bien dice Ken Robinson: «No estamos en una escuela, estamos en una cadena de una empresa en la que se fabrican personas que luego se suministrarán a la sociedad». A día de hoy, no se permite un fallo en la escuela. Pero eso sí, luego hablamos en conferencias de que hay que fallar, de que, como en los EE. UU., cuanto más fracasas, más rápidamente consigues el éxito.
¿Alguien me lo puede explicar?
Si realmente queremos una sociedad diferente, avanzada, los sistemas arcaicos de educación son un lastre importante. Una educación en la que no se acepta salirse de la línea de puntos para hacer un 6, en la que se desecha un trabajo por no presentarlo en el formato que se ha establecido o en la que un alumno que se aburre en una asignatura es diagnosticado como TDAH dice mucho sobre su consideración hacia la creatividad.
¿Seguir las normas y no cometer fallos es ser una persona creativa y con talento? Se aprende de las caídas, no del éxito y la rutina. Pero, hasta llegar a ello, hemos tenido que caernos y aprender por nosotros mismos.
Desde pequeños, se nos recomienda que hagamos las cosas perfectamente. Si cometes un fallo, eres el patoso de la clase. Si te confundes, te tratan de tonto. Si haces otra cosa a lo que decía el profesor que tenías que hacer, eres el despistado. Las mofas en clase comienzan, mientras te harán creer que ya no servirás para nada.
La iniciativa a ser uno mismo y descubrir qué hay detrás de eso que te intriga no está bien vista.
Tenemos un sistema que oprime la creatividad innata que llevamos dentro desde que nacemos. Pero luego, cuando vienen mal dadas, reclama a los que han oprimido su creatividad que la desplieguen para sacar al mundo de la crisis en que se halla metida.
Nuestras decisiones determinan nuestro futuro y el futuro de nuestra sociedad, así que seamos un poco más congruentes con el futuro que queremos y a partir de ahí observaremos más claramente la educación que debemos impartir a nuestras futuras generaciones.
La creatividad nos ha dado los avances que estamos viviendo a día de hoy. Si queremos una sociedad avanzada, tenemos que incluir la creatividad dentro de la educación que damos a nuestras generaciones venideras. Si no, se quedará todo en papel mojado a la espera de una nueva crisis.
Si queremos una sociedad creativa, el principio del comienzo debe ser la educación. Educación que debe empoderar a los alumnos en sus talentos y en la confianza en sí mismos para un desarrollo fuerte y futuro de la creatividad.
Una sociedad creativa desde sus comienzos apuesta y apostará por la individualidad de las personas, por el desarrollo de sus talentos innatos, por el respeto a cada una de los integrantes y sus diferencias, así como por un mundo que no tendrá miedo a la incertidumbre, sino que será la creatividad quien genere puentes sobre ella.
Pero mientras prefiramos las normas a la creatividad, seguiremos viviendo en el miedo.
2.2. La creatividad en el momento presente
En estos momentos, la creatividad vive una situación un tanto confusa. Por un lado, hablan los medios de comunicación, los líderes empresariales de la necesidad de que inunde el tejido empresarial, ya que estamos viviendo una situación única que requiere soluciones únicas. Por otro lado, tenemos la sociedad a la que, cuando le hablas de creatividad, te comenta cosas como: «Eso es Messi, yo nunca podré ser creativo, eso es para las personas con un don como él… ¿Creativo? ¿Ahora tengo que dar ideas para que mi jefe diga que no? Ya me cansé hace tiempo. No pienso dar más ideas, ¿para que luego me tilden de raro o de pelota? Sinceramente, no me apetece. Prefiero seguir la vida que llevo de recibir órdenes que no idear, liderar y proponer».
Personas que, en el fondo, muestran su rabia debido a situaciones en las que su creatividad no se tuvo en cuenta o proyectos que emprendieron y que fracasaron. Cuando emprendemos un reto y no ha salido como esperábamos, ya tiramos la toalla. Ya pensamos que no somos creativos. Y por eso esa añoranza, disfrazada de rabia y miedo.
