José Luis Gonzalo Marrodán

Traumaterapeutas en la caja de arena


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cuando el paciente no quiere. También conviene tener precaución o no utilizarla: (1) con pacientes que no hayan desarrollado la teoría de la mente; (2) que abusen de sustancias y no cuenten con un apoyo psicosocial externo; (3) pacientes que presentan una alta inestabilidad emocional; (4) personas con trastorno mental como esquizofrenia y otras psicosis, si no presentan eutimia y no diferencian entre lo externo y lo interno (fantasía); (5) quienes muestren hipersensibilidad al tacto con la arena o rechazo a esta; (6) personas que necesiten atender primero a un problema o crisis personal que requiere un previo afrontamiento en el mundo real; (7) mujeres y niños víctimas de violencia de género o que se encuentran en una situación de desprotección (deben estar en un entorno de convivencia seguro).

      Debemos tener presente que hay pacientes que han podido tener experiencias negativas, adversas e incluso traumáticas con la arena o en un lugar donde existe este elemento natural. Por ello, tenemos que ser cuidadosos porque se puede convertir en un catalizador de recuerdos emocionalmente intensos e incluso traumáticos. Recuerdo a un niño cuyo padre pereció ahogado en un silo de arena en el que trabajaba. Solo pudimos usar la caja cuando creamos un vínculo seguro y pudimos hablarlo. Ninguna técnica sustituye a la empatía. En caso de duda, siempre es mejor optar por otras técnicas. La adecuación de estas a las necesidades de cada cliente es fundamental. No debemos dejarnos arrastrar por la fascinación y el encantamiento que producen la caja y las miniaturas. Como todas las técnicas, tiene sus alcances y limitaciones. Para saber más, consulte el libro La armonía relacional. Aplicaciones de la caja de arena a la traumaterapia (Benito y Gonzalo, 2017).

      2.1 Fase de preparación

      En psicoterapia, lo primero y más importante de todo es partir de esta premisa: sentimos un profundo respeto por nuestros pacientes. Muchos de ellos han convivido con personas que han traicionado su confianza, menoscabado su seguridad e infligido malos tratos. Por ello, la relación terapéutica debe ser reparadora en este sentido, priorizando el mantenimiento de la «armonía relacional» (Benito y Gonzalo, 2017) con nuestros clientes por encima de las técnicas psicoterapéuticas. El terapeuta pide siempre permiso a los pacientes para cualquier intervención que se proponga hacer.

      Para introducir la caja de arena, la misma sala de terapia, bien organizada e iluminada, con su estantería de miniaturas a la vista, es ya, de entrada, una atractiva e implícita invitación a los pacientes a jugar con estas en la arena. Tenemos que ser capaces de ofrecerles una explicación de qué es la caja de arena y en qué puede ayudarlos, adaptando nuestro lenguaje a sus necesidades. Nunca forzamos a los pacientes a hacer nada, ni siquiera de manera sutil, aunque sí podemos animarlos. Damos seguridad a los que se muestran más inhibidos y calma a los que puedan sentirse más ansiosos. Es importante explicitar que no existe juicio alguno y que buscamos justo lo que los pacientes construyan en la arena.

      Tras comunicar a los pacientes las consignas (las recordamos: tienen total libertad de crear lo que deseen en la arena, es necesario guardar silencio y no hay nada que deban saber hacer, no existe la posibilidad de equivocarse), se les anima a que «sus manos hablen» y que permitan que las figuritas «los elijan» a ellos, sin pensar demasiado, «dejándose llevar». Les aclaramos que los profesionales somos facilitadores, no expertos, así como que no existe juicio alguno; es una experiencia completamente diferente a otras que hayan podido vivir; a partir de aquí, comienza la fase de creación de la caja de arena.

      2.2 Fase de creación

      Durante la fase de creación de la caja, los clientes guardan silencio. Algunos pueden necesitar hablar en voz alta, si lo que verbalizan tiene relación con lo que están representando en la arena. En este caso, puede permitirse la verbalización.

      El terapeuta se mantiene completamente presente, atento e involucrado en el proceso, actuando como un facilitador. Si el profesional no dispone en la estantería de determinadas miniaturas que los pacientes pueden precisar para construir su caja, se les ofrece un cestillo con materiales diversos (plastilina, lana, papel, pinturas…) para que construyan lo que necesiten, y se les presta ayuda para fabricarlo.

      El terapeuta se coloca a una distancia de los pacientes que les permita gozar de suficiente espacio para que miniaturicen su mundo en la arena con comodidad. Conviene preguntar a los clientes si se sienten cómodos a esa distancia. A las víctimas de malos tratos les da seguridad este tipo de consideraciones, pues se sienten vistos y respetados.

      2.3 Fase de contemplación