No debemos creer, sin embargo, que los 1.000 ballesteros y 1.021 soldados de caballería asoldados por la tesorería conformaban la totalidad del ejército que embarcó en 1432. El Dietari del Capellà nos informa que la monarquía contrató 2.000 ballesteros y 4.000 combatientes de caballería, (2.000 hombres de armas y otros tantos servidores armados o pillarts), a los que se sumarían los efectivos aportados por quienes ofrecieron combatientes a su costa, a sa despesa, sin percibir soldada, según la crónica tres mília gentilshòmens.[85] Independientemente de la cifra total, que habría sido exagerada, es más que probable que en los registros de la tesorería no conste la totalidad del contingente movilizado. Dejando a un lado las tropas que acudieron sin percibir soldada que obviamente, por su naturaleza gratuita, no podemos documentar en administraciones financieras, puede suponerse que el reclutamiento a sueldo no estuviese todo él concentrado en la tesorería real. Parte de la labor reclutadora bien podría haber sido gestionada por administraciones financieras locales o bien por oficiales reales manejando capitales públicos en virtud de comisiones específicas generando alguna contabilidad paralela a la tesorería que, hasta el momento, no hemos podido documentar, como de hecho ya había ocurrido en 1425 y 1429. Sin embargo, pensamos que no serían muchos más de los registrados en la tesorería el total concurrente: como máximo contrataría 1.500 combatientes de caballería que unidos a los que servían a sa despesa podrían cifrar un total de 2.000.[86]
El 29 de mayo de 1432 Alfonso V zarpaba de Els Alfacs con una flota de unas 27 galeras y 10 naves.[87] El destino era por todos conocido: dirigirse a la isla de Sicilia para preparar una nueva campaña hacia el reino de Nápoles. Tras hacer escala sucesivamente en las Baleares (en Palma y en Maó), en Cerdeña (l’Alguer y Cagliari) y en Sicilia (en Palermo),[88] la flota intentó una operación de ayuda al castillo de la ciudad de Tropea, en la baja Calabria, sitiado por fuerzas del duque de Anjou, aunque dada la imposibilidad de desembarcar efectivos, el 6 de julio echaba anclas en Mesina.[89] La situación napolitana desaconsejaba una inmediata expedición por lo que tras ser engrosada la flota con refuerzos sicilianos,[90] partía hacia la isla tunecina de Djerba. De hecho, aunque el objetivo de la expedición naval era reemprender la guerra en Nápoles, Alfonso V barajaba seriamente la posibilidad, desde abril de 1431, de atacar posiciones tunecinas una vez llegado a Sicilia.[91] Suponía una amenaza la impunidad con la que el rey de Túnez había realizado incursiones corsarias sobre las costas sicilianas en 1425 y un ataque a Malta en 1429. Repetir una operación como la realizada por la armada al mando del infante Pedro en 1424 era una buena alternativa para lograr un botín y, sobre todo, para mantener activa la flota y ejército. Pero también podía resultar útil un espectacular éxito militar que le reportase la necesaria fama entre las cortes italianas, principalmente en la curia papal a fin de exigir subsidios de cruzada en un futuro. El 15 de agosto el estol reial llegaba a Djerba. Tras cruzarse el rey de Aragón con el de Túnez cartas de desafío, el ejército real iniciaba una breve campaña en la segunda quincena de ese mes que aunque ni pudo conquistar la isla ni reportó un remesa de cautivos importante, sí logró desarticular el ejército musulmán y obtener un botín substancioso del campamento tunecino.[92]
