sino el sueño de quien en él se extingue. / Y muerte nace». Así se cierra el círculo, evidentemente. Si se nace muerte la conciencia de lo trágico nos acompaña siempre, porque no hay objetivación posible para el nombre, no hay objetividad posible para el yo, incluso si se admite una lectura «ontológico-laica» de este poema, como ocurriría en el Dios deseado y deseante de Juan Ramón Jiménez –según se ha señalado tantas veces–.
Quizás convenga concluir así. Como decía al principio, podría haber elegido atravesar los textos más luminosos de Aleixandre al hacer este esbozo mínimo de su poética. Esos versos inolvidables que son ya emblemáticos para todos, como «Se querían sabedlo» (que también pude leerse, sin embargo, como otra metáfora trágica de Romeo y Julieta) o «Siempre te ven mis ojos / ciudad de mis días marinos». Pero por razones que incluso a mí se me ocultan, he elegido este otro sendero, el de lo trágico en el viaje de las sombras. Como La línea de sombra o El corazón de las tinieblas, esos dos relatos de J. Conrad que tanto impresionaban a Borges y que nos han impresionado a todos. Conrad, otro desterrado interior, otro homosexual oculto, el polaco britanizado que hablaba tan mal inglés y sin embargo escribió el mejor inglés de su tiempo. El eterno exiliado de sí mismo y del lenguaje. Pero una línea de sombra con tres connotaciones básicas: 1.º) Si el vitalismo poético de la época depende siempre de la aparición del instante, de la fusión de esencia y existencia, sin duda Aleixandre es un poeta de ese instante; 2.º) si la denodada lucha contra el tiempo no tiene más remedio que cortar al tiempo en espacios, sin duda Aleixandre es el poeta de esos espacios; 3.º) si la sustancia material vive en sí misma y a la vez espumea y se multiplica como historia humana, sin duda Aleixandre es el poeta de esa sustancia material y de sus reales espumas históricas, esa luz que viaja siempre acompañada de su sombra, esos cuerpos que se deslizan sin nombre...
Pedro Salinas, que apenas abordó la temática trágica, decía, como sabemos, que era posible vivir feliz en la alegría alta de los pronombres (y Aleixandre escribió un hermoso poema a la muerte de Salinas: «Sí, Salinas (...) y sientes que un rumor, unos ojos...»).30 Y en efecto en los pronombres, en el yo-tú, se puede vivir. Lo que resulta mucho más difícil es preguntarse si es posible vivir a través de la no existencia del propio nombre propio, ese nombre que no es más que la sombra de un préstamo. Aleixandre, que asumió el relámpago entre las dos oscuridades, supo que el cuerpo es escritura y la escritura es cuerpo: «Tu beso me ha hecho mal al estómago», nos dice literalmente en Pasión de la tierra. Pero como el cuerpo desconoce su propia identidad, su propia individuación, como no conoce su nombre, la escritura tiene que añadir: «Los amantes se besa ban sobre los nombres».
Es decir, se besan en las sombras de los nombres, por encima de los nombres o a pesar de los nombres. Sólo la muerte, no el amor, individualiza acaso de verdad, precisamente porque es la ausencia absoluta y exactamente la muerte es lo innombrable. No es extraño, por tanto, que este poema se titule: «La muerte o antesala de consulta».31
NOTA: El presente artículo fue publicado, con algunas modificaciones, en 2000 en Voz y Letra: Revista de Filología Moderna, XI (2), pp. 111-122.
1. Citaré siempre los textos de V. Aleixandre por la edición de sus Obras completas, II vols., Aguilar, Madrid, 1977-1978. El mejor análisis último que conozco de «todo» Aleixandre es la Tesis Doctoral de Miguel Ángel García, de la Universidad de Granada, publicada por la editorial Comares en 2001. A Miguel Ángel García quiero dedicarle este trabajo.
2. Juan Carlos Rodríguez: «Historicismo y evolucionismo (Contornos para una historia de la literatura)», en El Gnomo 5, Universidad de Zaragoza, 1996, pp. 125-149.
3. V. Aleixandre: «Notas previas a Mis mejores poemas», 1978, vol. II, p. 551.
4. 1977, vol. I, p. 441.
5. Ibíd., p. 449.
6. Dice explícitamente Aleixandre en su breve comentario/prólogo a Pasión de la tierra: «Hace tiempo que sé, aunque entonces no tuviera conciencia de ello, lo que este libro debe a la lectura de un psicólogo de vasta repercusión literaria (Freud), que yo acababa de realizar justamente por aquellos años». Cf. 1978, vol. II, p. 546.
7. 1977, vol. I, pp. 781-782.
8. Ibíd., p. 790.
9. Cfr. Juan Carlos Rodríguez: La norma literaria, Dip. Prov. de Granada, 2.ª ed., corregida y aumentada, en la editorial Debate, Madrid, 1994.
10. En un vasto dominio, 1977, vol. I, pp. 791 y ss.
11. 1977, vol. I, pp. 803-804.
12. Ibíd., pp. 810-811.
13. Ibíd., p. 835.
14. Ibíd., pp. 922-923.
15. Ibíd., pp. 974 y ss.
16. Ibíd., pp. 992-994.
17. Poemas varios recoge textos escritos entre 1927 y 1967 y no incluidos en ninguno de los libros de Aleixandre. Son recogidos para las Obras completas, editadas recientemente, en 2001, por Alejandro Duque Amusco en la editorial Visor.
18. «No te conozco», 1977, vol. I, p. 1105.
19. 1977, vol. I, pp. 1059-1060.
20. Ibíd., p. 195.
21. Nacimiento último, 1977, vol. I, pp. 602 y ss.
22. 1977, vol. I, pp. 609-610.
23. Ibíd., pp. 632-633.
24. Ibíd., p. 653.
25. Poemas de la consumación, 1978, vol. II, pp. 33 y ss.
26. «Los años»,