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Empuje y audacia


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nos encontramos con un déficit de recursos públicos especializados que realicen intervenciones jurídico-administrativas y asistenciales, técnicamente adecuadas, para abordar este fenómeno con una perspectiva de género y de derechos humanos, lo que genera nuevas estructuras de indefensión y vulneración de derechos ante clasificaciones erróneas e incompletas, contribuyendo así a mantener la invisibilidad de una realidad que aumenta día a día. Además, existen elementos diferenciadores entre las distintas categorías de menores migrantes que son víctimas de trata y tráfico, esto es, muchos de ellos inician su viaje en una categoría y acaban siendo víctimas de otra. En el caso de las niñas y jóvenes es frecuente que inicien su viaje como traficadas, al igual que la mayoría de los varones, siendo trasladadas de forma irregular de un territorio a otro, para acabar siendo tratadas y forzadas a la esclavitud y servidumbre con mayor asiduidad que los varones. Y es que se trata de un costoso viaje en cuanto a esfuerzos, tiempo e incertidumbres y, en muchos casos, a pesar de la financiación de la familia, el dinero resulta insuficiente, por lo cual tienen que completarlo con otras fuentes de financiación como es la prostitución; por tanto, es ahí donde entra en «juego» la trata en personas que aparentemente no han sido obligadas a migrar.

      Asimismo, muchas de las niñas y mujeres jóvenes temen denunciar la explotación que sufren por miedo a ser arrestadas o deportadas a sus países de origen, dado que la vuelta puede conllevar múltiples y variadas formas de represalia, tanto hacia ellas como hacia sus familias. Mientras unas pueden ser víctimas de la violencia, el vudú u otras formas de coerción psicológica o social, otras sufrirán una especie de exilio en origen, una muerte metafórica o deshonra cultural que implica el aislamiento y la marginación de su comunidad, consecuencia de su rechazo a obedecer los mandatos patriarcales (Hadjab Boudiaf, 2011).

      Algunos hechos dificultan la detección y correcta intervención con estas niñas y adolescentes pues la aplicación inmediata de la ley del menor cuando son interceptadas y su tutela, así como el excesivo celo en la protección de sus datos, genera que la información se diluya en el entramado de las estadísticas generales sobre migraciones. De ahí que resulte complejo establecer una cifra fiable de personas traficadas y tratadas que cruzan nuestras fronteras, pierden la vida en ellas o se quedan atrapadas, así como las circunstancias en las que se producen estos traslados y el fin de los mismos, donde muchas de ellas son obligadas a ejercer la prostitución o quedan embarazadas como resultado de violaciones múltiples, abusos sexuales de pasantes, policías o sus propios compañeros (Fernández, 2011; Torrado, 2015).

      El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los/as Refugiados (2007) estimó que este tipo de migraciones se incrementó en un 145% entre el 2002 y el 2007, donde la mayoría de los desplazados fueron mujeres y niñas en condiciones de extrema vulnerabilidad, derivadas de la pobreza, la guerra y las persecuciones étnicas, religiosas o de género en sus países de origen. Otras organizaciones, como Save the Children (2008), denunciaron la situación de desprotección de los/as menores, afirmando que entre 40.000 y 50.000 de ellos, eran objeto de trata para la explotación sexual. También Unicef (2005), en su campaña contra el tráfico de seres humanos, afirmó que la mayoría de las víctimas eran niñas. Las múltiples discriminaciones de que son objeto les acarrean graves riesgos de sufrir abusos, violencias y explotación sexual. Entre el 2010 y 2012 se registraron 30.146 víctimas en los veintiocho Estados miembros de la Unión Europea, el 16% eran menores, el 13% eran niñas y el 3% niños (Eurostat, 2015).

      A nivel mundial, las niñas y los niños representan una tercera parte de todas las víctimas de trata de personas en el mundo, el 23% de niñas y el 7% de niños. En cuanto a zonas geográficas, el mayor número de víctimas de trata son de América Central y el Caribe y de África Occidental. El 79% de las víctimas de trata son mujeres y menores; las formas de explotación varían en función de contexto geográfico y político, en general, las mujeres y las niñas son explotadas para matrimonios forzados y esclavitud sexual, mientras que los hombres y niños son captados en su mayoría para trabajos forzosos en distintos sectores (UNODC, 2018).

