acuerdo de titulación de predios en el hato La Libertad definió una estrategia empresarial tendiente a superar obstáculos, rescatar inversiones productivas y establecer relaciones de buena vecindad con los demás habitantes del territorio de modo que cada participante en el juego de la cooperación obtuviese algún beneficio aportando también su correspondiente parte.
Por el momento, al final del acuerdo entre los nuevos propietarios de predios en el hato parcelado y los colonos ocupantes, estos últimos obtuvieron el reconocimiento de su posesión en la máxima instancia de ese reconocimiento materializada en el título legal de las escrituras de sus tierras, adquirieron más tierra para sus desarrollos agropecuarios posteriores sin comprometer la nueva propiedad adquirida y establecieron vínculos de intercambio con sus nuevos vecinos los propietarios del hato. Una mirada retrospectiva hace el balance de los beneficios obtenidos en una lógica de “todos ponen, todos ganan”.
Creo que esta negociación fue un éxito porque por parte nuestra, logramos cercar una parte importante de lo que habíamos comprado y logramos sacar de nuestra tierra el ganado que no era nuestro. Por su parte, los colonos lograron un título con toda la tradición exigida por las entidades crediticias sobre los terrenos que tenían encerrados y sobre los nuevos que nos compraron, permitiéndoles así conseguir préstamos para sus cultivos. En esta negociación absolutamente todos cumplieron con sus pagos; ninguno de los compradores dejó vencer su hipoteca. Todos pagaron antes del vencimiento final10.
La suerte posterior de estos nuevos campesinos propietarios de su tierra es interesante y diversa porque deja lecciones acerca del potencial real de esta forma de adquisición de la tierra, por titulación, que ha sido privilegiado como mecanismo de diversas reformas agrarias en Colombia, basadas en unidades productivas individuales o familiares y economías de subsistencia con excedentes para el mercado. No se creó ninguna empresa asociativa, cada quien se dedicó a la explotación de su propia tierra. Algunos se dedicaron a la ganadería, otros sembraron cultivos diversos, especialmente arroz, que originó pérdidas para algunos por inadecuado manejo de los cultivos y a la postre se verían forzados a vender la tierra y trasladarse al casco urbano. Un estímulo a la asociación de estos colonos provino de la donación de Juan Manuel López de un tractor para que lo administraran ellos mismos en la adecuación de tierras. Pero esa organización no se produjo y el tractor desapareció. Entre los que se dedicaron a la ganadería, hay el caso muy exitoso de Julio Mondragón, quien ha llegado a ser un rico empresario ganadero, que incluso adquirió mucha más tierra comprada a sus vecinos colonos. Falencias en el manejo y cuidado de los cultivos y desinterés por la productividad asociativa que crea economías de escala fueron en esta nueva etapa de la vida de los antiguos colonos dos debilidades para la sostenibilidad de sus propiedades.
3 Carrizosa y Asociados, “Antecedentes y perspectivas para un desarrollo regional concertado en el bajo Upía”, Bogotá: Uniandes–CEDE (Mimeo), 1989, 26.
4 Policía conservadora paramilitar de aquellos años.
5 Testimonio de un colono, citado en Carrizosa, “Antecedentes y pespectivas”, 27.
6 Catherine LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia, (1850–1950). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1988.
7 Entrevista a Juan Manuel López, en Carrizosa, “Antecedentes y perspectivas”, 27.
8 Ibíd, 28.
9 Ibíd, 30.
10 Humberto Amaya, Ibíd, 29.
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