Lorena B. Valderrama

Todos los temblores después del terremoto


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persona denominada experta. No es una cualidad dada por la acumulación de conocimientos específicos en una materia. Es una construcción social en la cual una persona es considerada experta por un otro, que proviene de comunidades específicas (como la comunidad política, científica o académica). Para ello, la coyuntura y la potencia desempeñan un rol central. La potencia, entendida como la capacidad para realizar una acción, producir un efecto, imponerse ante los demás o influir en ellos, tiene especial relevancia en la configuración de experticia sísmica en Chile. Muchos quienes fueron considerados expertos en terremotos ante la sociedad, la clase política y científica en Chile, tuvieron la capacidad o potencia material para estudiar terremotos y la capacidad o potencia de negociación con tomadores de decisiones. La configuración y disputas de experticias fue crucial en las coyunturas de terremotos y posterremotos. Estas instancias resultaron idóneas para que diversas personas se configuraran como expertos en la sociedad y ante sus pares, legitimando técnicas, teorías y conocimientos sísmicos.

      Tras el devastador terremoto de 1906, se producen tres situaciones que permiten estudiar cómo se configuran estos expertos en materia sísmica a inicios del siglo XX: la constitución de la Comisión para el Estudio Científico del Terremoto el mismo año, la contratación del ingeniero militar francés Montessus de Ballore en 1907 y la organización del Servicio Sismológico de Chile en 1908. Estas tres situaciones puntuales permiten también comprender los intereses para la creación de una institución científica que estudiará los terremotos en Chile y cómo se dio el ordenamiento y oficialización de redes y prácticas de observación. A través de este estudio es posible aportar una mirada más amplia sobre la construcción del conocimiento sísmico en el país, que incluye a más agentes de observación que lo que se ha abordado tradicionalmente. Permite vislumbrar cómo comisionados, expertos estatales e instituciones, desplazarán a divulgadores y predictores en cuanto a autoridad científica y uniformarán la pluralidad de saberes sísmicos.

      Específicamente, el estudio de la constitución de una delegación científica como la de 1906 permite comprender el rol que juegan las decisiones políticas en la creación de comisiones científicas y las condiciones materiales en la propia investigación científica. La contratación en Chile de especialistas extranjeros, como Fernand Montessus de Ballore se ha planteado por la historiografía local como una consecuencia lógica y directa del terremoto de 1906, como una decisión más que tomó la clase política para atender la emergencia37. Sin embargo, este hito y su configuración como sismólogo estatal, está lejos de ser un efecto inmediato de una catástrofe, sino muy por el contrario, como un proceso de institucionalización más complejo, el cual enmarcado y justificado por el terremoto va tomando forma mediante la negociación de diversos intereses y las posibilidades materiales del momento, como el dominio del idioma, las redes de contacto y los tiempos de respuesta, entre otros. Por otro lado, la organización del Servicio Sismológico de Chile, desde la selección de su personal e instrumentos a utilizar, posibilitará comprender la complejidad de redes especializadas y la configuración de los expertos según su capacidad en la producción de información y en la negociación con los tomadores de decisiones.

      Las relaciones entre prensa y terremotos han sido estudiadas por la comunicación y la historia. Investigadores e investigadoras en el área de la comunicación científica han analizado que la cobertura de catástrofes en los medios de comunicación hay un alto uso del relato testimonial-anecdótico de víctimas, como del sensacionalismo, del alarmismo y la espectacularidad38. En la historiografía chilena, se ha usado la prensa para estudiar los imaginarios y las percepciones sociales sobre los terremotos durante el siglo XIX y XX39.

      Pero más allá de su relación con los terremotos y sus consecuencias, la prensa es un agente importante en los procesos de circulación del conocimiento científico con respecto a dichos fenómenos. Permite no solo conocer lo que las comunidades científicas quieren difundir, sino que al mismo tiempo permite profundizar en el imaginario público sobre los fenómenos, la naturaleza y los conocimientos. Además, visibiliza la forma en que la actividad científica y los expertos son presentados ante las audiencias40.

