Edgard Allan Poe

La narración de Arthur Gordon Pym


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del lector. En este sentido, Pym es un relato precursor de los cuentos de raciocinio que su autor escribiría más adelante.

      La novela presenta varios elementos temáticos de suma relevancia. La función del destino es uno de ellos, dado que a lo largo de la narración se subraya la certeza por parte del narrador de la existencia de una predestinación que puede entenderse o no en términos fatalistas, y que no proviene de un sentimiento religioso. Lo cierto es que, investido de su espíritu aventurero, Pym experimenta los acontecimientos que le suceden con una admirable capacidad de adaptación y aceptación, que es, en definitiva, y frente a lo que le sucede a la mayoría de personajes, lo que le convierte en un superviviente, rasgo que comparte con Dirk Peters, el otro protagonista de la historia, que, si atendemos a lo que se indica en la nota final, ha sobrevivido incluso a Pym y reside en Illinois, si bien, por razones no aclaradas, no puede ser localizado y entrevistado para darle una conclusión satisfactoria al relato.

      Peters, por su parte, nos sirve para introducir una cuestión esencial en la narración, que no es otra que la de la alternancia entre la blancura y la negrura, integrada simbólicamente en un tema que la trasciende: la problemática racial. Las acusaciones de racismo contra Poe, partidario de la esclavitud, como ya se ha dicho, han generado considerable polémica entre los críticos especializados. En lo que respecta a Pym, no pocos se han centrado en el hecho de que el cocinero negro del Grampus se muestra como un personaje en extremo violento y sanguinario, si bien lo cierto es que la mayoría de los amotinados, de raza blanca, se comportan de manera análoga. Sin embargo, Dirk Peters, personaje sin duda positivo pese a su apariencia salvaje, es racialmente «híbrido», pues la sangre nativa americana corre por sus venas. Por otra parte, se ha destacado en la narración el contraste entre elementos de claridad y oscuridad con evidente proyección simbólica. Así, la oscuridad del Grampus, sobre todo en lo concerniente a la experiencia claustrofóbica de Pym en la bodega del barco y la producida por las espantosas tormentas y experiencias traumáticas por las que pasan los supervivientes de la travesía, apuntan de manera alegórica a la opacidad y la violencia moral y física imperante en el interior de la nave. Por otro lado, la experiencia de Pym y Peters en el Jane Guy es más luminosa, acompañada por fenómenos naturales benignos y por la visita a lugares exóticos que despiertan el interés, la curiosidad, e incluso la fascinación del narrador del relato. Esa mayor claridad alcanza cotas sublimes mediante las descripciones de la blancura de los hielos del Polo Sur y del mar lechoso que, finalmente, conduce a la confrontación con el misterio último del ser gigantesco y enigmático cuya subyugadora visión pone fin a la narración de Arthur. Ahora bien, antes de alcanzar esta sorprendente conclusión, Pym, Peters y la tripulación del Jane Guy se han visto obligados a enfrentarse, con resultados catastróficos para la mayoría de ellos, con la oscuridad de Tsalal, cuyos nativos tienen incluso los dientes negros.

      En mi opinión, el episodio no debería ser interpretado de manera simplista en términos de proyección del racismo de Poe, sino como un reflejo del miedo al otro, a lo diferente, que surge siempre, de una u otra forma, en el encuentro colonialista, en el que apariencia, costumbres, y lenguaje resultan ininteligibles, si no se produce un mutuo deseo de comprensión. Si a los tripulantes del Jane Guy les sorprende la negrura absoluta de los nativos de Tsalal, a estos les asusta la blancura de los extraños visitantes, sintiéndose además aterrorizados por todo aquello que implique claridad. El recelo de los nativos desembocará en su actitud violenta y su pulsión destructora de aquellos que consideran «otros», distintos de ellos y, por consiguiente, ajenos a su identidad y percepción del mundo. La línea entre «civilización» y barbarie es en extremo delgada, como ‒entre otras muchas obras que han abordado la cuestión‒ demuestra la reveladora narración El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness; 1899, 1902), de Joseph Conrad. En ella se demuestra cómo toda colonización implica incomprensión del otro, desencadenando las pulsiones más negativas y hasta criminales con respecto a los seres humanos percibidos como «diferentes». Si en Pym son los supersticiosos nativos de Tsalal, salvajes y primitivos, los que actúan de manera desconfiada y furibunda contra los «extraños» visitantes de raza blanca, en la narración de Conrad serán los colonizadores europeos, supuestos portadores de educación y cultura, los que desplieguen una espantosa brutalidad contra los nativos africanos. De la misma manera, no pocos personajes de raza blanca se comportan en Pym de manera bestial, asesinando a seres inocentes (como es el caso de los alcoholizados amotinados del Grampus), y también supersticiosa, como puede observarse en el episodio en el que Arthur se disfraza del cadáver de Hartman Rogers, desatando el terror en los amedrentados marineros, un magistral recurso argumental por parte de Poe. Es significativo en este sentido que los personajes más estimables de la narración son capaces de recurrir al canibalismo cuando las circunstancias no les dejan otra opción para la supervivencia, con lo que Poe prueba a los lectores que, en situaciones límite, el ser humano puede ser capaz de realizar los actos más terribles. En definitiva, no deja de ser significativo ‒si bien no sabemos si se trata de un recurso motivado por parte del autor‒ que el único superviviente de la narración sea Dirk Peters, quien aglutina una mezcla de rasgos raciales, y que, a la vez que hace gala de un comportamiento noble y valeroso en determinados momentos, también da muestras de un carácter impulsivo y brutal en otras circunstancias.

