María Paula Alonso

Sépalo decir


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los demás y con nosotros mismos.

       Cambiar de opinión no es dejar de ser leal a ti mismo, es ser flexible.

       El valor de la conjunción Y

      Hablamos para seleccionar. Esto O lo otro, hacemos esto O aquello, sin pensar que pueden ser las dos cosas. Así, un ejercicio que sugiero es tener una conversación e incluir nuestra idea y la del otro, parafraseando y usando la conjunción Y para referirse a las ideas aparentemente “opuestas”. También es útil hacer el ejercicio con pensamientos propios que interpretábamos excluyentes. Que nuestro pensamiento sea el que integra y no el que separa. Ya saben, la Y en lugar de la O.

      Afirmaciones excluyentes:

      image“Mi casa es pequeña, pero muy bonita”

      image“Soy joven, pero diseño muy bien”.

      image“A pesar de su corta edad, ha tenido muchos clientes”.

      Afirmaciones incluyentes:

      image“Mi casa es pequeña y hermosa”.

      image“Soy joven y diseño muy bien”.

      image“Es joven y ha tenido muchos clientes”.

       Valida la idea del otro

      En una sesión de coaching ejecutivo, un coachee compartió un episodio de su infancia donde relataba que desde niño comenzó a interesarse por temas avanzados para su edad; leía astronomía, física cuántica e historia. La madre, una mujer humilde con un nivel de educación básico, escuchaba con atención cada relato, aunque, muchas veces, para ella era difícil entender lo que su hijo quería transmitirle.

      Un día, luego de escuchar una larga explicación del hijo, la madre se quedó en silencio un rato y le dijo: “hijo, yo no entiendo nada de lo que me estás diciendo, pero te amo tanto que te comprendo”.

      Este es el ejemplo de validar al interlocutor desde la intención de conectar: desde muy temprana edad, estamos creando nuestros propios filtros de realidad o paradigmas, con los que vamos seleccionando de forma consciente o inconsciente el resto de experiencias que solo concebimos desde nuestra propia visión. A diario, nos encontramos con alguien que piensa diferente a nosotros, por lo que nos cuesta trabajo entender su punto de vista, al nivel que queremos convencerlo de cambiar de parecer.

      Renunciar a la necesidad de entender desde la razón y conectarnos con el sentimiento del otro para comprenderlo, es un paso vital para interactuar con alguien, tal cual como lo hizo la madre de la historia dando solución a muchas limitaciones de la comunicación. La comprensión, más allá de la razón, es la llave para ponernos en una posición neutral saliendo de la individualidad.

      Conectarse con una persona no implica estar de acuerdo con ella o aprobar lo que hace o dice, pues sería vincular la razón como requisito; se trata, más bien, de reconocer el sentimiento que expresa el otro y acompañarlo en el mismo camino para poder comunicarse con él. Antes de querer tener la razón, es vital entrar al campo de la comprensión, al espectro emocional del otro, con la única intención de prestar un servicio incondicional de entendimiento para que, desde una posición imparcial y constructiva, se pueda llegar a un punto común.

       Ejercicio

      Identifica un momento en el que hayas evidenciado que tu pensamiento poco flexible no te ayudó a construir por medio del diálogo. Puedes incluir el autoacuerdo que omitiste e incluso la expresión que usaste para quedarte en tu punto de vista:

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      Selecciona una de las herramientas para salir de lo extremo: autoacuerdos, usar la conjunción y o la validación de la idea del otro, y escribe una acción concreta que emprenderás para añadir más flexibilidad a tu pensamiento y expresarte de forma más integradora e incluyente.

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      Este es un ejemplo de las expresiones que puedes usar para integrar y crear.

      imageY.

      imageQué tal si incluimos esto

      imageConstruyamos juntos.

      imageO sea que lo que tú piensas es.

      imageLo que yo entiendo de lo que dices es ___________________________________________________. Dime si lo interpreté bien, por favor.

      imageAyer hablamos e interpreté esto, pero entiendo que no es así. ¿Me confirmas?

      imageMe gustaría entender tu punto.

      image¿Quieres decir que…?

       Deja entrar en tu mente lo que quieres ver fuera de ella.

       Los juicios al interlocutor

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      Es increíble la cantidad de rótulos que tenemos y con los que clasificamos a los demás y a nosotros mismos. Parece que nuestra mente necesita etiquetas para poder pertenecer a un grupo que nos dé seguridad y libertad de relacionarnos con quien consideramos que merece “la pena”.

      Aunque nos dé una aparente seguridad, esto no cambia en nada el comportamiento errático de las relaciones donde juzgamos, etiquetamos y seleccionamos interlocutores. Y ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué usamos frases como: “esa gente que”, “típico de los que”, “esa es una persona tóxica”, “ya vienen los ladrones de energía”, “qué cliente difícil”, etc.?

      Una razón es la aparente tranquilidad que da el etiquetar. Rotular a otros nos excusa de relacionarnos con todas las personas; y si tenemos un selecto grupo de “interlocutores dignos”, entonces es más fácil para nosotros que adquirimos tranquilidad para solo relacionarnos con quien nos parezca.

      Otra razón, desde mi punto de vista, tiene que ver con el discurso de redes sociales y otros medios masivos de comunicación, donde las frases como “quédate con quien te haga feliz”, “elimina de tu vida a las personas tóxicas”, “no te quedes con quien no te valore”, etc., invitan a menospreciar a quienes no cumplen con las condiciones, muy subjetivas, que tenemos para que se relacionen con nosotros. Cuando decimos que el otro es tóxico, complejo o difícil, nos ubicamos en un grupo muy exclusivo e imaginario donde asumimos que NO somos tóxicos, ni difíciles, ni complejos y los demás sí. Y es que, atrevernos a juzgar a los otros, nos sitúa en una