Lorena B. Valderrama

Todos los temblores después del terremoto


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      Este libro ha sido realizado gracias al apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales y del Departamento de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado. Su investigación se desprende en gran medida de la tesis doctoral de la autora titulada “Observando la catástrofe: terremotos y conocimiento sísmico en Chile (1868-1912)”, para optar al título de doctora en Historia de Ciencia y Comunicación Científica de la Universidad de Valencia, la cual fue guiada por el Dr. Pedro Ruiz-Castell y se realizó con el apoyo de la Beca Doctoral del Programa de Formación de Capital Humano Avanzado de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), Becas Chile 72110790.

      También han contribuido en gran medida las y los integrantes del Laboratorio de Historia de la Ciencia, Tecnología y Sociedad, quienes desde el año 2016 han enriquecido el debate historiográfico en el área en general, aportando de manera generosa con observaciones y comentarios específicos a este trabajo. Especialmente a Carlos Sanhueza y Verónica Ramírez con quienes más he podido realizar investigaciones y discusiones al respecto; Gabriela Polanco por su ayuda en el trabajo de archivo y Patricio Leyton por su generosidad en compartir referencias.

      En tercer lugar, agradezco a las personas que facilitaron el acceso a muchas fuentes analizadas en esta investigación, como es el caso de Deborah Coen, catedrática del Programa de Historia de la Ciencia y la Medicina de la Universidad de Yale, quien me facilitó las fuentes de la Comisión Suiza; Sergio Barrientos, director del Servicio Sismológico Nacional, quien me permitió acceder a la Colección Fernand Montessus de Ballore; Sandrine Granet por proporcionar fuentes primarias impresas de la State Library of Western Australia; y Patricia Liberona y Alessandro Chiaretti del Archivo Central Andrés Bello, Raimundo Silva Labbé de la Biblioteca Histórica de la Armada y René Cortínez Castro SJ del Archivo de la Compañía de Jesús de Chile, por siempre facilitarme las consultas realizadas. Así como también a quienes ayudaron en la traducción desde el francés, el alemán y el italiano, como Mar Cuenca, Carolin Schmitz, Caroline Borges, Maira Mora y Viola Campanini; y a quienes han ayudado en la edición de este libro: Alejandra Stevenson y Beatriz García-Huidobro de Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Felipe Vilo, Stefan Meier y Macarena Rojas Ábalos quienes ayudaron con la pre-edición del libro y a los y las evaluadoras del presente libro, cuyas observaciones y sugerencias han permitido desarrollar esta propuesta de la forma en que se presenta.

      Introducción

      Tras cada terremoto, vemos desfilar por las pantallas de televisión a expertos que intentan explicar el fenómeno y racionalizar nuestra experiencia de catástrofe. Bombardeados con noticias nos hemos enfrentado a la inmensidad de la naturaleza y no encontramos las palabras adecuadas para describir lo vivido. De esta forma nos dejamos seducir por la idea de que la explicación científica nos traerá paz a nuestros angustiados y ansiosos pensamientos. En momentos de catástrofe no cuestionamos como la autoridad asignada a determinadas personas que “saben”, que “han estudiado” o que “entienden” se ha legitimado ante nuestros ojos. ¿Cómo llegaron a estar ahí frente a nuestros ojos revestidos de la soberanía del conocimiento sísmico? ¿Acaso siempre estuvieron allí esperando el momento adecuado para explicarnos lo acontecido?

      Es difícil que nos hagamos estas preguntas en medio del desastre. Cuando las fuerzas telúricas se expresan –y todo lo hacen caer– las naciones se ven enfrentados a grandes desafíos económicos, pero también surgen grandes oportunidades para gobernantes, empresarios y tomadores de decisiones. La gestión de la emergencia y la reconstrucción son acciones donde el mundo privado y público se encuentra y disputan. Útiles y utilizados, los terremotos no solo han causado interés y consternación, no solo han impactado la vida humana y la han desafiado, sino que también han implicado enormes oportunidades políticas y económicas. Sucedan en países remotos y lejanos o en la propia nación, sus vibraciones han recorrido la tierra y las fronteras siendo percibidos, sentidos y finalmente comprendidos de múltiples formas y en distintas zonas geográficas. Para ello, se requiere de datos, información y evidencia que permitan tomar dichas decisiones. Se necesita, por lo tanto, de expertos, pero esa experticia se construye.

