mediante estaciones de trabajo dotadas de instrumental y a cargo, principalmente, de hombres de ciencia o funcionarios públicos, como trabajadores de telégrafos, ferrocarriles o correos17.
Configuración de experticias
Si bien muchas veces se describe el siglo XIX como el periodo de profesionalización de la ciencia, este marco conceptual resulta problemático, puesto que dicho proceso depende del contexto histórico y cultural y de cómo se desarrollan los procesos de institucionalización de cada disciplina18. Todos, sin embargo, responden a la delimitación de las experticias, es decir: a discernir quiénes son los expertos en determinados conocimientos y técnicas. Desde la segunda mitad del siglo XIX, la experticia se fue configurando en nuevos campos del tejido social, buscando maneras de mantener su autoridad inherentemente inestable, dentro y fuera de la academia, del Estado y la sociedad19.
Se ha podido estudiar que las sociedades hacen uso del conocimiento especializado para la toma de decisiones y el diseño de políticas públicas, ya sea en materia de economía, educación, obras públicas, salud y medioambiente20. De esta manera, los espacios de configuración de experticias son variados: la justicia, la industria, las agencias consultoras, etc., los que permiten construir una identidad profesional21. Así, los expertos científicos han jugado un papel preponderante en el caso de disputas, como controversias limítrofes, el desarrollo de políticas públicas en materia de salud y medioambiente, en el control de la calidad de los alimentos, en los juicios de delitos y crímenes y en la constitución de comisiones científicas de diversas materias22.
Collins y Evans han intentado generar una clasificación estándar de los expertos en diferentes niveles, que van desde quienes poseen conocimientos ubicuos, hasta quienes han desarrollado conocimientos especialistas. El ubicuo (“ubiquitous tacit knowledge”) se encuentra entre quienes no conocen en profundidad una información determinada23. Es decir, quienes tienen un conocimiento vago de una materia, quienes poseen un conocimiento adquirido mediante textos de divulgación o bien tienen una experticia lograda a través de textos especializados, pero sin necesariamente interactuar con especialistas en dicha materia24. Por otro lado, el conocimiento especialista o especializado sería aquel conocimiento en determinada materia que se ha producido por la interacción constante con expertos en esa área o bien porque se ha trabajado dicha materia como forma de vida y se ha contribuido al fortalecimiento de un campo de investigación específico25. Sin embargo, como han señalado algunos autores, esta diferenciación se limita casi exclusivamente al campo de la física, sin la posibilidad de aplicarse a otros casos, ni tampoco considera los contextos sociales, políticos, legales y económicos en los cuales se configura esta experticia26.
La historia de la ciencia, tras el giro cultural y praxiológico ha permitido profundizar en la configuración de experticias tomando en cuenta dichos contextos y la conexión de estos con personas de diversas experticias, ya sea en el plano científico, político, educacional y judicial, entre otros. Esta experticia se constituye siempre ante un otro, cuya construcción es atravesada por procesos de negociación, transformación y resistencia que se dan en los contextos sociales, políticos, legales y económicos en los cuales se configura la experticia o autoridad27. En estos contextos, la posibilidad de formar parte de redes locales o globales y de dirigir proyectos de investigación, les conferirá autoridad y pertinencia a algunas personas para el cumplimiento de determinadas tareas y otras quedarán relegadas en el campo de los legos, los amateurs o los no expertos. También se han estudiado en los últimos años, las relaciones entre expertos y no expertos o entre amateurs y profesionales, destacando lo difuso de las fronteras que separan a los unos de los otros28. A veces, la colaboración ha sido fluida entre ambos grupos; en otras, en cambio, son tensas y problemáticas29; y se han caracterizado por entablar relaciones de subordinación y control30. Para algunos autores como Jones los expertos decimonónicos desempeñaron este papel para poder incidir en la toma de decisiones sociales, en cambio Golan y Hamlin proponen que el experto o perito del periodo buscaba también constituirse como tal como una forma de encontrar remuneración económica a su trabajo científico31.
