Warren Wiersbe

La Oración Intercesora de Cristo


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y caer.

      Cada vez es más difícil guardarnos "sin mancha del mundo." Los mensajeros de "los deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida" (1 Juan 2:16), constantemente nos invaden. Los anunciantes, al promover automóviles o alcachofas, parecen necesitar la ayuda del sexo y el orgullo para comunicar su mensaje. Modelos seductoramente vestidas que no saben nada sobre el producto intentan cortejarnos para comprar. O quizás es el hombre de negocios guapo y evidentemente adinerado, el que intenta inflar nuestro ego y doblegarnos. Stephen Leacock describió la publicidad una vez como "la ciencia de atrapar la inteligencia humana por el tiempo suficiente como para recibir su dinero".

      Finalmente, el mundo presente es también un mundo dividido. El propósito de Satanás es precisamente dividir y conquistar y parece estar lográndolo. ¡Incluso los creyentes pasan por momentos difíciles en los que se apartan unos de otros! Ponemos etiquetas sobre cada uno ("liberal", "fundamentalista", "neo-evangélico", “fundamentalista militante", “neo-fundamentalista", etc.), pensando que eso basta para solucionar todas las diferencias. Normalmente, esto crea más problemas porque la mayoría de los cristianos durante su proceso de maduración, no permanecen por mucho tiempo en el mismo “casillero” y algunos son difíciles de clasificar. ¡Gastamos más tiempo en las etiquetas que en lo que hacemos con quienes estamos clasificando!

      En conclusión, hay cuatro características de este mundo en el que nosotros vivimos: es un mundo engañado, peligroso, manchado y dividido. Uno de los mensajes de Juan 17 es cómo vencer al mundo. Veamos lo que esta oración nos dice acerca del mundo en el que vivimos.

      Vivimos en un mundo engañado, pero en Jesucristo tenemos la verdad: conocemos y confiamos en el "único Dios verdadero". El don de la vida eterna nos ha puesto en contacto con la verdad. Nuestro Señor mencionó esta verdad en los vv.1-5. Entre más conozcamos a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo, menos interés tendremos en las efímeras cosas de este mundo. "Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre" (1 Juan 2:15). Es nuestro amor por el Padre lo que llena nuestra vida de la realidad espiritual.

      Vivimos en un mundo peligroso, pero en Cristo Jesús estamos seguros (vv.6-12); no tenemos miedo, porque Él nos ha revelado el Nombre de Dios (esto es, la naturaleza de Dios, el carácter de Dios). "Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo" (Proverbios 18:10). Jesús rogó, "Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre…” (v.11).

      Vivimos en un mundo manchado, pero es posible mantenernos puros debido a nuestra relación con Jesucristo. Nuestro Señor rogó por nuestra santificación (vv.13-19) y nos dio el don de su Palabra para que pudiéramos caminar en santidad. "Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad" (v.17).

      Vivimos en un mundo dividido, pero en Jesucristo, los salvos tenemos la unidad espiritual (vv.20-26). Para que pudiéramos conservar y promover esta unidad, Él nos dio el don de su gloria (v.22). No necesitamos fabricar la unidad espiritual: la unidad ya está aquí y todo lo que debemos hacer es mantenerla. Tal vez un esquema que resuma estas verdades, lo haría más claro:

El Mundo en el que VivimosLa Provisión de Dios en Cristo Jesús
Un mundo engañadoEl don de la vida Eterna.(1-5): Tenemos la Verdad.
Un mundo peligrosoLa revelación del Nombre de Dios.(6-12): Tenemos la Seguridad.
Un mundo manchadoEl don de la Palabra de Dios. (13-19): Tenemos la Santidad.
Un mundo divididoEl don de la Gloria de Dios.(20-26): Tenemos la Unidad.

      El famoso predicador norteamericano, Henry Ward Beecher, dijo una vez: "No es bueno para un hombre orar con 'crema' y después vivir una vida 'descremada." Lo más importante de nuestro estudio de Juan 17, es que haga una diferencia en nuestra vida diaria. ¿Cuál es mi actitud hacia el mundo? Mientras estudiamos, debemos hacer un inventario de nuestra vida. La respuesta a esta pregunta prueba si estamos o no recibiendo personalmente el beneficio de este estudio:

       ¿Hay algo del mundo que nos engaña y nos aparta de la verdad en Cristo?