      En el caso de los terremotos, la experticia sísmica desempeña un papel vital. Se producen datos que permiten comprender la catástrofe. Uno de los últimos trabajos compilatorios acerca del desarrollo de la sismología en el siglo XIX e inicios del siglo XX desde una perspectiva histórica sociocultural, es el libro de Deborah Coen The Earthquakes Observers: Disaster Science from Lisbon to Richter, que realiza un recorrido por el desarrollo de la observación sísmica en Estados Unidos y Europa, principalmente en Reino Unido, Suiza y el Imperio Alemán1. Previamente, la revista Science in Context había publicado un número especial dedicado a diversos estudios de caso en Europa, Asia y América del Norte en el siglo XIX y XX2.

      Algunas investigaciones históricas centradas en el mismo periodo han intentado dilucidar por qué se han creado instituciones dedicadas exclusivamente a la observación sísmica en un momento y contexto determinado, demostrado que la observación y el estudio de los terremotos han respondido a diferentes intereses. Ya fuese por iniciativa personal o por interés de los gobiernos, durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, se comenzaron a desarrollar, en diversas partes del mundo, variadas estructuras e instituciones orientadas a la observación de terremotos. Estos procesos estuvieron marcados por negociaciones entre quienes ostentaban el poder político y quienes ostentaban el poder del conocimiento. Este es el caso del desarrollo de la sismología en Austria Imperial3, Japón4, Italia5, Estados Unidos6, España y sus colonias7, Suiza8 y el Imperio Alemán9.

      Los terremotos fueron una oportunidad para aunar fuerzas cívico-políticas, permitiendo institucionalizar conocimientos y prácticas, dando forma a instituciones, expertos y disciplinas que los estudiaran, los comprendieran y permitieran de alguna manera “controlarlos”, mitigando sus efectos. En el Austria Imperial, por ejemplo, la preocupación ante el temor de la destrucción del imperio por los terremotos permitió, en la segunda mitad del siglo XIX, la creación de comités de estudios científicos de dichos fenómenos y sus subsecuentes redes de observación10. El caso de la dinastía Meiji en Japón, a finales del siglo XIX, también ha sido estudiado por la historiografía. El interés del imperio japonés por abrirse a occidente y modernizarse según los estándares europeos, implicó un desafío para una nación construida en un territorio de frecuentes y destructivos terremotos11. Suiza, por ejemplo, durante la segunda mitad del siglo XIX, tuvo un desarrollo de la observación sísmica marcado por un interés político centrado en la relación de los habitantes de las distintas regiones (cantones) con su territorio, una nueva forma en la cual los políticos esperaban que la sociedad entendiera y se relacionara con su geografía a nivel nacional, pero considerando las particularidades locales de cada región y de cada cantón12. El caso del desarrollo y la institucionalización de la sismología a finales del siglo XIX en la Alemania Imperial, en cambio, estuvo fuertemente caracterizada por el interés de aunar el territorio, focalizándose en la percepción y el registro de los terremotos en distintas partes del mundo, sin ser testigos presenciales de estos.

      Los nuevos sismógrafos desarrollados a finales del siglo XIX inspiraron una nueva forma de comprender los terremotos, como fenómenos que podían dejar un registro más allá de la subjetividad de los testigos13. Esto llevó, en el cambio de siglo, a tratar de convertir la sismología en una disciplina más cuantitativa y más objetiva, siguiendo el modelo de la física. La nueva tecnología permitió el registro de terremotos grandes y pequeños, locales y lejanos, permitiendo que la observación científica se centrara en la sismicidad como objeto de estudio, más allá de los sismos particulares14. Este proceso también se caracterizó por la creación de observatorios y asociaciones dedicadas exclusivamente al tema, como la creación en 1906 de la Seismological Society of America y, previamente, de la Internationalen Seismologischen Gesellschaft, fundada en 1904 cuya finalidad era construir un catálogo global de sismos que permitiera determinar las características sismológicas de cada zona del globo15.

      Los informantes y testigos de terremotos que durante este periodo participaron de la observación sísmica, constituyeron extensas redes de registro e información, incluso a nivel internacional16. Sin embargo, mientras que en países como Suiza y Austria los comités y redes formales