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Empuje y audacia


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mujeres y dos bebés. Dos de esas mujeres eran menores de edad, pero nadie lo advertirá. Ellas esperaron durante siete meses en Tánger para cruzar y mendigaban en la calle, no muy lejos de la casa donde trabajaba Salma. Aunque son menores de edad, ellas mismas no lo dirán y querrán que las dejen pronto «libres» para comenzar a trabajar en lo que sea. Una de ellas terminará explotada sexualmente en una red de trata de personas.

      1. Niños y niñas que se mueven: circulación infantil y juvenil

      La migración que analizamos en este capítulo se inscribe en un marco contemporáneo más amplio referido a los «menores en la migración». Whitehead y Hashim (2005: 11) constatan en su estudio Children and Migration que el número de menores de edad presentes en los procesos migratorios contemporáneos es cada vez mayor y también más difícil de cuantificar debido a la multiplicidad de situaciones en las que se pueden encontrar. Los autores se refieren principalmente a tres situaciones. Por un lado, los menores que «son dejados atrás» cuando emigra el padre, la madre o ambos progenitores; los menores que migran con sus familias; y, finalmente, los que migran ellos mismos de forma independiente o autónoma, incluyendo los que se ven abocados a hacerlo de forma forzosa por catástrofes naturales o por la guerra. En este sentido, me gustaría subrayar las situaciones en las que son los menores los que migran y las familias son las «dejadas atrás», es el caso de los menores que migran de forma autónoma. Estos chicos y chicas son numéricamente poco representativos, pero su movilidad pone de manifiesto una serie de fracturas, principalmente, entre los sistemas legales de protección de la infancia en el mundo y los sistemas de control migratorio y fronterizo, pero también en la propia construcción jurídica y social del sujeto «menor de edad» y de nuevas formas de subjetividad. Asistimos a una «nueva» forma de circulación infantil que nos obliga a repensar «los menores en la migración».

      Sin embargo, merece la pena detenernos en averiguar si esta migración es «nueva». A lo largo de las migraciones modernas y contemporáneas, los niños y niñas han estado presentes, solos y vinculados a las familias. Han sido viajeros, trabajadora o estudiantes en países diferentes a los suyos y también desplazados y refugiados como víctimas en distintos conflictos. La lectura histórica sobre la movilidad infantil nos desvela cómo han sido pensados y construidos los niños y niñas. Contemporáneamente existe un consenso sobre la construcción de los menores como sujetos de derechos y merecedores de una forma específica de protección por su minoría de edad, pero huelga decir que no siempre ha sido así. A lo largo de la historia se ha dado toda una variedad de construcciones sobre la infancia, la adolescencia y la juventud (Feixa, 1996, 1998; Gaitán, 2006). Para reflexionar históricamente en torno a la migración de menores, es necesario, por lo tanto, una reflexión sobre la construcción social de la infancia que pervive tras cada uno de estos momentos históricos, políticos y económicos. Y también, a la par, se hace necesaria una reflexión sobre las formas de gobierno en torno a la movilidad infantil.

      2. Migración autónoma y agencia

      Desde el Development Research Centre on Migration, Globalisation and Poverty de la Universidad de Sussex se han llevado a cabo varias investigaciones sobre la migración autónoma de menores de edad en Burkina Faso, Ghana, Bangladés y la India centradas en resaltar su capacidad de agencia. Se ha subrayado así la existencia de un vacío en la recopilación del modo en que los menores migrantes viven sus propias experiencias migratorias, es decir, la opinión y el punto de vista de los menores hasta ahora había sido prácticamente silenciado. Para corregir esta visión, estas investigaciones han cruzado las percepciones de los adultos (progenitores, organismos internacionales, entidades gubernamentales) con la propia visión de los niños y niñas para realizar una lectura diferente de la experiencia migratoria: por un lado, evitando la criminalización y por otro intentando superar la superprotección y la «biologización» de la infancia y reconociendo lo que de promoción y capacidad de decisión puede haber en la migración independiente de los menores de edad. Howard (2008: 19) rescata el protagonismo y la capacidad de agencia de los menores de edad en estos procesos migratorios de los niños y jóvenes migrantes en el sur de Benín. Tras su trabajo de campo concluye que «la migración autónoma de los menores de edad responde a factores estructurales específicos y debe ser representada cuidadosamente teniendo en cuenta las agentive decision (decisiones fundamentales) tanto de niños y niñas como de los adultos», que son frecuentemente eclipsadas por las formas de gobierno que dibujan la infancia exclusivamente como vulnerable y merecedora de protección. Sin duda, la forma más clara de reconocer esta capacidad de agencia y de decisión pasa por entender que «estamos ante un tipo de agente migratorio que sigue las trayectorias geográficas de las migraciones adultas pero tiene su propia dinámica y naturaleza», como Suárez formulará (2006: 15).

      Una serie de circunstancias que les atañen. Por ejemplo, la escolarización, la experiencia laboral, la orientación sexual, la relación con la familia, la relación con los amigos o el deseo de promocionar.

      Los recursos propios que se ponen en juego en el campo social transnacional. Por ejemplo, su propia condición de menor de edad o las redes de iguales.

      Los objetivos propios. Por ejemplo, las decisiones tomadas por ellos y que pueden diferir de las decisiones familiares o pueden guardar cierta consonancia.

      En relación a la familia, Orellana et al. (2001) analiza la movilidad de niños y niñas «desde su propia la perspectiva a partir de las decisiones que toman los adultos». Nos gustaría estudiar también la situación de las