entre las lanzas de caballería, las fuerzas de infantería participaban en las operaciones en estrecha coordinación con los hombres de armas.
De hecho, las tropas de caballería de Alfonso V demostraron su eficiencia y polivalencia militar combatiendo tanto a caballo como a pie. Así lo podemos apreciar en algunos episodios narrados en las crónicas y en la información que la Tesorería nos aporta sobre el despliegue de tropas en operaciones concretas. Por ejemplo, el Dietari del capellà recoge la organización de las fuerzas catalano-aragonesas que combatieron en la ciudad de Nápoles en agosto de 1423, donde se aprecia la coordinación de caballería (hombres de armas y pillarts) e infantería (ballesteros) en la distribución de efectivos en los turnos de guaytes de portals de la ciudad y en las diferentes barricadas de combate (barreres) al castillo de Capuana.[20] Una organización semejante la encontramos en el asalto final a Nápoles en mayo de 1442, como lo recogen las cèdules de la Tesorería: consta la acción combinada de tropas de infantería (356 combatientes) y caballería (78 efectivos) que estan en la bastida de Campovechio contra Nàpols.[21] Las fuerzas de caballería combatían a caballo pero, cuando era necesario, desmontaban y tomaban parte en los asaltos y asedios de fortalezas y posiciones fuertes.[22] La práctica cotidiana de la guerra confirma que frente a escasos enfrentamientos de tropas en campo abierto (en batalla campal), predominaba la defensa o asalto de posiciones fuertes: una guerra de asedio, en castillos o en fortificaciones campales (barreres, bastides), que exigía la acción coordinada entre infantería ligera (infants, equipados con espada, escudo y lanza corta, diferentes a los lanceros), tiradores especializados (ballesteros y también contingentes de escopeteros)[23] y los hombres de armas, que desmontaban para el combate y mantenían su papel de élite armada.
2. LA MOVILIZACIÓN Y LA HEGEMONÍA DEL RECLUTAMIENTO A SUELDO
En la Corona de Aragón de la primera mitad del XV la participación de tropas de caballería en las expediciones ofensivas del rey era de carácter voluntario bajo una doble modalidad de servicio: por una parte contratada (acordament), sujeta al pago de soldadas (acorriments de sou) a los líderes de comitivas armadas por el número de combatientes que ponían en servicio; y por otra gratuita, sin percibir soldada alguna al ser costeada por quien concurría en el ejército (servicio militar a sa despesa). Las modalidades tradicionales de servicio obligatorio, tanto el servicio armado de feudatarios como la movilización general defensiva (host), habían perdido su eficiencia en la dotación de efectivos armados a los ejércitos.[24]
El servicio militar de los beneficiarios de feudos de bolsa hacía prácticamente un siglo que había perdido su vigencia militar: los feudos-renta había ido convirtiéndose en pensiones monetarias con una función militar secundaria y marginada en la organización militar al recurrir la monarquía, prioritariamente desde mediados del siglo XIV, a la contratación a sueldo como principal mecanismo para dotarse de gente de armas para sus ejércitos.[25] Por su parte, la movilización general defensiva, restringida a los casos de necesidad urgente, nunca daba los resultados deseados, obligando a la administración real a recurrir a la contratación a sueldo para articular contingentes operativos. Un ejemplo de la ineficiencia de la convocatoria de host fue la defensa del reino de Valencia en agosto de 1429 frente a las cabalgadas castellanas, recién iniciada la guerra con Castilla. El día 11 de ese mes Francesc Corts, regent de la governació del reino de Valencia, informaba al rey de que el Parlamento reunido para organizar la defensa, ante el acoso constante de tropas castellanas al reino, que realizaban entradas y salidas, había decidido no convocar hosts generals sino lograr fondos para reclutar a sueldo gente de armas e infantes, reconociendo explícitamente que «lo convocament dels hosts dessús dites sería molt dampnós al regne e de poch profit».[26] De hecho, tanto las convocatorias de hosts para los reinos de Aragón y Valencia, como la movilización general para el principado de Cataluña (por el usatge Princeps namque), sólo eran operativas en un breve periodo de tiempo, en las propias fronteras y nunca como base esencial para dotarse de contingentes relevantes para el ejército. Por ejemplo, en la guerra con Castilla en el frente aragonés del verano de 1429, la movilización de hosts en Aragón sólo resultó útil como medida a corto plazo (durante el mes de agosto) para dotar de infantería (ballesteros y lanceros de milicias locales costeadas por las propias villas) a un ejército cuyo grueso provenía de la gente de armas e infantería contratada. Unas milicias obligatorias que no siempre concurrieron, ya que algunas localidades conmutaron su débito armado por un pago.[27] Las modalidades dominantes eran, pues, de naturaleza voluntaria bien fuera percibiendo soldadas (acordament, acorriments de sou) bien fuera de forma gratuita, a costa de los propios nobles y caballeros (a ses despeses).
La movilización de contingentes de tropas de caballería era una operación compleja y de larga duración.[28] Una operación que comenzaba con las convocatorias o ampraments, fase previa de la reunión de un ejército para cuya planificación y coordinación se ponían en funcionamiento las redes clientelares del rey. De hecho en la Corona de Aragón, como cualquier Estado monárquico bajomedieval, el rey disponía en su clientela inmediata, en la domus regia, de los recursos humanos necesarios para la movilización armada.
En principio, el monarca y su consell reial regulaban las condiciones de la oferta de servicio armado (destino y duración de la expedición, soldada o gratificaciones, etc.) y establecían la nómina de individuos y linajes a convocar (recurriendo a los listados disponibles en la cancillería real). La planificación de las expediciones quedaba, pues, en manos de los consells reials: una red de consejos integrada por nobles y caballeros con la dignidad de consellers y por burócratas profesionales, y formada por el consell reial que seguía la persona del monarca y sus apéndices territoriales en los reinos o principados.[29] Pero para operaciones militares concretas, sobre todo navales, el consell reial central generaría comisiones específicas, unos consells militares (como el Consell dels fets de la armada) documentados para las campañas navales de 1420 y 1432.[30] En esos consells militares se planificarían globalmente las campañas y se tomarían las primeras medidas de movilización: estipular las condiciones del servicio y ordenar la tramitación de las cartas de convocatorias (ampraments).[31]
La gestión de las convocatorias en cada uno de los reinos y principados de la Corona quedaba a cargo de nobles y caballeros vinculados a la Casa Real con cargos cortesanos (cambrers, copers, camarlencs, majordoms, uixers d’armes, cavallerissos, alguzirs, etc.). Al dirigir la movilización a nivel territorial se constituían en reclutadores del rey. Se encargaban de hacer cumplir localmente las instrucciones establecidas por el monarca y su consell (identidad de los convocados y condiciones del servicio), contando para ello con el apoyo de oficiales reales de cada reino (batles, governadors, procuradors, etc.). Su presencia está ampliamente documentada en todos los preparativos de expediciones armadas, siendo el ejemplo más relevante, por la magnitud y alcance territorial, la convocatoria de los 993 miembros de linajes nobiliarios y, en menor medida ciudadanos, de los reinos de Valencia, Aragón y el principado de Cataluña que fueron requeridos, entre mediados de 1424 e inicios de 1425, a participar en la operación militar de presión política contra Castilla del verano de 1425. En la gestión de convocatorias en esos territorios encontramos a nueve cortesanos (tres camarlencs, tres cambrers, un majordom, un coper y un cavallerís), apoyados por diferentes oficiales reales.[32] De igual forma en las movilizaciones entre 1419-1429 en el reino de Valencia, podemos ver a los mismos cortesanos, demostrando