Carlos Lazcano Sahagún

Kino en California


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de Eusebio Francisco Kino, el jesuita, cuyo espíritu es un referente o coordenada, en calles, lugares, instituciones, diversas iniciativas académicas, de derechos humanos, eventos culturales, que surgen como de los surcos abiertos o se vuelven puntos de encuentro en medio de los caminos trazados en el afán de la cooperación y el mutuo entendimiento entre los pueblos.

      El 10 de agosto de 1645 al pie de la pila bautismal fue registrado con el nombre de Eusebio, como el santo patrono de la pequeña iglesia a la que asistía su familia en la villa de Torra, cercana a su natal Segno, provincia de Trento, Italia, un territorio de frontera que da a su origen un destino.

      Los primeros años son sin duda donde se forja una disciplina que va configurando el espíritu humano, para Kino el empeño en la palabra dada, el amor al trabajo y la aguda capacidad de observación se desarrollan en este origen. Hay experiencias en la vida que las consideramos una nueva oportunidad para vivir, que marcan y llevan a tomar cambios radicales, tal es el caso del joven Eusebio que al padecer una enfermedad vive un proceso de reconfiguración de sus propósitos, a modo de los grandes místicos que lo registran como una conversión o nuevo nacimiento: promete formarse como misionero al modo de Ignacio de Loyola y Francisco Xavier y servir en el oriente, tal promesa le acompañaría como una raíz revitalizadora y será recordada al asumir de por vida el nombre de Francisco, el santo que entregó su vida y que le inspiraría a:

      — Vivir con la mirada en el horizonte siguiendo la regla del Maestro que le envía a la misión.

      — Disponibilidad para ir más allá de los confines propios aprendiendo los lenguajes necesarios para una mayor eficacia evangelizadora (idiomas, ciencias cartográficas, diplomacia…).

      Prefiere la misión a los puestos catedráticos en prestigiados institutos o universidades.

      — Desarrolla la creatividad para comunicar en la lengua y mentalidad propia de la cultura que visita, el mensaje básico del Evangelio, sobre todo con el testimonio de vida.

      — Gestiona lo necesario para la misión tanto de recursos materiales como humanos para dotar de viabilidad las obras emprendidas, dicha gestión es respaldada por su empeño personal y la persuasión de los hechos mismos.

      — El celo por la misión nace de la identificación del rostro indígena como prójimos y sujetos de su propia historia y resuenan en su corazón aquellas palabras del Apóstol de las Indias, la preocupación aquella de Francisco Xavier: muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que se ocupen en la evangelización. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a esas Universidades dando voces como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en la Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas; ¡cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por negligencia de ellos! Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en estas partes, en esta tierra donde ando, que muchas veces me parece tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces de decir Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones.

      — El reconocimiento de la dignidad de los pueblos indígenas se ve en la intención de no dejarlos desamparados y expuestos al extermino por la avaricia del conquistador, de san Francisco aprendió el valor profético de la denuncia sobre las injusticias y vejaciones que se les imponen los propios oficiales de Vuestra Magestad.

      — También, como su santo patrono, le acompaña el ímpetu por condiciones de concordia y de paz entre los pueblos.

      Como vemos, esta promesa que se vuelve derrotero en la vida de Eusebio Francisco Kino, va más allá de ser un acto piadoso del ámbito de los rezos, es por ello que coloca en su acción misionera el nombre de Francisco Xavier tanto en la devoción de la gente como en el modo de ir haciendo las cosas. Sus mismas palabras dan crédito a tal afirmación:

      Al gloriosísimo y piadosísimo taumaturgo y apóstol de las Indias, San Francisco Xavier, todos le debemos muy mucho. Yo le debo: I, la vida que me la tenían desahuciada los médicos de la ciudad de Hall del Tirol, el año de 1663; y II, le debo la entrada a la Compañía de Jesús, y III, la venida a estas misiones índicas. Y porque sé que debo y no sé si pago, pido y suplico a toda la corte celestial y a todo el universo, me ayuden a darle los debidos agradecimientos de tantos favores celestiales hechos al más indigno de todo el orbe.

