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Empuje y audacia


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los matrimonios forzados o la explotación laboral o sexual. Muchas de ellas quedan atrapadas en condiciones de clandestinidad entre fronteras o países de tránsito. En el caso de las que logran llegar a España, algunas no son identificadas como menores porque existe un interés lucrativo de las redes, para convertirlas en mercancías para la explotación sexual, lo que se produce en contextos de alta invisibilidad social y legal (Fernández, 2011; Torrado, 2015).

      Por tanto, se puede afirmar que las migraciones femeninas difieren de las masculinas, tanto en la naturaleza y configuración de sus proyectos migratorios como en los resultados de los mismos, es posible que todas las migraciones compartan la idea de mejorar la vida de las personas, pero difieren en cuanto a las estrategias, apoyos con los que cuentan y resultados de la movilidad. Por eso, en el caso de las niñas y adolescentes, se puede decir que la mayoría migran de forma forzada y no autónoma, ya sea por la fuerza de la necesidad o de la coacción, contando con menor apoyo de las familias y una mayor vinculación con las redes de tráfico y trata de seres humanos. Por esta diferenciación, heterogeneidad y dinamismo, es preciso enfatizar en la necesidad de buscar elementos teóricos explicativos de las causas y de los efectos de este tipo de migraciones, recurriendo al elenco de todas ellas y haciendo especial énfasis en aquellas que contemplan el fenómeno migratorio desde la perspectiva de género.

      En ese sentido, Paula Durán Monfort y Araceli Muñoz García indican en el capítulo 2, que no se puede partir de una mirada que contribuya a la homogeneización de colectivos. En el caso del estudio de niños y niñas y adolescentes, no basta un mero análisis descriptivo de los variables sexo, edad o procedencia. Es cierto que ambos tienen características comunes específicas, pero también diferencias en cuanto a las motivaciones migratorias y los resultados de sus proyectos migratorios. Por ello, el análisis con perspectiva de género, o lo que es lo mismo, analizar las causas que limitan o facilitan la movilidad de las personas por cuestiones de género, la influencia de los modelos patriarcales en esa movilidad o los resultados de esas migraciones en el caso de las mujeres y hombres, constituye un elemento fundamental para su conocimiento exhaustivo. Estos aspectos revelan, como hemos mencionado con anterioridad, que las migraciones de niñas y adolescentes al ser minoritarias estadísticamente en el estudio general de las migraciones, son escasamente visibilizadas a pesar de que presentan y adoptan pautas diferenciales a los varones en general y a los menores en particular; son un subgrupo de población donde la violencia y las desapariciones son una variable dependiente (Torrado, 2012).

      Algunos datos como los de la Fiscalía General y el Ministerio de Interior nos aproximan a estas realidades en cuanto a las desapariciones de menores, si bien presentan el hándicap de que sólo compilan aquellos datos sobre menores que han llegado solos a España y han sido tutelados por los sistemas de protección. Esto dificulta la cuantificación del fenómeno global y real del total de menores extranjeros que desaparecen en nuestro país, pues no todos los menores que migran son tutelados ni todos los que son tutelados son los menores que migran. No obstante, en el Informe de 2019 del Sistema de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin identificar (en adelante, PDyRH) vemos que aparecen registradas 176.063 denuncias por desapariciones de personas, de ellas quedan sin resolver 12.330, es decir, el 7% del total (CNDES, 2019).

      En la Tabla 1, por una parte, se observa que la práctica totalidad (92%) de las desapariciones activas de menores en España son de menores extranjeros y más de la mitad (57%) corresponde a menores fugados de centros; y por otra, llama la atención que a pesar de que las desapariciones activas de mujeres apenas superan el 10% del total, más de la mitad sean mujeres menores (53%) y una cuarta parte (27%) sean niñas extranjeras. En conjunto, se pone de manifiesto la «irrelevancia» cuantitativa de las niñas y adolescentes extranjeras en el mapa de las desapariciones activas en España, pues representan el 4% de los menores extranjeros cuyas desapariciones no habían sido resueltas a 31 de diciembre 2018.