El periodo comprendido entre 1880 y 1930 es clave en el desarrollo de la sismología moderna, puesto que no sólo se crean observatorios e instrumentos cada vez más especializados y precisos, sino que también se generan nuevas normativas de medición de sismos y construcción de infraestructura en zonas sísmicas. También es un periodo donde se desarrolla una identidad disciplinar y de legitimación social de la sismología moderna, conformándose redes de intercambio de información y experticias diversas según los territorios. Países como Japón e Italia fomentarán el trabajo coordinado de estaciones de información sísmica a cargo de funcionarios públicos, académicos militares, mientras que otras naciones como Austria y Suiza incluirán también a observadores locales residentes en las comunidades32.
Con la creación y mejora de los sismógrafos modernos, la observación sísmica comenzó a tomar otro rumbo. El registro de los terremotos desplazará la subjetividad de los testigos y sobrevivientes de los terremotos, permitiendo no sólo la observación a distancia del fenómeno, sino también poner el foco en otros elementos como la variación de los movimientos33. De este modo, se crearon observatorios sismológicos, estaciones sísmicas y sociedades que agruparon a geólogos, ingenieros, astrónomos y estudiosos del clima de distintas naciones34. Esta diversidad de áreas de estudio dedicadas a los terremotos, producirá también tensos debates35.
La configuración de expertos implicó un enfrentamiento de enfoques, metodologías y teorías diversas, además de la la institucionalización de determinados saberes. Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX se crearon instituciones especializadas en terremotos, se nombraron peritos en sismología y se legitimaron técnicas científicas de observación de sismos. Los expertos o peritos en terremotos serán personas reconocidas por un círculo específico como aquellas que poseen los conocimientos más confiables sobre los sismos y que dominan las mejores técnicas de observación que les permitirán discernir y juzgar los fenómenos sísmicos y sus efectos.
En el caso de Chile, si bien contamos con algunos trabajos sobre la historia de la sismología local, esta no profundiza en esta configuración de experticias, ni aborda las diversas y complejas negociaciones que permitieron institucionalizar la sismología en el país. Historia de la Sismología en Chile de Federico Greve (presentada como Memoria en 1964), por ejemplo, aborda algunas de las explicaciones dadas en Chile a los terremotos desde los inicios de la República (como el de 1822), la instrumentalización e intereses de investigación desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. El texto se centra en la creación y desarrollo del Servicio Sismológico de Chile, fundado en 1908 y compuesto de cinco observatorios sismológicos y veintinueve estaciones sísmicas repartidas por todo el país. Gran relevancia tiene la figura de su primer director, el ingeniero militar francés Fernand Montessus de Ballore (1851-1923), quien hasta su muerte estuvo a cargo de el Boletín del Servicio Sismológico de Chile y de las principales publicaciones de la materia en nuestro país36. Este documento de carácter institucional, poco ahonda en la red de más de quinientos informantes del Servicio Sismológico de Chile, quienes permitieron el trabajo de esta institución o en sus flujos de información y prácticas propias de la sismología de la época. Sin embargo, ha abierto la puerta al análisis que aquí se presenta, el cual profundiza en el desplazamiento gradual de los testigos de terremotos como agentes epistémicos de la creación del conocimiento sismológico y la configuración de expertos locales y nacionales en sismología.
Este desplazamiento se puede observar en profundidad a través de un caso clave en la historia de la sismología de Chile: el terremoto de Valparaíso de 1906, cuyas devastadoras consecuencias movilizaron intereses académicos y políticos que previamente se habían venido articulando, pero que cobraron relevancia social tras el sismo. Este caso permite analizar la configuración de un gran abanico de especialistas, puesto que tras este acontecimiento se designaron comisionados, se contrataron especialistas extranjeros y se seleccionó al personal idóneo para las instituciones científicas de observación sísmica que conformaron el Servicio Sismológico Nacional. Profundizar en las circunstancias de estas decisiones y acciones, como también en la trayectoria de estos observadores de terremotos, permitirá problematizar la construcción de expertos.
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