      Sabemos que a Kino no le bastó una vida para lograr tal propósito, han transcurrido ya 375 años y los Favores Celestiales se siguen dando, de lo cual nos dan testimonio miles de peregrinos que cada año acuden a visitar al santo en Magdalena, teniendo que ser a pie o a caballo, sintiendo palmo a palmo el camino y encontrando consuelo en quien te auxilia, ánimo e impulso en quien se hace compañero de camino hasta encontrarse con una imagen que bien emula la propia condición de agotamiento, pero a la vez de quien encuentra descanso en el cumplimiento de las promesas.

      En ese afán de una memoria agradecida y en esa conciencia de ser un pecador redimido –el más indigno– está dispuesto a recorrer el orbe y dar testimonio de ello en tono de petición y súplica, enseñando a rezar y confiar como condición para recorrer el camino que conduce a Dios, compartiendo el sentido de vida que de ahí se desprende… por tal el espíritu de este hombre de frontera se extiende en una vastedad territorial, geográfica y social, por lo que la presente obra Kino en California, igualmente vasta, nos da la oportunidad de desplazarnos entre textos, cartografías y testimonios, al calce de una huella que permanece fresca y necesaria de ser transitada, para ello los autores nos ofrecen una proximidad con los hechos históricos y con el propósito de la empresa kiniana que trasciende las coordenadas geográficas y temporales.

      La vida cotidiana es el escenario de donde se nutre todo un elenco de fuentes documentales que proporciona esta obra y daría para otras tantas, pues es bien sabida la disciplina del misionero jesuita que se da a la tarea, en medio de su intensa labor, de poner su conciencia a disposición del Espíritu para mantener la transparencia y la sinceridad personal como terreno propicio para encarnar la Palabra. El tomar nota de lo que han visto y oído bajo distintas modalidades ha dado pie a una ardua tarea de recuperación y ordenamiento de piezas de forma cronológica, geográfica y hasta podríamos decir también temática, ya que nos permite obtener la visión de un todo y la constante en el espíritu de Kino de modo que bien se puede graficar una especie de “cartografía espiritual del misionero.

      Es posible descubrir en estos textos, mapas y testimonios al hombre que ante circunstancias nuevas sabe equilibrar fidelidad con creatividad y apertura, de modo que ya no vive de la comparación entre unos y otros, de la añoranza por un pasado que no fue o del delirio de un futuro que no logra armonizar con sus propósitos.

      El mar del Sur resultaba sumamente atractivo para los planes expansionistas de la Nueva España, el mismo Hernán Cortés personalmente se encarga de ir abriendo camino y dar fe de un territorio cercano al que sus hombres llaman California. Los intentos frustrados por establecerse ahí será la regla en los siguientes 150 años. Desde la primera vez, en 1535, por el propio Cortés, hasta los intentos de los buscadores de perlas a todo lo largo del siglo XVII, se siguen los fracasos por una razón muy sencilla y básica: no encuentran lo que buscan. La idea preconcebida de lo que debería ser ese territorio va decepcionando a cuantos intentan acercarse a él con el fin de obtener poder y riqueza. Finalmente la mirada fue puesta más allá y los intereses cambian, se explora ahora la posibilidad de recuperar el original proyecto de llegar y controlar la ruta de las especias con sus respectivos proyectos de encontrar un buen punto de apoyo para la navegación comercial entre Asia y la Nueva España.

      Muchos recursos y hombres de valor lo intentaron y sin duda hicieron su aporte, pero ¿qué clase de persona o proyecto puede embonar en dicha hazaña?, ¿cuánto habrá que esperar y qué perfil habría de tener la persona adecuada para tal empresa?; ese hombre nacería poco más de un siglo después de las primeras exploraciones y fue quien hizo del fracaso una causa resiliente y quien tuvo la mirada muy cercana a la de Jesús de Nazareth para descubrir aquel territorio como la mies madura en la que manos harán falta para cosecharla (cfr. Mc. 9, 37-38). Se trata pues de nuestro misionero Eusebio Francisco Kino que en 1681 es enviado a entrarle a esta