      4. Conclusiones

      Las migraciones de niñas y adolescentes sin referente adulto se pueden considerar un modelo migratorio emergente y poco conocido, con nuevas pautas y estrategias de movilidad en nuevos escenarios, protagonizado por una variedad de perfiles (género, procedencia, proyecto migratorio), con características específicas y, condicionado por múltiples factores, derivados de la complejidad sociopolítica internacional propia de la globalización. Por tanto, a pesar de que se trate de una minoría estadística, es necesario abordar los vacíos de conocimiento con perspectiva de género, utilizando propuestas de investigación que permitan capturar todos sus matices, afrontar la escasa tradición en las ciencias sociales para trabajar con enfoque de género y generar propuestas de acción que mejoren el proceso de intervención, desde la identificación hasta su emancipación. El objetivo es que logren vivir como adultas autónomas e independientes integradas en la sociedad a la que llegan.

      Nadie duda de que el sexo y los mandatos de género modulan los comportamientos sociales e incluso las movilidades de personas. En el caso de las migraciones femeninas observamos cómo difieren de las masculinas, tanto en la naturaleza y configuración de sus proyectos migratorios como en los resultados de los mismos. El género condiciona en origen el proyecto migratorio de las niñas y adolescentes; a esto se añade que son interceptadas en menor medida que los varones por las autoridades españolas, lo que incrementa exponencialmente el riesgo acumulado en destino, quedando especialmente expuestas a las redes de trata de mujeres y a convertirse en víctimas de violencias múltiples. Además, es preciso destacar que, aunque lleguen a ser interceptadas y «protegidas», la desaparición es un final posible de su proceso migratorio.

      La convergencia de factores de opresión, la interseccionalidad, que afecta a las niñas y las adolescentes que migran solas o mal acompañadas, provoca el aumento de los riesgos durante todo el proceso migratorio, en el que son castigadas continuamente de múltiples formas por el simple hecho de ser mujeres. Resulta paradójico que, mientras los chicos son vistos como la esperanza del futuro y son premiados por asumir el reto de migrar, a las chicas, aun cuando son forzadas, se les penalice por intentar «alcanzar las brasas» para salvar a su familia; y, finalmente, queden estigmatizadas y marginadas en su comunidad de origen si fracasan en el intento. Sea como sea, su desafío a los mandatos heteropatriarcales tendrá un alto precio.

      La explotación sexual como destino final de las niñas migrantes es una realidad preocupante y creciente. Las cada vez más sofisticadas artimañas de las redes trasnacionales de trata de mujeres para esquivar fronteras y controles de cualquier tipo, dificultan el conocimiento exhaustivo de esa realidad, que, por otra parte, parece insuficientemente atendida por los Estados. En este entramado, las niñas y las adolescentes migrantes, traficadas igual que los varones, se convierten en mercancías con las que comerciar que pasan las fronteras sin ser vistas.

      Hemos visto que niños, niñas y adolescentes comparten características comunes, al mismo tiempo muestran grandes diferencias en cuanto a las motivaciones y resultados migratorios ya que fenómenos como el control a su movilidad, la imposición de normas patriarcales o la violencia y vulnerabilidad acumulada por el hecho de ser mujeres, sólo pueden ser visibilizados desde la perspectiva de género y no desde la simple cuantificación y complicación estadísticas, donde las niñas y adolescentes son una minoría en el conjunto total de las migraciones.

      5. Bibliografía

      Asamblea General de las Naciones Unidas (2016), Refugiados y migrantes. Informe del Secretario General. Accesible en: [https://www.acnur.org/fileadmin/Documentos/BDL/2016/10614.pdf].

      Barranco, C., González, I. et al. (2007), «Investigación sobre menores extranjeros no acompañados en Tenerife: Una aproximación a sus proyectos migratorios y a los educativos de los centros», en D. Godernau y V. M. Zapata (2007), La inmigración irregular en Tenerife, Tenerife, Cabildo Insular de Tenerife.

      Barroso, C., Carnero, F., Nuez, J., Torrado, E., González, L. V., Suárez, M. y Castro, C. (2006), Informe sobre los menores extranjeros no acompañados llegados a Canarias de 1996 a 2005, Viceconsejería de Asuntos Sociales e Inmigración del Gobierno de Canarias,