mayo también se pagaba otra media emprestança a 24 capitanes y hombres de armas a cargo de 350 caballos (116 lanzas y 2 tercios de lanza), así como a parte de la escuadra de Ramon Boïl, 555 caballos (185 lanzas) en 48 comitivas y 850 infantes en 13 condestabilías.[156] Hasta entrado el verano no se reanudaba la contratación de tropas pagándose al grueso de fuerzas del ejército. Para entonces ya se había obtenido del papa (el 23 de abril) una bula que le autorizaba a atacar, si era necesario, a Florencia, el principal aliado de Sforza, así como un subdisio de 40.000 duc. para sufragar los gastos, a percibir sobre el clero de los reinos ibéricos del monarca.[157] Obtenido el subsidio, como reconocía el propio rey el 2 de mayo, ya se enviaba a Roma en apoyo de las tropas papales que marchaban hacía el frente contra Sforza, un contingente de 2.000 caballos y 500 infantes, y aseguraba que pronto enviaría hacia el norte, a los Abruzos, otros 1.000 caballos y 1.000 infantes.[158] En junio el ejército del conde Sforza, más de 6.000 hombres, atacaba Roma; el cardenal de Aquileia y Eugenio IV deseaban una ayuda militar mayor y más rápida por parte del rey, aunque no querían que las tropas fueran dirigidas por el monarca, quizás por desconfianza de verle al frente de un poderoso ejército cerca de Roma.[159]
El grueso de las fuerzas del Magnánimo no estuvo preparado hasta bien entrado el otoño debido a una enfermedad del rey y, sobre todo, a la entrada de capital en las arcas reales, vía créditos y letras de cambio. Conforme iba lográndose liquidez se reanudaban los pagos de soldada a partir de agosto y especialmente a lo largo de septiembre cuando se pagó adelantos de media emprestança (con libranzas de 20 y de 10 duc.) al conjunto de escuadras del ejército real: en agosto 807 caballos (219 lanzas en 37 comitivas) y 650 infantes en 12 conestabilías,[160] y en septiembre 2.931 caballos (977 lanzas en 242 compañías), 320 infantes en 5 condestabilías y 31 espingarderos.[161] Para octubre el monarca ya estaba en condiciones de informar del despliegue del conjunto de su ejército: enviaba en ayuda del duque de Milán 2.500 caballos y él comandaba personalmente 5.000 para socorrer el ejército papal del cardenal de Aquileia.[162] Las cèdules de la tesorería confirman que el conjunto de combatientes que había ido recibiendo soldada del rey entre febrero y septiembre superaban los 7.500 caballos: en concreto 7.687 caballos (2.562 lanzas y 1 tercio de lanza, en 494 comitivas) junto a 2.000 efectivos de infantería (1.970 infantes en 31 condestabilías y 31 espingarderos).[163] Su contratación había supuesto a las arcas reales un desembolso próximo a los 40.000 duc.[164] y sólo era la media paga. Durante la segunda quincena de octubre, todavía en Nápoles, las tropas percibirían la mitad restante (30 duc. lanza, recibiendo algunas compañías pagos en draps por 10 duc. lanza),[165] al tiempo que las fuerzas que partían de la marca de Ancona hacia Milán, al mando de Ramon Boïl, 2.137 caballos (713 lanzas y 1 tercio de lanza), recibían dos acorriments más a fines de octubre y de noviembre.[166] A inicios de noviembre de 1446 el rey partía de Nápoles hacia el norte al mando del grueso de su ejército, en el momento en que disponía del camino libre hacia la Italia central, sin oposición alguna de su teórico aliado, el ejército papal que, desde fines de septiembre, se encontraba asediado en el territorio de Rimini por las fuerzas de Sforza.[167] De hecho ni el papa Eugenio IV ni su comandante el cardenal de Aquileia deseaban ver al Magnánimo dirigirse con su gran ejército al escenario de los enfrentamientos. Entre noviembre y diciembre, mientras por los rigores invernales se retiraban a sus cuarteles las fuerzas papales y las de Sforza, venecianas y florentinas, Alfonso V conducía su ejército, en un lento y tortuoso viaje, en dirección a Roma. El 29 de diciembre solicitaba al papa un subdisio de 20.000 duc. para mantener su ejército durante el invierno ya que como rey, según reconoció, no podía permitirse vivir sobre el terreno como cualquier otro condottiere. Como quiera que el papa rechazó concederle subsidio alguno, el monarca proclamó la plena independencia de su ejército de las fuerzas pontificias. El 8 de enero de 1447 acampaba en las cercanías de Roma, en Tívoli, posición privilegiada para vigilar y controlar al estado papal. Allí permancería junto a su ejército durante los próximos ocho meses.