La gente, a cierta edad, se acomoda. No quiere cambios, no quiere estudiar, no quiere avanzar, sobre todo si ha conseguido ser lo que la sociedad considera «un ciudadano ejemplar». Y ahora llega una situación como la que estamos viviendo en la que nos piden que seamos creativos para afrontar una incertidumbre constante. Pero si las empresas siempre han apostado por «externalizar» la creatividad o por «aquí se hacen las cosas como las hizo mi padre», ¿cómo vamos a ser creativos? Es algo imposible.
Vivimos en una sociedad en la que se confunde el fracaso con el error, algo que influye en el desarrollo e impulso de la creatividad.
Recientemente entrevisté a Luis Pérez Breva, profesor del MIT, que me comentaba que existía mucha confusión en España entre estos dos términos. Fracasar es el último resquicio que tenemos; es saber que no hay más oportunidades, que es hora de cambiar de rumbo, de foco, porque no hay solución para seguir hacia adelante. En cambio, un error es un fallo eventual; es una mala decisión que tiene solución. Puedes poner la solución en marcha y hasta ver qué otros caminos puedes seguir, sin olvidar lo que has aprendido e intentando no repetir la situación
Pero, si observamos las librerías, las conferencias de los grandes gurús tienen una cosa en común: nos hablan de fracasar.
«Los grandes líderes han llegado hasta donde están fracasando… Las grandes ideas nacen de los fracasos… La creatividad nace del fracaso».
Lo único que está haciendo está filosofía es producir rechazo. ¿Por qué?
Vivimos en una sociedad en la que fracasar está mal visto desde la infancia, no como en la americana. Además, esos gurús hablan desde sus Porsches o sus estancias en Ibiza a gente que lo está pasando mal por no llegar a final de mes. Por lo tanto, es un mensaje que no llega.
No queremos crear nada más allá de lo establecido, no queremos salirnos de lo establecido y, si lo hacemos, será a escondidas de los demás. Porque si fracasamos, vamos a ser el hazmerreír de todos, y eso no le gusta a nadie. Por lo tanto, ¿para qué crear algo?, ¿para que no sea hasta el decimocuarto fracaso cuando alcancemos el éxito que nos dicen los libros? Para eso desechamos cualquier alumbramiento de pensamiento disruptivo o sueño de innovación y seguimos haciendo lo de siempre, que se está mejor tranquilos.
Uno de los grandes ejemplos del fracaso y la creatividad son los artistas. Soy muy melómano, y principalmente de Raphael y Bunbury, artistas con grandes carreras profesionales; con grandes éxitos, pero también con grandes fracasos. Pero, si observamos, podrían haber tirado la toalla, haber decidido que, tras haber cosechado tantos éxitos, se retiraban. Sin embargo, no ocurrió así: después de algún fracaso y de años sin actividad, renacieron con trabajos en los que se habían reinventado, transformado su sonido, sus letras… y con ello alcanzando cotas de éxito, superando las expectativas.
Se habían reinventado. Habían creado un nuevo camino tras sus errores. En vez de tirar la toalla a la primera caída, crearon un nuevo camino. Les impulsó el fracaso, cuando a la mayoría de la gente, les bloquea para siempre. ¿Y por qué nosotros no lo podemos hacer también?
Y ahora, tras un fracaso mundial, nos dicen que tenemos que aprender a ser creativos. Algo que es innato a nosotros, pero de lo que la sociedad y, con ella, el sistema educativo nos han dicho que no era bueno para nuestro futuro.
Hay otro motivo por el que la creatividad es denostada en estos momentos, no solo por la empresa sino por la sociedad: se considera algo espiritual o mágico. Se nos ha hecho creer que la creatividad es un «don» destinado a algunas personas, mientras los demás estamos destinados a ver su talento y destreza. Cuando no es así. Todos tenemos ese don. También el mundo de la espiritualidad la ha mostrado como algo «mágico», algo imposible de alcanzar. Cuando tampoco es así.
Veremos cómo llevando el desarrollo personal a nivel cotidiano, haciéndonos preguntas que hasta la fecha no nos habíamos hecho, empezaremos a descubrir quiénes somos y cómo vemos el mundo, lo que, en el fondo, es la creatividad.
Echando la vista atrás, vemos que queremos una sociedad