, para introducirnos a un razonamiento especulativo que se rige sobre la más amplia experiencia humana del ser y termina en la búsqueda real de la satisfacción sin límites, que llamamos felicidad. De paso, se aclara otra situación dialéctica, que supera todas las demás parejas de contrarios que se han enfocado a lo largo de la velada: ya no es