En esos años la situación política en Nápoles abría posibilidades de retorno mientras que las arcas de la Tesorería se llenaban con nuevos fondos (dote de la reina, subsidios clericales, donativos de Cortes aragonesas y valencianas de 1428).[34] Los dispositivos militares para una flota se reemprendieron con vigor: durante todo el año 1427 se ofrecíó soldada a miembros de la nobleza para servir con hombres de armas «en la armada que fa de present lo senyor rey»,[35] y la Tesorería real invertía en 1428 cerca de 350.000 ss. en preparativos navales (contratación y construccción de naves y galeras, fabricación de aparejos diversos para la armada).[36] Todo parecía dipuesto para el retorno. Pero una vez más el problema castellano alejó al rey de Aragón de Nápoles.
3. LAS CAMPAÑAS DE LA GUERRA CON CASTILLA DE 1429-1430[37]
La victoria del partido de los infantes de Aragón en la corte castellana pronto se mostró muy frágil. En febrero de 1428 Álvaro de Luna aprovechó las desavenencias entre Juan, rey de Navarra, y Enrique, maestre de Santiago, y alejó a ambos de la corte: obligó al primero a regresar a Navarra y al segundo a partir hacia los dominios de la orden de Santiago en el sur con el pretexto de defender la frontera con Granada. Ante la pérdida de hegemonía de los Antequera en la corte castellana el rey de Navarra logró convencer a Alfonso V de que la única solución era repetir una operación de presión político-militar como la del verano de 1425. A comienzos de enero de 1429 el Magnánimo se entrevistaba personalmente con el infante Enrique en Chelva, y en marzo, en Tudela, sellaba un pacto con Juan de Navarra: la decisión de reunir tropas para dirigirse a la frontera aragonesa había sido tomada.
3.1 Las operaciones del verano de 1429 en el frente aragonés: dos incursiones en Castilla, dos ejércitos
Los preparativos para articular un ejército de caballería comenzaron de inmediato. Las convocatorias (ampraments) se cursaron entre febrero y marzo y ofrecieron soldada para tres meses a quienes aceptasen servir al rey, dejando abierta la posibilidad de continuar el débito armado si se pagaba una nueva soldada.[38] Y al igual que en 1425, para financiar la contratación, la monarquía utilizó capital libre de negociación en Cortes: recurrió al tesoro o cambra real, a sus rentas patrimoniales, al secuestro de rentas y bienes de castellanos, a los restos de subsidios estamentales por cobrar y, sobre todo, a donativos y créditos del patriciado barcelonés.[39]
Con este capital se abrieron tres frentes de contratación de compañías de gente de armas para servir durante tres meses: en el principado de Cataluña, en Barcelona, Lleida y Perpinyà, en el reino de Aragón, en Zaragoza, y en el reino de Valencia, en su capital, Valencia. Para reclutar en esos tres frentes, de nuevo la monarquía flexibilizaría su maquinaria administrativa y financiera. Por una parte la contratación de tropas en Cataluña era gestionada desde la tesorería, directa e indirectamente. Directamente ya que el tesorero Francesc Sarçola reclutó en Barcelona desde su contabilidad financiera 623 caballos;[40] e indirectamente en la medida en que el tesorero comisionó a agentes de su oficio para que contrataran tropas en Lleida y en Perpinyà, en total cerca de 300 efectivos: en marzo de 1429 Bernat Plaça recibía del tesorero 6.885 flor.[41] con los que administraba el reclutamiento de 164 caballos en Lleida;[42] en ese mismo mes, Marc Joan percibía 10.000 flor. para ir a Perpinyà con los que contrataría, supervisado por Bernat Albert, procurador reial dels comtats de Roselló e Cerdanya, unos 150 caballos.[43] Por otra parte y paralelamente, Joan Mercader, baile general de Valencia, y Pere Ferrer, oficial de la tesorería, reclutaron gente de armas en los reinos de Valencia y de Aragón, respectivamente 469 y 595 caballos, a través de dos contabilidades creadas ex profeso en ambos reinos y nutridas con caudales diversos, fondos que no pasaban por la tesorería y se administraban localmente.[44] Las compañías a sueldo, contratadas esta vez –a diferencia de 1425– con un único pago de tres meses de soldada, sumaban un total de 2.000 caballos. A ellos habría que unir los aportados por quienes acudieron a servir gratuitamente («a ses despeses») que, como en 1425, serían una clara minoría.