      En realidad, Poe nos presenta en la narración un vínculo simbólico entre el proceder humano y las fuerzas de la naturaleza, que en ocasiones se proyecta de un modo sereno y sosegado, mientras que en otras lo hace mediante una tremenda y destructiva virulencia. Lejos de ser descrita de manera maternal y benéfica, como suele ser el caso en representaciones idealizadas de los elementos naturales, en Pym, al igual que en El corazón de las tinieblas y otras obras análogas en la misma línea de pensamiento, la naturaleza, pese a serle propicia en determinados pasajes a los personajes, resulta ser un ente inexorable, desligado de las necesidades o conveniencias humanas. Las tormentas a las que se ve sometido el Grampus son despiadadas, creando en los lectores la sensación de atracción a la par que miedo inherente a la categoría estética de lo sublime, que tanto cautivó la imaginación de los escritores románticos. Dentro de las categorías estéticas de dicho periodo, lo pintoresco (también presente en Pym: piénsese en las descripciones de las islas de los mares del Sur) se asocia con lo exótico, lo bello con el equilibrio, y lo sublime con la conmoción interna que al mismo tiempo es seductora y pavorosa, sentimiento paradójico que se agudiza al final del relato con las turbadoras y sensacionales descripciones de los hielos polares y la visión del insólito y gigantesco ser hacia el que se dirige la embarcación en la que navegan Pym, Peters, y en la que, espantado por la intensa blancura de la sobrecogedora imagen, muere el nativo Nu-Nu, que, como todos los nativos de Tsalal, teme cualquier objeto o superficie de tonalidad blanca. En términos generales, en la narración poeniana, la naturaleza permanece totalmente ajena a lo humano, mostrándose indiferente a los deseos y expectativas de los personajes.

      Por otro lado, sin ser una narración de carácter esencialmente gótico y terrorífico, aspectos que Poe encumbraría en sus cuentos más célebres y reconocidos, Pym presenta rasgos evidentes de dicha tendencia, indicios de su característica capacidad para producir inquietud y angustia en el lector. En realidad, el mayor exponente de negrura en la narración se manifiesta en el interior de la tenebrosa bodega del Grampus, donde Arthur, oculto como polizón por Augustus, experimenta, junto a una sed y hambre atroces, una sensación aterradora de paroxística claustrofobia de la que Poe, con su habitual maestría, hace partícipe al lector. Uno de los recursos más efectivos para crear terror por parte del autor en muchos de sus relatos es el de las recurrentes imágenes de enterramiento y emparedamiento; así sucede, por ejemplo, en crónicas de pesadilla como El entierro prematuro, El gato negro o La barrica de amontillado, y así le acontece al narrador de la historia, aislado en un laberinto ignoto sin casi un ápice de luz, y con la única compañía de su perro, Tiger. La sensación de enclaustramiento se repite al final de la novela, cuando, para escapar de los nativos de Tsalal, Pym y Peters se ven confinados en una lóbrega cueva. El terror de la narración también emana del creciente suspense del argumento, que alterna pasajes de calma tensa con instantes álgidos que culminan en la aparición del misterioso ente gélido que habita en el Polo Sur, visible tras una amenazante catarata.

      Si interpretamos el periplo de Arthur Gordon Pym como un recorrido de connotaciones espirituales o de aprendizaje vital (una constante alegórica de la literatura marítima), estas imágenes