de la partida de la armada, el 22 de mayo, el citado caballero obtenía un último pago de soldada de 30 flor. por su comitiva como «acorriment e paga complida (...) per un mes (...) ultra aquells tres mesos dels quals ja han tret albarà d’escrivà de ració». La tesorería real había contratado para servir en la armada de 1432 durante cuatro meses la compañía de cuatro combatientes de Arnau March pagándole 120 flor., a razón de una soldada mensual de 10 flor. por hom d’armes y 5 flor. por pillart, cuya entrega se le dividía en una libranza anticipada de 90 flor., fraccionada en dos mitades de 45 flor., y un pago final de 30 flor. La totalidad de compañías contratadas para la armada de 1432 seguiría este modelo en las tres series cronológicas de pagos de la soldada de cuatro meses consignadas en los registros de la tesorería entre septiembre y octubre de 1431, entre enero y febrero de 1432 y los días 21 y 22 de mayo. Como en 1432, la contratación de gente de armas para la operación sobre la frontera castellana de 1425 también fue progresiva. Los pagos de la soldada de los tres meses de servicio, previstos en su inicio para finales de junio de ese año, se efectuaron en dos entregas: un adelanto de la soldada de un mes entre marzo y mayo y un cumplimiento de los dos restantes a lo largo de la primera quincena de junio. Finalmente, para la primera entrada a Castilla de junio 1429, de nuevo vemos la anticipación de los pagos entre marzo e inicios de mayo, aunque esta vez en una única entrega por los tres meses de servicio.
Las instrucciones reales que los reclutadores debían comunicar a los convocados resumen el motivo de la entrega anticipada de las soldadas: debían explicar a los nobles que se preparasen a acudir a los centros de contratación previstos, grandes centros urbanos, donde, en las mesas públicas de reclutamiento a cargo de oficiales de la tesorería (las taules d’acordament), recibirían la soldada de un mes para que «se pusieran a punto» (per que·s puxen metre a punt); cuando fueran convocados a reunirse con el ejército real, percibirían la soldada de los meses restantes del servicio, comprometiéndose a continuar en el ejército, mientras la administración financiera mantuviese los pagos de soldada en la cuantía mensual estipulada.[52] Ponerse a punto para servir en los ejércitos o armadas equivalía a mantener operativa la comitiva armada que habían aceptado aportar en la fecha estipulada. El tiempo de servicio comenzaría el día previsto de concentración del conjunto de efectivos del ejército cuando, en el lugar señalado, se pasara revista a las compañías contratadas registrando las exhibiciones o mostres que los capitanes realizaban de sus comitivas, verificando que las mismas contaban con las unidades, armamento y monturas por las que el capitán había recibido la soldada, para así salvaguardar a la administración regia de posibles fraudes.
Hasta la realización de las mostres, los nobles debían hacer frente a los gastos que suponía la puesta a punto del equipo completo del hombre de armas, ya fuera su mantenimiento o su compra. Sin embargo, ello no siempre se afrontaría con las garantías monetarias oportunas dado el alto coste del equipamiento, entre los 3.500 y 5.000 ss. (estimando un arnés completo y dos o tres caballos, uno de ellos de calidad). De hecho, para los nobles, la necesidad de preparar el costoso equipamiento (compra de caballos, recambio de piezas del arnés, etc.), podía convertirse en un problema financiero de primer orden, máxime para unas economías domésticas nobiliarias sometidas a un endeudamiento crónico y dotadas, generalmente, de poca solvencia para soportar dispendios onerosos.[53] Los acorriments, las soldadas anticipadas, facilitarían al menos parte de la liquidez necesaria para la preparación del equipo. En primer lugar para la reposición o compra de monturas. En los protocolos notariales en los periodos previos a las campañas documentamos casos de nobles comprando caballos y comprometiéndose a pagar el precio de la montura en fechas cercanas a las de recepción del acorriment: por ejemplo, el 26 de marzo de 1429, el noble Pere Maça de Liçana recibe de Joan Roís de Sanctaclara, ciudadano de Valencia, una montura de guerra (ronchini cosseri) prometiendo pagarle los 145 flor. de precio durante el mes de mayo,[54] mes en el que recibiría el acorriment de los tres meses de servicio en el ejército real.[55] Pero también podían destinar el acorriment a la reparación o encargo de fabricación del arnés: en los contratos de fabricación de armaduras, los artesanos estipulaban unos 20 días para la entrega de la pieza completa a los clientes;[56] en esas condiciones, los nobles con acorriments a tres o más meses vista de las expediciones, disponían de tiempo para dedicar a ello parte del capital recibido.
