y con un dócil papa (Eugenio IV) en contra del conde Francesco Sforza y granjeándose por ello la abierta hostilidad de Venecia y Florencia. Esa política llevaría al rey a intervenir entre 1442 y 1445 en la marca de Ancona combatiendo a Sforza, su principal rival, pero también en la Toscana entre 1446 y 1448. La movilización de sus ejércitos entre 1443 y 1448 siempre obedecería a la misma pauta, acorde con la corta duración de las propias campañas bélicas. Durante la primavera preparativos financieros y pagos de soldada (acorriment e imprestanza), despliegue de tropas en campaña durante el verano e inicios del otoño y acuartelamiento de los efectivos a lo largo del invierno, aunque manteniendo operativas tropas en la frontera norte e incluso enviando contingentes expedicionarios a Génova, a Milán y a Roma en apoyo de sus respectivos aliados en esos estados, la facción genovesa de los Adorni, el duque de Milán Filippo Maria Visconti y el papa Eugenio IV.
La contratación de los efectivos y el pago de soldadas obligaba a las finanzas reales a dispendios extraordinarios concentrados en breves periodos de tiempo. Para afrontarlos, el monarca continuó con la misma política financiera: masivas compras y distribución de paños (draps) como medio complementario de pago;[133] y uso generalizado de letras de cambio para adelantar capital en Nápoles sobre rentas reales o subsidios de Cortes a percibir en sus dominios valencianos, catalanes y sicilianos.[134] A ello habría que unir una racionalización de las finanzas reales con la introducción de un impuesto directo para todo el reino napolitano (un fogaje) y el recurso al crédito y redes bancarias de mercaderes y banqueros.[135] Ahora bien, desde 1443, la disponibilidad de las arcas reales se beneficiaría de las finanzas de la Iglesia: el rey logró del papa Eugenio IV, también interesado en la expulsión del condottiere Sforza de la marca de Ancona, la aceptación de su posición en Nápoles y una estrecha alianza cercana a la sumisión, al aceptar todo tipo de cargos y prebendas eclesiásticos solicitadas por el rey para sus agentes y al otorgar unos subdidos más que generosos: 140.000 duc. (200.000 flor.) en 1443 y 40.000 duc. en 1446, fondos que ayudaron a contratar las tropas reales.[136]
Entre 1443 y 1445, para las expediciones a la marca de Ancona contra Sforza, el grueso de las fuerzas contratadas se desplegaba en campañas no más de seis o siete meses (generalmente de mayo-junio a octubre-noviembre), aunque al finalizar las mismas durante los meses invernales, al tiempo que la mayoría de las fuerzas se retiraba a las principales ciudades reales (Nápoles, Capua, etc.), siempre se acantonaban contingentes considerables en la frontera norte (en los Abruzos) o en la propia marca de Ancona, al mando de nobles cortesanos o de capitanes y condottieri locales regularizados al servicio del rey. Solamente para la movilización del ejército real que finalizó en el fallido asedio de la localidad costera de Piombino (agosto de 1448), en la Toscana, el grueso del ejército real estuvo desplegado durante cerca de dos años, desde noviembre de 1446 a septiembre de 1448, desde su partida hacia el norte y acuartelamiento invernal cerca de Roma, en Tívoli, hasta su movilización hacia la Toscana. Ahora bien, las tropas que intervinieron en esa campaña comenzaron a ser contratadas a partir de la febrero de 1446, mientras que ese año el rey disponía en activo cuantiosas fuerzas en la marca de Ancona y enviaba al duque de Milán un nutrido contingente de apoyo.
