Natalia Quiceno Toro

Etnografía y espacio


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las familias tenían y utilizaban estos complejos residenciales en el marco de un sistema de movilidad estacional que se repetía cada año; actualmente solo algunas unidades domésticas lo practican. Hacer etnografía de estos espacios y comunidades, entonces, supone moverse junto con las personas, acompañándolas en sus desplazamientos de pastoreo, diarios o estacionales. Pero estos desplazamientos no solo afectan a las actividades productivas. Cada movimiento a un puesto o residencia estacional inaugura la posibilidad de nuevas relaciones y experiencias, que muchas personas y familias esperan. En los puestos y estancias el entorno se modifica, pero también cambia el sabor del agua, los animales criados se comportan de modo diferente, la relación con los animales silvestres adquiere otros códigos, hay nuevas plantas a disposición y hasta se dice que el aire y el sol son distintos. Cuando los pastores se mueven, lo que se desplaza también es su relación con el mundo. Y aunque muchas personas no realicen ya estos circuitos, las memorias están presentes y latentes en las experiencias actuales de los pastores que se siguen pensando a sí mismos “en movimiento”, como si la posibilidad de volver a recorrer los espacios a la manera antigua no estuviera completamente cancelada.12 Es decir, aunque desde una mirada externa pareciera que algunas familias ya no se mueven tanto (e incluso algunas ya no lo hagan), la memoria de esos desplazamientos tiene efectos sobre sus experiencias actuales de vida en el espacio y eso nos interpela como etnógrafos.

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