Sebastián Blaksley

Elige solo el amor: La morada santa


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ahora mismo a extender el reino de la ternura del amor y verás grandes cambios en ti y en tu entorno. Recuerda que tal como es adentro, así es afuera. De tal manera que comencemos por el principio, es decir, por tratarte con ternura a ti mismo, a Dios, al mundo y los demás.

      ¡Hermano amado! El mundo está cansado de violencia y desatinos y pide a gritos que le regales la ternura de Dios. No le niegues semejante tesoro. Regálale al mundo la belleza del amor que vive en ti. Eso es verdadera sanación.

      4

      Alegría de ser

      Un mensaje de la santísima virgen María

      I. Dios es alegría

      ¡Hijito bien amado de mi inmaculado corazón!

      Gracias por responder a mi llamada. Soy tu madre y te amo con amor perfecto. Soy la dulzura del amor de Dios hecha mujer, sin dejar de ser tal como Dios me creó para ser. Soy aquella que tu corazón busca. Soy el refugio seguro de tu alma.

      Ven ahora y siempre a echar mano de los tesoros de mi corazón de madre del amor puro. Nuevamente te digo que todo lo mío te pertenece, porque en mí no existe nada que no sea de Dios. Ora, hijito. Ora por los milagros. Ora por la sanación de los corazones. Ese es el milagro más grande. Ora para que tus hermanas y hermanos en Cristo regresen al estado de alegría de ser.

      Fuiste creado para ser feliz en el amor de Dios, tal como todo lo creado es. Sonríe más cada día, para que el mundo se llene de alegría. Dentro de tu corazón, en unión con mi inmaculado corazón y el sagrado corazón de mi divino hijo Jesús, existe la fuente de la alegría. Permanecer unido a ella es vivir en la verdad de tu ser.

      Dios es alegría. Esto es lo mismo que decir que es amor, puesto que el amor y la alegría son uno y lo mismo. Los que viven en la presencia del amor son alegres, además de ser fuertes. He venido por la voluntad del creador y tu disposición a revelarte el misterio de la alegría de ser. Digo misterio y digo palabra acertada, pues para aquellos que han vivido por tanto tiempo fuera de la experiencia de la alegría de vivir, la fuerza del amor ha pasado a ser un misterio, a pesar de que es lo más conocido por el universo.

      Dios no se oculta de nadie ni de nada. Esa es la razón por la que yo, como madre de los vivientes, tampoco me oculto de nada ni de nadie. No hay motivo para ocultarse. Soy la luz de la verdad. Soy la luz del mundo que brilla en ti. Soy María, Madre de Dios, de Jesús y tuya. Soy madre de la creación. Soy la alegría de Dios y de los santos, tal como lo eres tú.

      Así como se ha dicho que la dulzura parece ser la gran ausente del mundo, también lo es la alegría, su eterna compañera. Esto se debe a los patrones de memorias dolorosas. Son los resabios de los tiempos de la lucha. Tiempos en que la identificación con el cuerpo-ego hizo que vivieran sumergidos en una carrera desenfrenada por la supervivencia, olvidándose del poder providencial del amor de Dios. El ego no puede digerir la alegría, porque el ego es la carencia del amor.

      Vivir con el ceño fruncido es la consigna del ego. Lucir serio y preocupado, así como también lo es el hablar siempre de cosas dolorosas o “importantes”. Es cierto que la experiencia del dolor existe en la dimensión del tiempo y el espacio. Y también es cierto que muchas veces ese dolor enoja a quienes aún no han comprendido quiénes son, a la luz de la santidad. Sin embargo, también es cierto que el mundo es neutro. No tiene ningún poder real sobre mis hijos.

      Los que viven en Dios no tienen nada que temer. Pueden darse el lujo de ser felices y vivir alegres en el amor porque saben que tienen una madre amorosa que vela por ellos, como ninguna otra madre puede hacerlo ni lo hará jamás. Ellos conocen el poder del amor. Lo aceptan y se regocijan en él.

      II. Solo Dios es real

      Soy tu María dulce. Soy la ternura de Dios hecha palabra. Los pensamientos de Dios dan alegría porque son un solo pensamiento de puro amor. Nada que no sea amor pertenece a Dios, por lo tanto, no pertenece a la realidad.