Por otra parte, los acorriments también podían ser invertidos en la formación de las compañías. Los nobles podían pagar por adelantado a quienes iban a integrar sus comitivas ordinarias (companyies ordinàries de cavall), asegurándose así el concurso de miembros de su casa y clientela o de su linaje, como de nuevo confirman los protocolos notariales en los momentos previos a la articulación del ejército. Por ejemplo, el noble Ramon de Riusec, alias Bernat Centelles, contratado por la administración real en mayo de 1429 a cargo de una compañía de 95 caballos (67 hombres de armas y 28 patges), nueve días después de recibir el adelanto íntegro de su soldada de tres meses de servicio,[57] comienza a distribuir la cantidad recibida entre los caballeros y líderes de comitivas que integran su nutrida compañía, uno de ellos el caballero Gracià de Montsoriu: el 14 de mayo el donzell Francesc de Riusec, procurador de Gracià de Montsoriu e integrante de su comitiva de 10 caballos (8 hombres de armas y 2 patges), confiesa recibir de Bernat Centelles 5.520 ss. como solido et patrocinio del citado grupo armado.[58] Los nobles y caballeros podrían, pues, invertir parte del acorriment en la contratación de nuevos efectivos para organizar sus respectivas compañías. Ello también quedaría confirmado por el hecho de que algunos de los caballeros o nobles que recibieron un adelanto de soldada por una comitiva determinada, volverían a las taules d’acordament para recibir nuevos desembolsos al haber ampliado el grupo armado que ponían en servicio con más efectivos.[59]
La inyección de capital de los acorriments se trataba de un starter, un capital anticipado imprescindible para poner en funcionamiento la maquinaria militar, para adquirir el equipamiento o reclutar las comitivas. Un buen testimonio de la importancia de los acorriments lo encontramos en las respuestas de los caballeros y nobles a los cortesanos reclutadores, como, por ejemplo, en las convocatorias en el reino de Valencia para la armada de 1420, en la que no se ofertó soldada alguna. El 1 de julio de 1419 desde Valencia, los reclutadores que sondeaban la disponibilidad de servicio de la nobleza valenciana, los uixers d’armes Francesc Maça y Aznar Pardo, informaban al rey que aunque habían encontrado en los convocados una gran voluntad por participar, algunos excusaban comprometerse alegando estar ocupados en otros menesteres; sin embargo, el motivo que aducían la mayor parte de ellos era la inexistencia de soldadas (gatges), reconociendo explícitamente que si el monarca las ofreciese, librándoseles los correspondientes acorriments, se comprometerían muchos más pudiéndolos invertir en la compra de caballos.[60] El acorriment bien hubiera podido servir para la adquisición de unas monturas, la parte más cara del equipo, que por entonces escaseaban.[61]
En definitiva, los nobles disponían en los acorriments de una fuente de liquidez rápida para la preparación de su comitiva y a varios meses vista de su presencia en los ejércitos. Mediante estas libranzas anticipadas del sou o acorriments, el Estado se aseguraba que quienes aceptaban servir en el ejército dispusiesen del capital necesario y con la antelación oportuna para mantener operativa la comitiva armada que habían aceptado aportar. La mecánica de pago progresiva de las soldadas hacía que la función de las mismas no fuera la mera retribución por participar en el ejército. Iba más allá ya que también suponía una capitalización monetaria a los linajes nobiliarios proveedores de hombres de armas. De esta forma la administración estatal intervenía, aunque indirectamente, en la propia formación de compañías de caballería.