Sebastián Blaksley

Elige solo el amor: La morada santa


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creación es la que hace imposible que unos reciban más que otros. Dios da a todos por igual.

      El amor no separa, une. No puede crear una situación de división de ninguna especie. Por lo tanto, suponer que hace consideraciones especiales con unos y no con otros es algo ajeno a la verdad de lo que el amor es. El sol sale para todos. Ya hemos hablado acerca de la igualdad del amor. En efecto, de este asunto se ha hablado mucho, aunque parezca que se avanzó muy poco. La diferencia que existe no reside en la esencia del amor, sino en su expresión. En otras palabras, somos todos iguales en el amor y diferentes en la expresión.

      No existe una relación igual a otra porque no existen dos corazones idénticos. Nadie puede amar en lugar de otro. Cada cual tiene el corazón que Dios le dio, capaz de albergar la totalidad divina en cada uno de ellos, y a la vez con la libertad de expresarse como su voluntad lo disponga. Amor y libertad son una unidad.

      II. Respuesta e identidad

      La diferencia que existe entre unos y otros no reside en la fuente, sino en la respuesta. La voz del amor se comunica a todos y todo, pero no todos responden de la misma manera. Existe una trampa mental que estamos trayendo a la luz. Es un patrón de pensamiento. Un programa mental. Vamos a desprogramarlo dejándolo ir para siempre. Estoy hablándote de ese pensamiento que te dice que no eres lo suficientemente digno para ser elegido por Dios. Esa falsa creencia que te convenció de que María, Jesús, Buda, Cristo, Swami, o cualquiera que sea el nombre que quieras ponerles a las diversas realidades espirituales, tales como arcángeles, ángeles o maestros ascendidos, no pueden comunicarse contigo pero sí con otros.

      La clave no está en si el cielo te habla o no. La clave está en qué haces tú con el hecho de que Dios te está comunicando su amor constantemente, sin importar si le respondes o no con reciprocidad. El amor es vida y no existe duda alguna de que se te está comunicando vida de manera incesante. De lo contrario, no existirías. El amor no solo se comunica con pensamientos o sentimientos, deseos o anhelos. Se comunica de ser a ser. Es decir, que comunica ser. En otras palabras, si el amor no se comunicara contigo, no serías nada. El ser existe porque el amor lo sostiene en la existencia. Y hace eso por medio de la relación que tiene contigo.

      Hermanas y hermanos de todo el mundo, tenéis una relación con el amor. Tenéis una relación con la vida. Esa relación es la relación que existe en las profundidades de vuestros corazones con Dios. Podéis anularla en gran medida de vuestras consciencias, pero no podéis eliminarla de vuestro ser. Podéis intentar ser indiferentes a la llamada del amor y a la relación santa que existe con él. Pero no podéis hacer que no exista, puesto que la relación divina es el fundamento de la creación. El amor es relación. Este es el motivo por el que no se puede anular la comunión que existe entre el alma y Dios.

      El amor te está invitando ahora mismo a que te olvides de todo lo vivido. A que dejes atrás tu modo de pensar y tus creencias en relación al hecho de que la comunicación directa con Dios sea algo para pocos, y por seguro no para ti. Cristo quiere que te abras a expresar muy concretamente lo que ocurre en tu interior con él. Existe un diálogo. Lo sabes bien. Cada vez que haces silencio puedes observar y oír ese diálogo. ¿Qué tal si comienzas ahora mismo a hacerlo visible para ti y para el mundo entero?

      Si sigues y expresas las inspiraciones de tu corazón, las cuales proceden del espíritu de amor, estarás haciendo observable la relación que tienes con Dios. Quizá lo hagas escribiendo un libro, o transmitiendo mensajes, o pintado libros, o curando enfermos, escuchando a los afligidos, creando organizaciones de todo tipo o yéndote a vivir a la cima de una montaña. ¿Quién sabe? Solo tú puedes saberlo.

      Solo tú puedes responder en tu modo particular a todo lo que ocurre en el universo interior de tu alma. Y en efecto lo haces siempre, incluso cuando estás durmiendo. Dicho llanamente, solo tú puedes hacer observable la relación que tienes con el amor y de ese modo extender el amor que eres.