Ese largo periodo de inactividad militar sólo puede explicarse por la muerte del papa Eugenio IV a fines de febrero y la incógnita por la elección de un nuevo pontífice (Nicolás V), pero también por su rechazo a empeñar el grueso de sus fuerzas en Lombardía, en defensa de Milán contra Venecia, si persistía la hostilidad de Florencia. Pero Alfonso el Magnánimo no tenía verdaderas aspiraciones expansionistas en el norte de Italia y, de hecho, carecía de los recursos para consolidar una hegemonía en la zona. Mantener una postura belicosa en Italia era la excusa perfecta para evitar regresar a sus dominios ibéricos y ayudar a su hermano Juan de Navarra en la contienda civil castellana que incluso amenazaba con una nueva guerra abierta con Castilla. La lógica de conflictividad interestatal italiana y sus alianzas, en la que participaba al frente del reino de Nápoles como un contendiente más, era lo que le había llevado a enemistarse con Venecia y Florencia.[168] Esta sería la causa que le obligaría a entrar en guerra con Florencia, a la que enviaría un ultimátum en diciembre de 1447 amenazándole si no retiraba su apoyo a Venecia en la guerra con Milán. De hecho, a fin de mantener operativo el ejército para el destino que fuese necesario, en la primavera de ese año la tesorería iniciaba nuevos ciclos de pago de soldada (acorriments de 10, 20 y 30 duc. lanza) a las tropas acampadas en Tívoli, iniciados a fines de abril y concentrados, sobre todo, a lo largo de junio y julio.[169]
Los acontecimientos se precipitaron tras la muerte, el 13 de agosto de 1447, de su principal aliado, el duque de Milán, Filippo Maria Visconti. Los sucesos siguientes, una rebelión comunal milanesa que capturó al capitán de las tropas reales allí desplegadas, Ramon Boïl, y el vacío de poder creado en Milán, a merced de los condottieri Piccinino hijo y, sobre todo, Sforza, a quien el duque había establecido como heredero y que acabaría por hacerse con el poder como nuevo duque de Milán, obligaron al rey a poner de nuevo en marcha su ejército. El rey se vio obligado a movilizar sus tropas, 4.000 caballos, hacia el norte ese mismo de agosto aunque sin destino claro, ya que carecía de verdaderas ambiciones en Lombardía y no deseaba enemistarse con una Florencia reforzada por la contratación de los condottieri Sigismundo Malatesta y Frederico de Montefeltro. Por ello el rey zanjó sus diferencias con Sforza, comprometiéndose a no oponerse a sus aspiraciones al ducado de Milán a cambio de que quedase vasallo nominal del Magnánimo.[170] Fue entonces cuando buscó un trofeo militar que mantuviese su prestigio en Italia y justificase su costosa campaña. Y eligió la villa costera de Piombino, una ciudad-estado aliada de Florencia, que podía utilizar como base de operaciones navales contra Génova y resultaba útil para Córcega. El ejército real partió hacia la región toscana atravesando territorio de Siena y abriendo una campaña desastrosa entre agosto de 1447 y septiembre de 1448. Durante la misma sólo logró la rendición comprada de la pequeña villa próxima de Castiglione della Pescaia pero fracasó en el asedio de Piombino (junio-septiembre de 1448), debido a las malas condiciones sanitarias del campamento real, a los refuerzos enviados a los sitiados por mar y a la llegada del grueso del ejército florentino, que precipitó la retirada aragonesa.
Para las operaciones entre 1443-1448, la estructura del potencial militar desplegado revela que el rey dispuso de tropas permanentes, regularmente remuneradas y profesionales. Como más adelante analizaremos, la continuidad de la guerra y la política financiera arbitrada facilitaron la emergencia de fuerzas permanentes.