vnd dau ist Runciual der grouß Spitaul (No lejos de Valencia está Olicorda, la ciudad donde los paganos hicieron sucumbir a Roldán, un poderoso caballero, con muchos soldados infieles, y allí está el gran asilo de Roncesvalles, p. 363).
A continuación, el autor conduce a sus compañeros de viaje virtuales desde Valencia a la costa, donde se embarca para navegar hasta Cartagena. Los detalles se desvanecen, como es lógico, enseguida, y Fabri hace vagar su mirada intelectual rápidamente por la geografía ibérica; esto, evidentemente, no perjudica en absoluto a su público si sólo se quieren extraer los aspectos espirituales de la lectura. Por este motivo, el peso narrativo recae de manera coherente en las iglesias locales y en la historia de santos y mártires, aunque Fabri incluya en ocasiones también otro tipo de informaciones, como cuando habla de la Universidad de Salamanca:
Vnd ist ain houchi schuol dau der gantzen lantschafft hyspanarum vnd von Salamantica gaund si in die stat obila In der ligend die hailigen sant Secundus ain bischoff vnd Sanctus Sinbina cristina martir vnd sant Vincentz marti vnd dau belyben die bilgrin (Y hay allí una universidad para todas las Españas, y de Salamanca van a la ciudad de Ávila. Allí yacen el obispo San Segundo y Santa Sabina y Cristeta mártires, y San Vicente Mártir y allí van y permanecen los peregrinos, p. 365).
En ocasiones, el autor ridiculiza a compañeros de viaje ignorantes que no son capaces de interpretar correctamente la etimología de ciertos topónimos. Cuando habla, por ejemplo, de Finisterre, que era el punto final de la tierra (se ve que en aquel momento desconocía el descubrimiento de América), se ríe de que algunos legos necios cometan un error de bulto al interpretar el nombre: «verstaund nieman des vinis terre den finstern stern Daurumb si Sant Iacob haissen den vinsternstern» («Nadie entendía la estrella oscura como “finisterre”. Por eso llaman a Santiago “la estrella oscura”», p. 366).
Los peregrinos de Sión (Die Sionpilger) proporcionan una buena impresión sobre lo poco que se interesaban precisamente los viajeros (o lectores) motivados por la religión por las condiciones físicas reales, incluso cuando tenían conciencia clara de la ruta real hasta Santiago. Tenemos, sin embargo, un contraejemplo decisivo en el extraordinario Trachtenbuch de Christoph von Weiditz, que visitó España en 1529 estando al servicio del emperador Carlos V. Este autor dibujó con gran atención imágenes de los distintos tipos de personas que reflejaban en múltiples aspectos un nuevo nivel de idiosincrasia en la relación entre la Península Ibérica y Alemania.[24]
En parte se trataba claramente de un encargo, pues el artista retrató a algunos de los gobernantes más significados, aunque se incluyó a sí mismo y fijó su atención después en los hombres exóticos a sus ojos con los que se encontró en su viaje. Entre éstos se contaban en especial los representantes de los indios americanos traídos a Europa por los colonizadores como, digamos, piezas de exposición. Weiditz hizo aparentemente un esfuerzo para representar a estos hombres del modo más natural posible sin respetar ninguna de las tradiciones medievales de monstruos o de presentar a los indios como caníbales tal vez, algo que formaba parte de una iconografía apreciada en la época.[25]
El artista integró además gran cantidad de escenas cotidianas de la agricultura, de las ciudades, de las cortes y, sobre todo, de los caminos. Merecen atención sus imágenes de los moriscos, que utilizó en diferentes ocasiones como motivo, debido a que, por su aspecto insólito, le llamaban poderosamente la atención. De las mujeres moriscas pasó a las mujeres en general, y creó una serie de ilustraciones que reflejaban los distintos estamentos sociales (Epalza, 1992). No satisfecho con esto, Weiditz incluyó también imágenes de policías castellanos, aguadores, sicarios, esclavos negros, campesinos, plañideras, nobles y burgueses (de Valencia, número LXXVIII), y creó así un panorama visual del mundo ibérico extremadamente rico, único en su época y en el entorno germano-parlante, que ofrece más información cultural que todos los demás relatos de viajes o recreaciones poéticas de experiencias de viaje (Oswald von Wolkenstein) en su conjunto (Hampe, 1927).
A modo de resumen, con todo lo dicho se puede establecer que, al menos a partir del siglo XV, si ya no desde algún tiempo antes, hubo contactos relativamente estrechos entre el mundo germano-parlante y la Península Ibérica. En parte cobran importancia los peregrinos jacobeos, a veces, sin embargo, dominan la escena comerciantes y artesanos. Las mejores fuentes, aunque bastante superficiales y de tipo fáctico, las proporcionan los viajeros por motivos religiosos, aunque éstas, a su vez, tienen la impronta de los esquemas de informe y nos impiden una visión de mayor profundidad. En este sentido, el Trachtenbuch de Weiditz transmite una impresión excelente de cómo percibía un viajero alemán la sociedad de España o Portugal y de cómo era capaz de darle forma visual en su policromía.
Como ya pude constatar anteriormente: «en el segle XV, la Península Ibèrica s’havia convertit, d’aquesta manera, en la destinació de molts comerciants, artesans, cavallers, poetes i erudits alemanys» (Classen, 2003b: 36-37). Este juicio continúa vigente y ahora puede incluso ser confirmado y ampliado por una serie de fuentes diferentes, lo que debería tener amplias consecuencias en un nivel comparatístico de la futura historia de la mentalidad de la Baja Edad Media europea. Las escasas informaciones sobre la Península Ibérica en los mapas medievales y las observaciones fugacísimas sobre Castilla o Aragón en las novelas corteses sólo nos dicen que el discurso público en la Alta Edad Media no se centraba todavía de manera intensiva en los objetos geográficos concretos, mientras que a partir de la Baja Edad Media aumenta la importancia del anclaje geográfico y la toma de conciencia del mundo ajeno. Tampoco debe olvidarse que la Reconquista, que culminó con la toma de Granada en 1492, sometió a la influencia cristiana partes cada vez mayores de la Península Ibérica, con lo que los viajeros del norte de Europa también podían dirigirse a esos lugares con tranquilidad y sin peligro por parte de los musulmanes. Como hemos visto, pronto fueron acompañados de artesanos y artistas, y a partir de la Baja Edad Media, España y Portugal podían considerarse apenas parte del auténtico extranjero dentro de Europa.
Traducción de José Antonio Calañas Continente
Universitat de València
BIBLIOGRAFÍA
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CLASSEN, Albrecht (1994/1995): «El Poema de Mío Cid and Oswald von Wolkenstein. A Playful Form of Masquerading and Literary Reception. The Spanish-German Connection», Jahrbuch der Oswald von Wolkenstein Gesellschaft 8, pp. 341-361.
— (2000a) (ed.): Medieval German Voices in the 21st Century. The Paradigma-tic Function of Medieval German Studies for German Studies. A Collection of Essays, Ámsterdam y Atlanta, Rodopi.
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— (2003c): «Die Iberische Halbinsel aus der Sicht eines humanistischen Nürnberger Gelehrten Hieronymus Münzer: Itinerarium Hispanicum (14941495)», Mitteilungen des Institus für Österreichische Geschichtsforschung 111, 3-4, pp. 317-340.
— (2004): «Spain and Germany in the Late Middle Ages: Christoph Weiditz Paints Spain (1529). A German Artist Traveler Discovers the Spanish Peninsula»,