      Sin embargo, la relación entre prensa y sismología es aún mucho más estrecha de lo que se cree. Los periódicos desempeñaron un rol fundamental en la construcción del conocimiento sísmico moderno, permitiendo no solo la producción de enormes catálogos de terremotos, sino también comprender que la sismicidad de los distintos territorios y regiones41. La prensa le permitió a los científicos del siglo XIX conocer los terremotos en distintas partes del mundo y pensar así en una sismología global.

      Los corresponsales de los periódicos y diarios, los testigos presenciales de los terremotos, sus víctimas y las autoridades que daban los balances públicos oficiales de las catástrofes en sus relatos, reportaban su experiencia del terremoto, entregando diversos elementos de interés para los catalogadores, como por ejemplo la hora y duración de cada movimiento, el ruido y las réplicas. Estas observaciones eran publicadas en los periódicos locales, transportadas a través de barcos, traducidas a otros idiomas, convertidas nuevamente en noticias para alimentar a audiencias muchas veces exóticas y ajenas a las catástrofes que leían. Los catalogadores de terremoto, las recortaban, coleccionaban y extraían de sus tintas los datos necesarios para comprender los fenómenos que relataban: la dirección, hora, fecha y duración de los movimientos, las condiciones del clima, los sonidos subterráneos. En la prensa se podía encontrar reportes de distintas partes del mundo, sobre todo de terremotos y desastres naturales, un tema de interés particular para los periódicos decimonónicos. Los llamados sismólogos del siglo XIX soportaron parte de su trabajo en una fuerte cultura de observación aficionada de fenómenos astronómicos, sísmicos y meteorológicos, pero también se alimentaron del sensacionalismo mediático y del consumo voraz de las audiencias ávidas de desastres y tragedias.

      Diarios, periódicos y revistas, no solo son y han sido activos divulgando conocimientos de todo tipo, sino que además constructores de conocimientos propiamente tal, ya que deciden, discriminan y seleccionan qué conocimientos científicos se publicitan y cuáles quedan relegados al olvido. Construyen “verdades” y “opiniones”, moldeando, relativizando, connotando y destacando las informaciones y la realidad, en una triangulación de intereses políticos y económicos42. En esta constitución de un espacio discursivo y simbólico para la ciencia, la prensa ha articulado diversas estrategias en favor de algunas comunidades específicas. Por ejemplo, ha permitido conseguir financiamiento para la investigación astronómica y sismológica43. También ha permitido a algunas personas constituirse como autoridades y expertos en la materia, no solo dentro de sus comunidades sino que en la sociedad44.

      El periodo analizado también es clave, ya que durante las primeras décadas del siglo XX en Chile aumentó significativamente la cantidad de periódicos (entre 400 y 500) y de lectores, ya que el analfabetismo en la población fue disminuyendo, llegando a ser del 50 % para 1920. Esta creciente audiencia, además demandaba más informaciones sobre lo público, convirtiendo a los medios de comunicación en potentes instrumentos de información y agentes activos de los debates sociales45. Esta participación en el espacio público implica una negociación continua de intereses, valores y convicciones46, por lo cual es importante prestarle atención a los argumentos y las estrategias discursivas utilizadas.

      Entre los debates públicos más presentes en la prensa con respecto a las ciencias de los terremotos, están los que giran en torno a la posibilidad de predecirlos y con ello aminorar de algún modo sus efectos sobre las vidas humanas. El pronóstico y predicción de terremotos formó parte de la ciencia del siglo XIX en un contexto de pluralismo sísmico, en el cual diversas disciplinas, expertos, observadores y teorías geológicas formaban parte. Era una época en la cual se desconocía la composición interior de la tierra y el mecanismo y causas de diversos fenómenos. Era un periodo donde las personas que se dedicaba a observar terremotos andaban en busca de patrones, constantes y correlaciones que permitieran comprender los movimientos de subsuelo terrestre. Desde finales del siglo XVIII en Europa, se habían ido desarrollando diversas explicaciones sobre el interior de la Tierra y los fenómenos geológicos que habían sido objeto de intenso debate entre los llamados neptunistas, plutonistas, uniformistas y catastrofistas. Estas diversas formas de entender la Tierra y sus fenómenos, hacía