a su lado, involucrado y presente, mostrándose contenedor y evidenciando «receptividad empática» (Ogden y Fisher, 2016).
«¡Deja que las miniaturas te elijan a ti!». ¿Te sientes atraído por esta? Entonces, ¡selecciónala! No pienses demasiado y déjate llevar. Tu hemisferio derecho, sede del pensamiento en imágenes, no se equivoca.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, hemos de prever que los clientes no puedan hacer una coexploración verbal de la caja de arena hasta que no estén regulados y manejen las emociones y sensaciones corporales intensas que experimentan, o hasta que no hayan salido de la desconexión o el bloqueo emocional. Como terapeutas hemos de ayudarlos a que, progresivamente, se adentren en la «ventana de tolerancia a las emociones» (Ogden y Fisher, 2016), usando recursos de regulación como «la respiración, el arraigo y la presentificación», todos propuestos por estas autoras. Cuando los pacientes están dentro de esta ventana, ya pueden procesar la información. Si se apartan de los márgenes de esta, estarán demasiado hiperactivados o, al contrario, hipoactivados, con lo cual no procesarán ni elaborarán, sino que reexperimentarán lo traumático sufrido en el pasado. Puede que para estas personas crear la escena en la caja de arena sea suficiente para una sesión, dejando la coexploración para otro día. «No todos los pacientes pueden hacer todas las fases de la caja de arena en una sola sesión» (Rae, 2013). Por ello, si se trabaja con esta técnica con clientes que presentan una traumatización compleja y temprana, es un requisito formarse en los modelos explicativos del apego, la mentalización y la terapia informada por el trauma.
2.4 Fase de coexploración
A continuación, si los pacientes lo desean, el terapeuta los acompaña en la coexploración verbal de lo creado. Es fundamental que no se convierta en una experiencia puramente intelectual y cognitiva. Se trata de que terapeuta y paciente se adentren en el mundo en la arena de tal modo que el primero sea capaz de crear una experiencia conectiva y resonante emocionalmente, que favorezca que las personas se sientan reguladas y permanezcan en los márgenes manejables de activación de la «ventana de tolerancia a las emociones» (Ogden y Fisher, 2016). El mantenimiento de la «armonía relacional» (Benito y Gonzalo, 2017) y una «comunicación neuroafectiva» (Ogden y Fisher, 2016) son mucho más importantes que el principio de querer «entender todo» de la caja de arena, sobre todo con personas cuyo «cerebro está organizado por traumas» (Barudy, 2021). La validación del mundo en la arena de los pacientes y cómo estos se sientan durante el proceso (sentidos y reflejados emocionalmente) es tan importante o más que conocer o desentrañar los significados de lo que han representado en la arena. Estos se les irán revelando poco a poco a lo largo del proceso terapéutico.
En la fase de coexploración se pretende, sobre todo al inicio, que las personas desarrollen un entendimiento básico de lo que acontece en la caja y que puedan regularse emocionalmente, sin sentirse desbordadas por lo que ven, sienten y piensan cuando son confrontadas por lo que han construido. No hay que tener prisa y concentrar esta tarea en solo una sesión. La necesidad de saber del terapeuta puede que no se corresponda con la de los clientes. ¡Su ritmo y capacidad de asimilación de la información pueden ser otros! Hay que tener presente que en sesiones posteriores puede volverse sobre el vídeo grabado o la fotografía para continuar aprendiendo sobre lo construido.