       ¿Nos hemos puesto en un lugar de peligro que podría arruinar nuestro testimonio, nuestro trabajo y nuestra casa?

       ¿Estamos dejándonos manchar en secreto por el mundo?

       ¿Estamos creando divisiones no bíblicas en lugar de animar la unidad espiritual?

      Después de todo, no somos bendecidos por nuestro estudio de la Palabra, sino por nuestro actuar en la Palabra.

      "Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla." (Santiago 1:25).

      Capítulo

      2

      LA ORACIÓN: EL ENTRENAMIENTO BÁSICO

      “Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: «Padre, ha llegado la hora. Glorifica a Tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti.»”

      Juan 17:1

      "¡Señor, enséñanos a orar!" Esta petición de uno de los discípulos (Lucas 11:1), daba evidencia de la verdadera condición espiritual. Nosotros debemos aprender a orar. Aunque la oración es tan natural para el cristiano como lo es respirar para un mamífero, incluso la respiración debe ser estudiada y practicada para llevarla a cabo correctamente. Los oradores públicos trabajan en su respiración para obtener lo máximo de su voz y no dañarla. El hecho que hayamos estado orando desde la niñez no es ninguna garantía de que nosotros realmente sepamos orar eficazmente.

      Juan 17:1 nos da algunas directrices a seguir para orar eficazmente.

      1. La postura no es importante.

      ¿Nuestro Señor estaba de rodillas o de pie cuando hizo esta oración? No lo sabemos. Todo lo que sabemos es que Él levantó sus ojos al cielo (Juan 11:41). La mayoría de las personas inclinan sus cabezas y cierran sus ojos cuando oran, pero Jesús levantó su cabeza y enfocó sus ojos en el cielo. Muchas personas pliegan sus manos cuando oran, pero no encuentro esta práctica en ninguna parte de las Escrituras. ¡De hecho, los judíos estaban acostumbrados a levantar sus manos, abiertas a Dios, esperando recibir algo! (1 Reyes 8:22; Nehemías 8:6; Salmo 28:2; 1 Timoteo 2:8.).

      Hay muchas posturas diferentes para orar en la Biblia, y todas ellas son aceptables. Algunas personas se arrodillaban cuando oraban (Génesis 24:52; 2 Crónicas 20:18; Efesios 3:14). Cuando Jesús oró en el Monte de los Olivos, Él empezó arrodillado (Lucas 22:41). Luego Él se postró sobre su rostro mientras le hablaba al Padre (Mateo 26:39). Daniel acostumbraba arrodillarse cuando oraba (Daniel 6:10), pero el Rey David se sentó cuando le habló a Dios sobre el establecimiento de su dinastía (2 Samuel 7:18). Abraham estaba de pie cuando intercedió por Sodoma (Génesis 18:22). Así que hay muchas posturas para orar.

      Lo importante es la postura del corazón. Es mucho más fácil doblar las rodillas que doblar el corazón en sumisión a Dios. La postura exterior puede ser evidencia de la actitud espiritual interior, pero no siempre es así. Una vez más, lo importante es la postura del corazón.

      2. Nosotros oramos al Padre.

      El modelo bíblico de oración es al Padre, en el nombre del Hijo, en el poder del Espíritu Santo. Jesús se dirigió a su Padre seis veces en esta oración. (Algunas personas dicen "Padre" o "Señor" con cada frase que oran. Éste es un mal hábito que debe eliminarse). En cuatro ocasiones Él simplemente dijo, "Padre"; las otras dos veces, Él lo llamó "Padre Santo" y "Padre Justo" (vv. 11 y 25). Por esto, yo pienso que no es equivocado usar los adjetivos convenientes cuando nos dirigimos a nuestro Padre en el cielo. Sin embargo, debemos tener cuidado con lo que queremos decir cuando decimos algo y no exagerarlo.

      Obviamente nos dirigimos al Padre porque la oración está basada en nuestra relación como hijos. En la que nosotros llamamos tradicionalmente "la Oración del Señor" o "Padre Nuestro" (Mateo 6:9-13), Jesús les enseñó a sus discípulos a decir, "Padre nuestro", aunque Él nunca oró así. Observamos en el capítulo 1, que Jesús tenía una relación diferente con el Padre, porque Él es el eterno