En conjunto estimamos en cerca de 2.500 combatientes de caballería el ejército que articuló Alfonso V entre marzo y junio de 1429: con esa fuerza comenzaba el 23 de junio una incursión en tierras castellanas acompañado por su hermano Juan, rey de Navarra.[45] Apoyándose en el éxito de la operación de 1425, esperaba que esa exhibición de fuerza, unida a previsibles disidencias entre la nobleza castellana, obligasen al rey de Castilla a restaurar el poder de la rama Antequera de los Trastámara. Su recorrido por tierras castellanas procuró en todo momento presentarlo no como una invasión sino como una misión pacífica para restaurar el bien del reino.[46] Cuidaba así la disciplina de la gente de armas y procuraba la reparación monetaria sistemática de los víveres y suministros que tomaban en su ruta por Castilla.[47] Buscaba apoyos nobiliarios en Castilla, cerca de Hita, pero no los encontró: el condestable Álvaro de Luna y Juan II habían truncado toda posibilidad de disidencia nobiliaria y lo que incialmente consistió en una incursión de presión política, acabó provocando una guerra abierta entre las coronas de Aragón y Castilla: Juan II le declaraba oficialmente la guerra el 29 de junio.
A partir de entonces, tras una batalla campal frustrada entre los días 1 y 2 de julio, las tropas castellanas avanzaron sobre Aragón: a una cabalgada inicial de Álvaro de Luna el 4 de agosto, siguió la marcha de Juan II al mando de un nutrido ejército en dirección a Calatayud, donde se habían retirado los reyes de Aragón y Navarra.[48] Sin embargo, careciendo de los pertrechos y el suministro regular de vituallas necesarios para una guerra de asedio, tuvo que detenerse ante el primer obstáculo militar de relevancia, el castillo de Ariza. La ofensiva castellana quedó estancada. Por el contrario entre julio y agosto, el rey de Aragón logró prepararse para una contraofensiva fulminante en Castilla que, entre el 26 de agosto y el 9 de septiembre, conquistó siete fortalezas (entre ellas Deza, Ciria, Borovia, Vozmediano y Serón) y aseguró firmemente la defensa del frente. Para lograrlo dispuso de una eficiente intendencia[49] y de la práctica reestructuración de las tropas a su servicio, una total renovación de su ejército. La burocracia estatal aragonesa obtendría el dinero necesario para renovar el contrato de la mayor parte de la caballería asoldada, diversificaría sus contingentes reclutando compañías de ballesteros catalanes y valencianos, y movilizaría milicias locales de ciudades y villas del reino de Aragón a través de una convocatoria de servicio general obligatorio, parte de las cuales conmutarían su presencia con pagos en metálico. Para la nueva incursión, la estructura y composición del ejército se renovaría completamente.
El tiempo de servicio de la gente de armas, tres meses, quedaba cubierto a finales de agosto. Las compañías contradas sólo permanecerían en el ejército si se les pagaba un nueva soldada: eran necesarios fondos en gran cantidad y con presteza. Y para lograrlos el tesorero Francesc Sarçola estaba en Barcelona. Gracias a una hábil política financiera, negociando créditos con los dos principales centros urbanos de la Corona (Valencia y Barcelona), los oficiales reales lograron la liquidez necesaria para prorrogar el servicio de sus efectivos asoldados. Así, el tesorero contrató el 3 de agosto con los consellers de Barcelona un crédito de 50.000 flor. asegurado por las rentas del patrimonio real del principado y librado