Sebastián Blaksley

Elige solo el amor: La morada santa


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otras palabras, siendo uno en el ser, aun así, tú eres tú y tu hermano es él.

      La vida está compuesta por infinitas expresiones de un solo amor santo. Ser la expresión única del amor de Dios es tu función y alegría. Si observas bien mi vida en la tierra verás que lo único que hice fue ser auténticamente el que me fue revelado que soy en verdad. Es decir, el Cristo viviente que vive en mí.

      Nunca quise confrontar, o cosas semejantes, en relación a las creencias, dogmas y doctrinas. No vine a crear una religión. Vine a ser el que soy. Y eso demostré. Esa es tu misma función y la de todo ser viviente.

      Cuando eres auténticamente el que eres en verdad, es decir, cuando vives desde tu ser y sigues lo que tu mente unida a tu corazón te indica desde la sabiduría de Cristo, entonces cuando surge la confrontación actúas desde la autenticidad del corazón y, por supuesto, sin miedo.

      Si eres el que eres en verdad, entonces si surge el debate, participas sin perderte en él. Quizá sientas que debas dar tu punto de vista, y entonces lo harás sin el deseo de convencer a nadie. Serás tú mismo expresándote en esa situación. Lo mismo aplica a toda circunstancia de la vida. Descansar en lo que eres es el único modo de encontrar reposo, seguridad y unidad.

      El punto de encuentro eres tú mismo. Desde ahí te expresas y eres el que eres en verdad. De esto se desprende que existen tantas verdades como seres creados hay. Esto no quiere decir que la verdad no sea una. La verdad es una y muchas a la vez, tal como el tiempo es corto y largo a la vez. El amor es uno y muchos a la vez. La vida es una pero se expresa de infinitas maneras. Esto es lo mismo que decir que el universo es lo suficientemente vasto como para que exista espacio para todos y todo.

      No en las ideas, ni en los sentimientos, ni en las creencias, ni siquiera en el amor o en la verdad es donde puedes encontrarte. Solo puedes encontrarte en tu ser, porque no hay nada más que tu ser.

      3

      El poder de la dulzura

      Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”

      I. Ternura y fortaleza

      Quizá te resulte un tanto extraño ver que este diálogo se llame el poder de la dulzura y al mismo tiempo estemos hablando del poder de Dios y del de tu corazón, los cuales son uno y lo mismo. Aclarar esto es importante a estas alturas. El ego solía asociar la dulzura con debilidad y la bondad con impotencia. ¿No es cierto que muchas veces, por no decir casi siempre, el mundo trata con aspereza y a veces con violencia o desdén a los bondadosos y tiernos?

      Cuando se me llamó el cordero de Dios, lo que se buscaba expresar con ese símbolo era exactamente aquello de lo que estamos hablando aquí. El cordero es el símbolo perfecto de la docilidad, la ternura, la bondad y la dulzura de Cristo. Durante el proceso de mi pasión redentora, una de las cosas que se demostró de modo claro fue que, ante cualquier circunstancia, la ternura está justificada. En otras palabras, mi mensaje fue que no existen razones para desconectarte de la dulzura de tu corazón. El mensaje es el mismo en aquel entonces y ahora.

      Hermano, la ternura de Dios es el regalo del cielo que te ha sido dado desde toda la eternidad. No lo rechaces, ni desprecies. Más bien recíbelo con alegría y amor. Te lo entrego en mis sagradas manos. Acéptalo.

      Si hay una razón por la que el mundo parece ser un lugar cruel, es por la falta de dulzura que hay en él. El ego no podía ser tierno, pues no sabe nada acerca del poder ni del amor. Recuerda que el ego era la idea de la impotencia. Era una identificación con un ser que estaba separado de la esencia de la vida y con ello, de la sabiduría. Ahora que el ego se ha ido y solo quedan los patrones de pensamiento y respuesta emocional que la mente y el corazón han utilizado a lo largo de siglos, podemos comenzar serenamente a re-conectarnos con la ternura de Cristo y vivir en unidad con ella.

      Todo lo que te rodea está teñido de ternura, si observas con los ojos del amor. Donde existe el amor, ahí está la dulzura. Donde mora la ternura, allí mora la verdad. La tierra, a la que llamas tu hogar, no es la excepción, puesto que en ella habita el espíritu de Dios.