      Tabla 1. Datos de desapariciones activas (DA) en España a 31 diciembre de 2018.

Total% Total D% Total DA% DA mujeres% DA menores% DA menores extranjeros
Total desapariciones (D)176.063
Desapariciones activa (DA)12.3307,00%
DA mujeres1.2960,74%10,51%
Da mujeres extranjeras6240,35%5,06%48,15%
Da mujeres menores6860,39%5,56%52,93%7,05%
Da menores9.7375,53%78,97%
DA menores extranjeros8.9645,09%72,70%92,06%
DA niñas extranjeras3610,21%2,93%27,85%3,71%4,03%
DA < 13 años3280,19%2,66%3,37%
DA niñas < 13 años730,04%0,59%5,63%0,75%
DA niñas < 13 años extranjeras370,02%0,30%2,850,38%0,41%
DA menos fugados centros5.0842,89%52,21%56,72%

      Fuente: elaboración propia a partir de los datos de CNDES, 2019. D: desapariciones; DA: desapariciones activas (denuncias que siguen sin resolver). Se registra la edad de los menores en el momento de presentar la denuncia. No se consideró la categoría «desconocido» en el momento de extraer los datos, por lo que algunos porcentajes pueden diferir de los recogidos en la fuente original.

      Estos datos muestran un panorama desalentador para los menores migrantes que llegan a España, pues uno de cada dos se fugará del centro de «protección» en el que ha sido acogido. Todo esto nos ayuda a confirmar que la «desaparición» es un posible final del proceso migratorio, también para las niñas y las adolescentes, pues, aunque su proporción sea menor en términos absolutos, visto con perspectiva de género se puede apreciar que una de cada dos mujeres que desaparecen es extranjera y menor.

      A la dificultad de interceptación e identificación de estos menores a su llegada a España, a la que hemos aludido con anterioridad, se le añade, que hay un importante número de menores tutelados que están desaparecidos. Este fenómeno de las desapariciones, ha sido denunciado por organismos internacionales como Naciones Unidas, que ha instado a España a que priorice una adecuada atención para evitar el desamparo y establezca mecanismos que primen el interés superior del menor, solventen las irregularidades en la determinación de la edad y los procedimientos de protección legal, erradiquen las devoluciones en caliente y atienda las quejas sobre los centros de acogida. Esta falta de mecanismos de protección está produciendo situaciones de saturación de centros y de riesgo de muchos de estos menores, abocándolos a la calle o a ser víctimas de las redes de tráfico y trata con fines de explotación laboral y, en el caso específico de las niñas y jóvenes, mayoritariamente con fines de explotación sexual (Naciones Unidas, 2018).

      No obstante, a pesar de que no todas las migraciones están indisolublemente vinculadas al tráfico y trata de seres humanos y de que esta idea haya sido promovida para instrumentalizar de forma estratégica la opinión pública (Mena y González, 2008), lo cierto es que la minoría de edad y el sexo se convierten en variables dependientes para ser, o no, víctimas de trata (Torrado y González, 2009). Sin embargo, este hecho ha sido escasamente estudiado en el caso de las niñas y adolescentes migrantes sin acompañamiento de un tutor legal o mal acompañadas, principalmente porque no existe tradición de investigar con perspectiva de género.

      3. Cartografiando las realidades y proyectos migratorios de las niñas y jóvenes migrantes en las fronteras intercontinentales

      En el desarrollo de los proyectos y expectativas migratorias de las niñas, las interseccionalidades convergentes y las múltiples opresiones, constituyen elementos de vulnerabilidad que van a influir negativamente en la consecución de sus objetivos. Así, los costes migratorios son mayores que en los niños, tanto en lo material como en lo personal. En sus trayectos migratorios, a través de lo que se ha denominado «castigos de género», se llevará a cabo la instrumentalización de todo tipo de actos de control y violencia con miras a producir sumisión e indefensión en las víctimas para su explotación. Estos castigos de género, se articulan fundamentalmente en el ejercicio de la violencia física y sexual ejemplarizante,