      Dios es la única realidad. Esto es lo mismo que decir que solo el amor es real. Si bien esto ya lo has escuchado, no siempre has hecho de esta afirmación la verdadera regla de tu mente. Cuando digo regla no me refiero a volver a crear nuevas estructuras mentales que hagan que reemplaces el viejo contenido por uno nuevo sin cambiar de mentalidad. No. Recuerda que estás viviendo en los inicios de la mentalidad milagrosa y has abandonado la identificación que tenías con la mente condicional. Lo que estamos diciendo con esta verdad es que debes comenzar a negarte decididamente a ver cualquier cosa que sea irreal.

      Yo, el corazón inmaculado de María, en perfecta unidad con el sagrado corazón de Jesús, unidos eternamente a tu corazón, somos la única realidad creada por Dios. Somos la totalidad del amor hermoso. Somos pureza y trinidad santa. Nada fuera de nuestra unidad existe realmente. Solo puede existir en fantasías pueriles o imaginaciones tan enfermizas que no pueden hacer ninguna otra cosa que causar daño, aunque sea temporario.

      Es cierto que la imaginación o las fantasías, por sí mismas, no pueden causar ningún daño. Sin embargo, la identificación con ellas hace que la mente busque hacerlas reales. Al hacer eso, crea estados en los que pueda convencerse a uno mismo de que lo son y esa auto-convicción de que la irrealidad puede ser y es real, es lo que hace que exista el estado doloroso. Quien vive en una irrealidad, tarde o temprano, sufre. Esto se debe a que crear fantasías e identificarse con ellas es una actividad mental que no está en armonía con la voluntad de Dios y, por ende, con la mente de Cristo. Es algo antinatural al ser. En otras palabras, la realidad es mientras que la irrealidad no es.

      Hablamos de la realidad del amor y la ilusión del miedo o fantasías de separación porque estamos hablando de la alegría de ser. Toda alegría procede de Dios, tal como toda santidad, pureza y amor también. De tal modo que para que puedas vivir en el estado de ser, y con ello goces de alegría duradera, es necesario vivir en unión con lo que eres en verdad.

      Existe una relación directa entre verdad, amor y alegría. Nadie es feliz en la mentira. Nadie puede experimentar alegría de ser si no ama lo que es. En efecto, las fantasías o ilusiones de las que hemos estado hablando se han creado por la mente pensante para poder negar al ser y con ello la verdad. Dado que el ser que eres en verdad es amor y nada más que amor, entonces al negar tu ser niegas al amor y a todos sus tesoros, incluyendo la armonía, la felicidad y la dicha sin fin. Esto ya lo hemos dicho también, pero lo repetimos para que no olvides que, del hecho de hacer de esta verdad tu realidad cotidiana, depende tu salvación.

      No te digo esto para crear preocupaciones. Yo sé, en la perfecta certeza de Dios, que la verdad no te provoca ninguna otra cosa que alegría. Sé bien, y tú también, que ya no le temes a la verdad. Has abandonado al miedo. Ahora vives en la presencia del amor. Si te digo todo esto es porque te amo. Lo que más desea mi corazón de madre de la creación es que seas feliz. Puedo mostrarte el camino, descorrer velos, revelar patrones de pensamientos que deben ser abandonados serenamente, y muchas otras cosas más. Todo eso es importante. Pero lo esencial no está en ello. Lo esencial es el amor.

      Nuestra relación madre-hijo no es solamente la puerta de entrada al reino de los cielos, sino el cielo en sí. Esta es la razón por la que me manifiesto cada día más y seguiré haciéndolo por los siglos de los siglos. Lo hago por amor.

      El Padre que te ama con amor divino ha dispuesto que nuestra relación trina sea la realidad del amor para ti. En efecto, lo es también para el mundo entero. La creación entera vive en mí tal como yo vivo en ella. Esta afirmación es tan cierta para conmigo como para contigo. La realidad divina vive por entera en tu santísimo corazón, y tú vives en toda la creación. En la unidad de todo lo que Dios creó reside la alegría de ser.

      Observa, hijito, como muchas veces tus hermanas y hermanos, incluso tú mismo en el pasado, no lograban encontrar alegría sincera en la vida que vivían. Es un hecho que son pocos los que se ejercitan serenamente en dar gracias a Dios por haberles dado la vida, si bien es algo que todos debieran hacer constantemente para activar esa parte del ser donde mora la alegría de ser. Esta actitud de poca gratitud a la vida, o de desconfianza,