      Hemos llegado al punto en donde hemos unido con perfecta claridad el amor con la relación, y la extensión de tu ser con la expresión de la relación directa que tienes con Dios. En efecto, esta expresión de la relación directa con el amor la haces siempre, de un modo u otro, porque tu vida es la manifestación externa de lo que ocurre en tu interior. Puedes bloquear la expresión, pero si somos sinceros, ese mismo bloqueo es ya una respuesta. Puedes negar el diálogo de amor que existe entre tu creador y tu ser, pero eso no hace que no respondas.

      De lo que estamos hablando es de responder afirmativamente al amor que Dios es, el cual vive en ti. Este es otro modo de decir que aceptes la santidad que eres. Que aceptes deliberadamente que eres el santo hijo de Dios, creado a su perfecta semejanza con el propósito de ser feliz en el amor perfecto, extendiendo el reino de los cielos por toda la eternidad.

      Dado que lo que no se manifiesta queda oculto de tu consciencia, si no manifiestas la relación directa con Dios y tu ser, entonces ese diálogo de amor, el cual ocurre incesantemente en tu alma, queda velado para gran parte de lo que eres y de lo que son tus hermanas y hermanos. Negar la relación directa con Dios, es decir, no responder con reciprocidad y expresarla del modo en que prefieras hacerlo, es como si tomaras la decisión de casarte con la persona que amas y no contárselo a nadie ni expresarla de ninguna manera.

      Si ocultaras tu matrimonio a todos, incluyéndote a ti mismo y tu cónyuge, o la relación de amor puro que tienes con un amigo, un hijo o cualquier familiar amado, considerarías que estás loco en cierta medida. Y no estarías muy desacertado. Sin embargo, por alguna extraña razón, no consideras una locura el negar la relación directa que tienes con aquel cuyo amor ejerce una fuerza tan irresistible, que no puedes siquiera controlar.

      El amor de Dios por ti y de tu ser por él es literalmente la fuerza que mueve al universo. Es tan grande que abarca todo lo que existe y pueda existir. Es tan incondicional que nada ni nadie puede eliminarlo jamás. Es tan sublime que no puede expresarse en palabras. Y, sin embargo, es el amor que más has ocultado de la mirada de los demás. ¿Por qué?

      Muchas veces se busca ocultar lo que es valioso como mecanismo de protección. Sabes que a menudo no solo ocultas lo que no te gusta, sino que custodias en los templos sagrados, en lugares donde casi nadie puede ingresar, aquello que más amas. Aquello que consideras sagrado.

      Hijo mío, eso que proteges tan celosamente, por medio de todo un sistema de protección porque sabes que es santo y no estás dispuesto a que sea pisoteado o profanado por nadie, es tu ser. Ya hemos hablado de este aspecto de tu alma, pero lo que ahora estamos revelando es que ello no solamente es tu ser, sino que es la relación santa. Es la relación unitiva con Dios. Es la relación en sí, además de tu ser y Dios.

      El ser y la relación son uno. Esta simple afirmación es la esencia de la verdad acerca de lo que eres. Si el amor es unión, entonces tiene que ser relación santa. Si eres el ser que Dios creó para ser, tienes que ser también la relación que Dios creó. A esto llamamos relación santa. Es decir, la relación que tienes con todo lo creado. Relación de unidad. Relación de amor. Relación en la que existen todos los pensamientos de Dios en grado infinito. Es a esa relación trina, en la que está tu ser, Dios y el espíritu de amor que reúne dentro de sí todas las cosas, a donde te estoy llevando.

      Esta obra, revestida de palabras de vida eterna te ha llevado y seguirá llevándote, cada vez más profundamente, al amor de la santísima trinidad. Un amor que no tiene principio ni fin. Amor perfecto. Amor de Dios. Hace eso por medio de la manifestación de la relación directa con Dios. Recuerda que cada vez que pasas un tiempo pensando en Dios, estás conscientemente en el cielo. Esa es la razón por la que la mente reposa en el recuerdo del creador.

      III. Relación divina. Amor santo

      Tomar consciencia de la relación que existe entre el creador y la creación es hacer visible lo que es invisible. Lo que intento recordarte con esto es que detrás de todo lo que existe, hay una malla de interconexiones que permite que todo sea como es y se desenvuelva como lo hace. Hay una inteligencia o sabiduría detrás de todo lo creado y también un fluir de “un algo” a lo que muchos llaman “energía espiritual” que está constantemente creando la vida manifestada. Esa inteligencia,