Podemos examinar la movilización y dimensiones de las fuerzas militares que Alfonso V desplegó en el centro de Italia entre 1445 y 1448 a partir de los fondos de la tesorería (contabilidad y cèdules de pago) disponibles en ese periodo.[137]
En febrero de 1443 Alfonso el Magnánimo entraba triunfalmente en Nápoles, dando por concluidas sus campañas de conquista y control militar del reino. Como ya comentamos, del ejército real sólo permanecían movilizadas las fuerzas a cargo de Ramon Boïl en el norte, los Abruzos, reforzadas con el ejército del condottiere Nicolo Piccinino, contratado desde septiembre de 1442. El monarca no tardó en retornar a las operaciones ya que para inicios del verano reforzaba las fuerzas de Boïl acudiendo a la marca de Ancona a combatir a Sforza.[138] Antes, durante la primavera, celebraría un Parlamento con la nobleza local en el que reorganizó las estructuras militares del esquilmado reino napolitano: canceló cualquier vestigio del servicio feudatario, comprometiéndose a no volver a convocarlo bajo la forma del cobro del scutage, y prohibió que cualquier noble o barón reclutara gente de armas por su cuenta, autorizándose ejércitos privados sólo para servir en el ejército real.[139] Para reforzar esa decisión comenzaría a contratar gente de armas a la nobleza local, iniciando con los pagos de soldada la articulación de su ejército. A mediados de junio partió con sus tropas hacia el norte a unirse con Boïl y Piccinino, a quien se le renovó la condotta en julio. Gran parte del dinero necesario para la contratación de sus fuerzas lo obtendría el monarca de las arcas de la Iglesia. En febrero, en Terracina, cerraba un acuerdo con el legado papal, Ludovico Scarampo, cardenal de Aquileia: a cambio de que el rey expulsara al conde Sforza de la marca de Ancona, feudo papal, lograba una estrecha alianza con el papa Eugenio IV quien le otorgaba la bula de investidura sobre el reino napolitano y le concedía un subsidio de 140.000 duc. (200.000 flor.) a recaudar sobre todo el clero de los dominios ibéricos e italianos del rey, que sería anticipado mediante préstamos y letras de cambio.[140] Con ese capital pudo reunir el rey un formidable ejército, entre 9.000 y 10.000 hombres: la mitad eran las tropas de Piccinino (4.000 caballos y 1.000 infantes) mientras el resto procederían de las comandadas por Boïl, virrey de los Abruzos, y de las fuerzas que movilizó el rey desde Nápoles. Tal exhibición de potencial militar obligó a huir a Sforza de la marca e incluso provocó que algunos de sus capitanes y jefes de escuadras entraran a sueldo del rey. El ejército combinado del rey y Piccinino, actuando en nombre de la Iglesia, había logrado en agosto y septiembre reconquistar casi toda la marca. Sin embargo, un cambio de las alianzas en los estados norditalianos obligó al rey a ralentizar primero y paralizar después todas las operaciones. Para inicios de septiembre se encontró con la oposición de los principales estados italianos e incluso su único aliado en el norte, el duque de Milán, dio un giro y firmó la paz con el conde Sforza, su yerno. Paralelamente Milán también había firmado la paz con Venecia y Florencia. Todos ellos aceptaron ayudar a Sforza contra el Magnánimo y el papa contratando 5.000 caballos y 1.000 infantes que se unirían a las propias fuerzas del conde. Ante esta situación, a fines de septiembre el rey decidía retirarse de la marca, dejando sólo guarniciones al mando de Boïl y de un condottiere regular de su ejército, Paolo di Sangro, quienes quedaban como comisarios reales y de la Iglesia para la defensa de la marca, en particular Boïl, quien fue encargado de ocupar Teramo, en los límites de la marca y los Abruzos. A inicios de noviembre el ejército real retornaba a los cuarteles de invierno en los Abruzos, volviendo el monarca a Nápoles en diciembre. Los seis meses de campaña le supusieron, como reconoció el rey en 1446, un desembolso próximo a los 800.000 duc.[141]
En la primavera de 1444, de nuevo se iniciaban preparativos financieros y contratación de tropas para otra expedición real a la marca de Ancona. Las únicas fuerzas en activo eran las comandadas por Ramon Boïl y Paolo di Sangro en la marca, a las que unía de nuevo el ejército de Piccinino, a quien el rey firmaba una condotta anual en febrero.[142] Para lograr la liquidez necesaria para pagar las soldadas, entre febrero y marzo se giraron desde Nápoles doce letras de cambio, firmadas por el propio monarca o por Guillem Pujades, como reebedor de les peccúnies de la cort, dirigidas a Valencia, al tesorero Mateu Pujades, que permitieron disponer por anticipado, de mercaderes, cortesanos y oficiales reales, nada menos que 92.583 duc.;[143] un capital que, como reconoció el rey, debía de ser pagado a cuenta de los restos del subsidio eclesiástico de 140.000 duc. obtenido el año anterior.[144]