la Obra de Intereses Católicos estaban desarrollando en la ciudad una importante tarea organizativa en relación con las obreras, a las que proporcionaban trabajo y socorro mientras estaban en paro, asistían con medicinas y donativos en metálico cuando se encontraban enfermas, repartían revistas y diarios católicos, y las instruían a través de la «Sección de Escuelas».[88]
En 1909, la publicación en dicho diario de dos secciones fijas relacionadas con cuestiones femeninas/feministas, tenía como finalidad que las blasquistas constituyeran también una organización mayoritaria de mujeres, para cumplir tareas semejantes pero desde valores progresistas y laicos. La organización femenina no se llegó a consolidar en el blasquismo. Pero en el periódico El Pueblo los escritos de las mujeres vinculadas a la primitiva AGF se dirigieron, en muchos casos, a los hombres para plantearles sus demandas.[89]Como afirmaba un texto de Amalia Carvia, sus reivindicaciones se concretaban en gran medida en la instrucción:
Que se nos conceda la libertad de acción necesaria para desarrollar nuestras facultades de seres pensantes; que se nos dé la instrucción conveniente para poder adquirir la conciencia de nuestra misión como parte integrante de la humanidad. [90]
Posteriormente, María Marín[91] «Ella» irían explicando a sus lectores y lectoras cuales eran las condiciones laborales y educativas en que se desenvolvían las mujeres, las reivindicaciones del feminismo en los países occidentales más avanzado o las razones que alentaban la negativa actitud de los hombres españoles frente al feminismo.
En términos generales, la instrucción femenina fue una de las cuestiones centrales a la hora de desvelar las incoherencias masculinas. Como afirmaba Marín, en poco contribuían los liberales y republicanos españoles en el fomento de la educación de las mujeres, y algunos republicanos todavía establecían diferencias en la educación que proporcionaban a sus hijos y a sus hijas. Las cifras de analfabetismo femenino en la ciudad y las escasas escuelas e iniciativas promocionadas por los blasquistas, daban la razón a las quejas femeninas. En el curso escolar de 1904-1905, las escuelas para adultas dependientes del Ayuntamiento de Valencia eran seis y para los adultos quince, ubicadas mayoritariamente fuera del casco urbano.[92]La ciudad contaba con 123 escuelas primarias, aunque las de niñas eran en realidad 57 y sólo una de ellas era de enseñanza superior. Las cifras de analfabetismo femenino tampoco habían disminuido de forma drástica: si en 1900 alcanzaban al 78.62% de las mujeres, en 1910 sólo habían disminuido al 74.43%.[93]Como afirma Ramir Reig, la labor educativa del blasquismo, pese a la organización de escuelas laicas, fue más bien pobre. Las subvenciones a las citadas escuelas afines ideológicamente a ellos le salían baratas al Ayuntamiento, complacían a sus militantes, y así no promovía las escuelas estatales cuya responsabilidad no le incumbía directamente.[94]
Por ello, las integrantes de la primitiva AGF, tras evaluar la situación de las mujeres de su tiempo, concluían afirmando que la liberación femenina iba a depender de las acciones y reivindicaciones de las organizaciones femeninas/feministas que, como sucedía en los países europeos más avanzados, agrupaban a mujeres de distinta ideología y clase social para reclamar los derechos que les eran negados.[95]Los objetivos que –como se ha citado anteriormente– expresaban los estatutos de la AGF en 1902 de propagar, «entre las mujeres de la instrucción, a fin de hacerlas aptas para el ejercicio de los derechos que le correspond[ían]», comenzaban a virar el eje de la argumentación. La consecución de derechos femeninos igualitarios proporcionaría a las mujeres mayores oportunidades sociales, también en el ámbito de la instrucción.
La prensa, que por esas fechas cobraba relevancia en la educación de las masas, se convertía también en una «escuela de papel», a través de la cual las republicanas feministas proponían nuevos aprendizajes y otros modelos de identidad femenina.[96]Modelos de identidad que mostraban públicamente que algunas mujeres ya no dudaban en «leer la realidad» y actuar desde sus propios parámetros, en mayor medida autónomos de la autoridad de los hombres.
Pocos años más tarde, en 1915, las hermanas Carvia pusieron en marcha en Valencia la revista Redención, que se presentaba ya como una publicación pacifista y abiertamente feminista.[97]Junto con los presupuestos laicistas y librepensadores, la revista defendía la necesitad de que las mujeres se organizaran para demandar el sufragio. Iniciativa también de las citadas hermanas fue la constitución de la Asociación Concepción Arenal. Dichas asociación junto a la Sociedad Progresiva Femenina –liderada por Ángeles López de Ayala en Barcelona– organizó en 1918 la Liga Española para el Progreso de la Mujer, de la que Ana Carvia era Presidenta y Amalia Carvia Vicepresidenta. A través de la Liga se coordinaban distintas asociaciones feministas y republicanas existentes en Valencia, Barcelona, Madrid, Andalucía y Galicia. En 1919, la Liga envió al parlamento la primera petición integral de voto femenino, mientras se debatía la ley de los conservadores –proyecto de Burgos y Mazo– que preveía otorgar a las mujeres la capacidad de ser electoras.[98]En esta nueva etapa, que se puede considerar refundación del primitivo feminismo laicista, las feministas de tendencia republicana manifestaban ya notables signos de autonomía respecto a sus compañeros de ideología que, mayoritariamente, eran contrarios al sufragio femenino.
Ese mismo año, la Liga tomó contacto con la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), de tendencia moderada y no específicamente relacionada con el republicanismo, para establecer un Consejo Supremo Feminista (CSF) que agrupara a mujeres de diferentes tendencias políticas en un frente único de impronta aconfesional, para establecer objetivos y reclamaciones conjuntas de derechos. Fundamentalmente, la petición del derecho al voto para las mujeres.[99]
En la ANME militaron mujeres como las maestras Benita Asas, María de Maeztu, la empresaria María Espinosa, la médica Elisa Soriano, o la abogada Clara Campoamor. Otras mujeres de la organización habían pasado por la Escuela Normal de Maestras, y este sector profesional era la base de su militancia. Editaron la revista Mundo Femenino, que se publicó de forma ininterrumpida de 1921 a 1936.[100]En 1920, María Espinosa de los Monteros, en la conferencia que impartió en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid, explicaba el programa de su asociación y la labor conjunta desarrollada con el CSF. En el citado programa se reivindicaban un nutrido número de derechos civiles y políticos, y reivindicaciones educativas como: «Pedir la creación de escuelas públicas en número suficiente...», o «que en los centros docentes sean exigidos títulos pedagógicos a las profesoras».[101]
Años más tarde las feministas valencianas a través de la revista Redención, que se publicó en la ciudad hasta 1923, mantuvieron sus objetivos de exigir derechos y colaborar en la formación de una minoritaria élite intelectual. Una élite que en 1920 constituyó la Juventud Universitaria Feminista. Esta asociación reivindicaba en sus Estatutos, entre otras cuestiones: «que al estudiar una carrera [las mujeres] puedan obtener los mismos puestos que los hombres cuando por su inteligencia lo merezcan».[102]
De esta forma, contribuían a «educar» a una parte de la sociedad en la idea de que los beneficios de la instrucción, del «progreso» o de la igualdad no