Como dice Weinrib (1983), «el terapeuta escucha, observa y participa empática y cognitivamente, con la menor verbalización posible». Por eso, este debe hacer pocas preguntas, dejando tiempo a los pacientes para que su cerebro procese toda la información contenida (imagen-cognición-emociónsensación) en sus redes neuronales, que se interconectan. La presencia segura del terapeuta, que administra con experiencia las preguntas y los silencios, mientras los pacientes observan el mundo en la arena atentos a lo que «llegue» a sus mentes, propicia que se procesen las emociones abrumadoras. Las preguntas que se formulan son abiertas, pensadas para favorecer la mentalización9 y fomentar la apertura y curiosidad. Las cuestiones que se plantean a los pacientes pueden ir dirigidas a tratar de cocrear una narración descriptiva del mundo en la arena («qué está pasando», «qué clase de mundo es», «qué hacen los personajes…», es decir, un relato sobre la escena de la caja). O pueden ir destinadas a que los clientes consigan adentrarse profundamente en la vivencia global, que no sea solo contar, sino hacer una verdadera inmersión en el mundo en la caja, incluyendo otros componentes de la experiencia como la emoción y la conexión con el cuerpo (ver epígrafe 7). Se trata de lograr que los diferentes niveles de la experiencia se interconecten entre sí y los clientes hagan un involucramiento cognitivo, emocional y sensorial (incluidas las imágenes) (Lowenfeld, 2004), así como una experiencia de conexión con su caja y el terapeuta, que es lo que ayuda a activar el nervio vago ventral (Porges, 2011). Esto es lo que favorece la integración de los problemas emocionales y los contenidos traumáticos que se van trabajando poco a poco simbolizados en las cajas de arena.
Durante el proceso de coexploración de la técnica, los silencios son muy importantes porque el terapeuta actúa como «testigo silencioso» (Bradway y McCoard, 1997) de lo que acontezca. No en vano estas autoras denominan a la técnica «el taller silencioso de la mente». Como bien expresa la maestra Josefina Martínez (quien me enseñó a trabajar con la técnica, junto con Maryorie Dantagnan, en el contexto del posgrado de traumaterapia), la imagen de la caja de arena se graba en la mente y opera en el interior del sujeto. Esto lo he podido comprobar porque, pasado un tiempo, los pacientes aún siguen descubriendo aspectos nuevos sobre su caja de arena.
El vínculo entre terapeuta y paciente debe ser sólido y seguro, de tal modo que el primero pueda contener la experiencia y lo que emerja sin invadir, ofreciéndose como «base segura» cuando ambos coexploran el mundo en la arena (Bowlby, 1989). El terapeuta debe ser capaz de ayudar a su cliente a regularse emocionalmente. El logro de una «sincronía afectiva» (Schore, 2003), muchas veces afectada en las personas traumatizadas por la desregulación sufrida durante años de exposición a traumas relacionales tempranos, es una de las experiencias más reparadoras que un terapeuta competente de la técnica de la caja de arena puede ofrecer a sus pacientes, sobre todo a los que tienen heridas tempranas en el apego. Muy por encima, probablemente, de lo que su escena signifique. El trabajo de desentrañamiento de lo que la caja de arena pueda significar para cada paciente se hace, en todo caso, después, cuando los pacientes pueden regularse emocionalmente, en especial con clientes que pueden aprovecharlo y sienten la necesidad de profundizar en los significados de los símbolos presentes en su caja de arena, que pueblan el «inconsciente colectivo» (Jung, 2009).
El trabajo con esta técnica no suele proponerse en las primeras sesiones de terapia (Bradway y McCoard, 1997). Primero, se requiere dedicar unas sesiones a la evaluación y el establecimiento de un vínculo de confianza entre paciente y terapeuta. Para poder explorar su mente, el sistema nervioso de los clientes ha de valorar como seguro tanto el lugar como la persona del terapeuta. De este modo, el conocimiento proveniente de su «neurocepción»10 les transmitirá que pueden relajarse y no son necesarias las «defensas animales» de lucha, huida, bloqueo o disociación (Ogden y Fisher, 2016). Además, es conveniente, antes de empezar con las cajas de arena, ensayar con los pacientes habilidades de regulación como la respiración, el arraigo, la presentificación y la alienación del núcleo, entre otras (Ogden y Fisher, 2016). No hay que tener prisa para que los pacientes confíen y se abran antes de tiempo. Muller ya ha advertido sobre los «peligros de la precipitación» en el uso de las técnicas terapéuticas. Antes de poder adentrarse en la exploración de su interior, el paciente ha tenido que desarrollar una «sensación interna de contención» (Muller, 2020).
2.5 Fase de poscreación y cierre
Cuando termina la fase de coexploración de la caja de arena, es necesario hacer un cierre y despedida del mundo en la arena. Suelo invitar a los pacientes a que hagan un resumen de lo