      ¿Cuántas veces al día demuestras la dulzura de tu corazón? ¿Cuántas veces la recibes de tus hermanas y hermanos? ¿No es cierto, amado de mi alma, que la ternura parece ser la gran ausente del mundo?

      Escucha lo que tengo que decirte: ¿quiénes fueron los que me acompañaron a la cruz? Solo un puñadito de personas. ¿Quiénes eran? ¿Por qué ellos sí y otros no? Se necesitaba mucha entereza y fuerza interior para poder estar a mi lado en horas tan difíciles. Solo los fuertes de espíritu podían hacerlo. Solo los tiernos de corazón pudieron estar presentes. Ese fue el pequeño grupito que subió conmigo hasta el monte de la cruz. Despedazados por fuera, perfectamente unidos por dentro en la unidad del amor.

      Hijo de la ternura divina, no estoy trayendo a la memoria el episodio de mi crucifixión para que te aflijas o cargues tu alma de dolor y culpabilidad. Eso es imposible, pues ya has trascendido al ego y sabes que la crucifixión no es ya motivo de sufrimiento sino de alegría en la resurrección. Traigo el ejemplo de mi vida, y muy particularmente el de la cruz, para que no quede duda alguna en cuanto a la relación directa que existe entre la dulzura y la fortaleza. La unión del poder de Dios con la dulzura del amor perfecto es lo que significa el símbolo del cordero de Dios.

      El león y el corderito descansarán juntos, se ha dicho. Esto quiere decir que la bondad y la fortaleza volverán a ser una unidad. En efecto, solo cuando ambas energías del alma se unen en tu consciencia singular, puedes decir que estás integrado. La aspereza no forma parte del amor, del mismo modo en que no lo hace el miedo. Donde habita una, desaparece la otra. Son como el agua y el aceite, simplemente no se pueden unir.

      II. El lenguaje amoroso

      Una de las maneras más fáciles que tienes para observar si estás conectado o no con la dulzura de tu corazón es el lenguaje que usas. Los corazones duros hablan de un modo áspero. Su lenguaje desune, es poco tolerante y deja siempre un regusto a quien lo da y a quien lo recibe.

      Hablamos de estas cosas porque ahora estás en perfectas condiciones de dejar ir todo lo que no procede del amor. Puedes distinguir entre los pensamientos amorosos y los que no lo son por su aspereza. Unos son burdos y carentes de sutileza. Los otros son sutiles, dan alegría y extienden gozo tanto para el que los da como para el que los recibe. Unos dan miedo, los otros dan amor.

      Recuerda que estos son los tiempos de María. Los de la dulzura del amor. Estás viviendo en un tiempo en que los espíritus están en condiciones de expresar la belleza del alma como era en el principio. Comencemos ahora mismo. Aquí, desde esta llamada que el amor te hace a ti. Allí donde creas estar. Sin dilaciones. Sin detenerte en consideraciones que solo demoran la llegada de la expresión de la ternura de Dios.

      Solo los limpios de corazón pueden expresar la bondad del señor. Esto se debe a que solo los que tienen una mirada limpia, es decir, los que viven en la verdad, permiten que su ser exprese lo que Dios es.

      Dios es verdad. Esto quiere decir que para que todo lo que Dios es se manifieste en ti, es necesario que vivas en la verdad. Vivir en la verdad es humildad. La verdad es un camino. Un camino que comienza contigo mismo. Dicho de otro modo, ser veraz contigo mismo es la base para que el amor de Cristo que eres se exprese en razón de lo que él es. No eres otra cosa que él.

      ¡Amado de la verdad! Si no vives como el Cristo viviente que vive en ti, entonces el amor perfecto que eres tiene que esperar en el centro de tu ser, como si estuviera encerrado dentro de un cofre muy hermoso, esperando a que le llegue el tiempo de dar a luz todo un universo de amor y verdad.

      ¿Verdad que a pesar de que los cuerpos tienen la potencialidad de engendrar, no siempre lo hacen, por diversas razones? Lo mismo ocurre en tu corazón. Si no permites que el amor fecundo dé a luz, la luz de Cristo no se extiende desde ti, aunque viva en ti. Esto es lo mismo que decir que si no permites que el poder de Dios se funda con la ternura del amor, entonces el ser que eres deja de extenderse libremente y