De regreso a Sicilia a inicios de septiembre, el monarca decidió trasladarse a la isla de Ischia, base aragonesa frente a Nápoles, para esperar allí que un fuerte soporte militar en el reino napolitano le permitiese reemprender la guerra.[93] A tal fin, a lo largo de octubre y noviembre desde Mesina renovó la soldada de su flota y ejército, la de su gente de armas el 22 de noviembre (el mismo día que lo hacía con sus galeras) y la de los ballesteros en ruta hacia Ischia y una vez llegó a la misma (los días 6, 15 y 30 de diciembre): en total las tropas que condujo a Ischia eran 560 ballesteros (en 21 condestabilías)[94] y 782 combatientes de caballería (en 192 comitivas).[95] Con esas fuerzas y 20 galeras zarpaba el 1 de diciembre de Mesina rumbo a Ischia donde desembarcaba el 22 de ese mes.[96] Allí permanecería estancado hasta julio de 1433. Recibió esperanzado a nobles napolitanos afines y esperó en vano una coyuntura propicia para marchar hacia Nápoles. Pero los vaivenes de Juana II en aceptar sus derechos al trono (el 6 de abril revocaba la adopción de Luis d’Anjou readmitiendo al Magnánimo, aunque en junio cambiaba de opinión), las dificultades militares de sus partidarios napolitanos y la declaración de una inoportuna epidemia entre sus tropas, le obligaron a desestimar cualquier ataque a Nápoles y a decidir abandonar Ischia el 3 de julio de regreso a Sicilia.[97]
5. LA CONQUISTA DE NÁPOLES: LAS CAMPAÑAS FINALES DE 1441-1442
El final de la guerra sucesoria en Nápoles y la conquista del reino por Alfonso V se logró con las campañas de 1441-1442, aunque las bases de su victoria descansan en la evolución político-militar entre 1433-1440.[98]
Entre julio de 1433 y abril de 1435 Alfonso V residió en el reino de Sicilia, a excepción de una nueva aventura sobre las costas tunecinas en el verano de 1433. Allí permaneció concentrado en la planificación logística y financiera de su flota y ejército, y a la espera de la llegada de sus hermanos desde la península: los infantes Enrique y Pedro lo harían en octubre de 1433 y Juan de Navarra en julio de 1434. En noviembre de ese año fallecía Luis d’Anjou, el heredero elegido por la reina Juana II, quien igualmente moriría tres meses después, el 2 de febrero de 1435, no sin antes haber rechazado como sucesor a Alfonso el Magnánimo y nombrado al hermano de Luis d’Anjou, René d’Anjou, conde de Provenza, por entonces cautivo del duque de Borgoña. Era el momento de reemprender la guerra: Alfonso V se autoproclamaba rey de Nápoles y en abril zarpaba con su flota hacia Ischia. En mayo desembarcaba tropas para sitiar con refuerzos locales Gaeta, la segunda ciudad del reino. Gaeta (al igual que Bonifacio en Córcega en 1421) sólo fue auxiliada por Génova que le envió apoyo naval. Los acontecimientos se precipitaron y lo que pudo ser una rápida victoria aragonesa se transformó en el espectacular desastre ocurrido en la bahía de Ponza el 4 de agosto de 1435: la flota real que salió al encuentro de una armada genovesa caía derrotada y el rey, sus hermanos y los numerosos nobles e integrantes de su corte que le acompañaban fueron capturados y enviados al duque de Milán, Filipo María Visconti, señor nominal de Génova. Sin embargo la habilidad diplomática del rey pudo transformar su derrota y captura en una alianza y una liberación:[99] un pacto con el duque de Milán en octubre de 1435 (por el que el duque respaldaría al Magnánimo en la conquista de Nápoles y éste al duque contra el condottiere Sforza y el papado, repartiéndose sus áreas de influencia en Italia, Milán al norte y Nápoles al centro-sur) dejaba al rey las manos libres para continuar la guerra.
De regreso a las operaciones armadas Alfonso V tuvo que combatir entre 1436 y 1440 a cuatro rivales esenciales: desde un principio a los nobles pro-angevinos (la guerra napolitana era una pugna de bandos nobiliarios); al papado (Eugenio IV), señor nominal del reino napolitano, decidido a impedir el triunfo aragonés actuando, entre el otoño de 1437 y febrero de 1438, a través de su brazo armado, el patriarca-condottiere Vitteleschi; pero también desde 1438 al propio René d’Anjou quien, libre de su cautiverio borgoñón, se puso al frente de barones locales, recibió un decidido apoyo de Génova, sublevada contra el dominio milanés, y atrajo a su causa a un condottieri reputado como Jacobo Caldora; y, finalmente, a la amenazante presencia en el norte del reino del condottiere Francesco Sforza, señor