entre los siglos XI-XIII y su irreversible decadencia entre los siglos XIV-XV. Dos imágenes exageradas –fruto de una escasa reflexión sobre la práctica cotidiana de la guerra medieval y sobre la transformación social y militar de los ejércitos– que dificultan la comprensión de la amplia capacidad de adaptación de la caballería como élite militar.[1] Lejos del mito de su decadencia militar, en la Europa de fines del XIV y del siglo XV, la caballería pesada vivía realmente su máximo prestigio en la guerra, coincidiendo, precisamente, con el florecimiento de todos los elementos de la cultura caballeresca, (símbolos, rituales –torneos, justas, pasos de armas, etc.–, literatura y tratadística) estrechamente conectados con la guerra y, todavía, con una función militar formativa.[2]
La Corona de Aragón no fue ajena a todos esos fenómenos europeos. Desde fines del Trescientos y durante la primera mitad del XV, en una Corona de Aragón más vinculada militarmente en escenarios franco-italianos, se detecta una revalorización de la caballería pesada, los hòmens d’armes, y una significativa reducción de la caballería ligera (los cavalls alforrats), de presencia destacada en el siglo XIV, en claro contraste con Castilla donde la importancia de esta última se mantuvo estable.[3] Las campañas de Alfonso el Magnánimo confirman esta tendencia, como la guerra de Castilla de 1429-1430 donde la caballería pesada (caballeros armats a la guisa, con armadura completa) aparece claramente mayoritaria respecto a la ligera (los armats a la gineta).[4] También es destacable el peso del conjunto de fuerzas de caballería sobre las de infantería entre 1420-1448: en los ejércitos de Alfonso V las fuerzas de infantería suponían menos de una cuarta parte del total de combatientes a sueldo en los ejércitos del rey.[5]
Importancia cuantitativa pero también cualitativa ya que la caballería pesada era la espina dorsal de los ejércitos, el arma más cara y valorada y, por tanto, la que concentraba el grueso de la inversión militar del Estado. Así puede comprobarse examinando los gastos en soldada de tropas gestionados por la Tesorería General en tiempos de guerra, en 1429-1430 (guerra con Castilla) y en 1446-1447 (preparativos e inicio de la campaña centro-italiana). La estructura y peso del gasto en soldada en esos bienios puede verse en la tabla 1 (1429-1430), con cantidades indicadas en sueldos[6] y la tabla 2 (1446-1447), referidas en ducados y su correspondencia en sueldos.[7]
TABLA 1
Estructura y peso del gasto en soldadas de la Tesorería general de la Corona de Aragón
(marzo 1429-octubre 1430): preparativos y desarrollo de la guerra con Castilla (en ss.)
Fuente: ARV, MR, n.º 8.774, 8.777, 8.778 y 8.779.
TABLA 2
Estructura y peso del gasto en soldadas de la Tesorería general de la Corona de Aragón
(septiembre 1446-diciembre 1447): preparativos y desarrollo campaña (en duc. / ss.)
Fuente: ARV, MR, n.º 8.791
Como se aprecia, la contratación de tropas de caballería, tanto en 1429-1430 como en 1446-1447, concentraba cerca del 90 % del desembolso en soldadas y absorvía un tercio del gasto gestionado por la Tesorería General durante los conflictos armados.[8] Resalta la coincidencia en el porcentaje que supone la contratación de tropas de caballería entre ambos periodos de guerra, aunque en 1446-1447 el dispendio de la caballería se ha duplicado respecto a 1429-1430, de 1’4 a 3’5 millones de sueldos, un fiel reflejo del aumento de las dimensiones del ejército real en Italia respecto al movilizado en las campañas hispánicas (de cerca de 7.600 caballos frente a sólo 2.500 caballos). Pero también nos acerca al propio crecimiento del presupuesto y volumen de recursos manejados por el Estado por la presión de la guerra, que también se ha duplicado, de algo más de 4’5 millones de sueldos en 1429-1430 a 9 millones en 1446-1447. Ahora bien, en ambos bienios, tanto en las campañas hispánicas como en las italianas, reclutar y mantener contratadas compañías de gente de armas, de caballería pesada, sigue siendo, de largo, la partida de gasto más elevada a la que deben hacer frente las finanzas reales.
Unas fuerzas de caballería, articuladas en compañías a cargo de la nobleza, que en los registros financieros constan con una tipología variada en función de la naturaleza de las campañas. En las operaciones navales las comitivas están organizadas a partes iguales por hòmens d’armes, los soldados con armadura completa, y por pillarts, combatientes auxiliares con equipo ligero.[9] En las campañas hispánicas (en 1425 y 1429-1430) las compañías constan sólo por el número de caballos u hombres de armas a caballo (rocins y/o hòmens d’armes a cavall, hòmens a cavall armats), especificándose en ocasiones por hòmes d’armes y patges (servidores auxiliares del hombre de armas).[10] La «lanza», la característica unidad táctica en la que se organizaban las fuerzas de caballería en los ejércitos europeos, es prácticamente testimonial en las campañas hispánicas[11] y parece concentrarse en los territorios donde su presencia es hegemónica, en la frontera catalana con Francia, en Castilla y, sobre todo, en las campañas en Italia.[12] Para esos casos conocemos que la lanza en los ejércitos del rey de Aragón se componía, como la lancia italiana o la lance francesa de ese periodo –décadas de los 20 y 40 del XV– de tres hombres a caballo (el hombre de armas, combatiente principal con armadura completa y a cargo de una montura de guerra, el auxiliar armado más a la ligera y un servidor desarmado) que se corresponden con el home d’armes, el pillart y el patge.[13] La lanza catalanoaragonesa de tres hombres también comparte con la lancia italiana y con las lances que comanda el rey en sus campañas italianas, el carácter de ser una unidad organizativa de fuerzas de caballería, dejando al margen a tiradores o ballesteros, quienes aparecen entre las compañías de infantería.[14]
Cabe destacar igualmente que en las compañías de lanzas de Alfonso V en Italia no existe mención alguna a ballesteros o tiradores a caballo, a diferencia de lo que ocurrirá en las compañías de Francia o Borgoña.[15] Sí que se constata la presencia caballos que no forman una lanza, a cargo de uno o dos auxiliares o servidores, que la documentación denomina como un terç o dos terços de lança.[16] Detrás de la contabilización de esos terços de lances quizás se apunte la ampliación numérica de la lanza italiana, fenómeno documentado en los ejércitos transalpinos de la segunda mitad del XV por la agregación de más servidores y combatientes auxiliares pero no de tiradores a caballo.[17] Los ballesteros del ejército del Magnánimo, como en otros ejércitos italianos, se integran entre la infantería y en condestabilías de ballesters: los tiradores, desde infants de peu a infants provisionats (infantería vinculada al rey) se contabilizan en comitivas de paghes dirigidas por condestables.[18] Algunos de estos condestables, los de mayor prestigio y continuidad de servicio, percibían soldada por sus compañías de infants y por pequeñas comitivas de lanzas, aunque por