Pedro García Cuartango

Anatomía de la traición


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espiaba para la República española en el sur de Francia. Estaba fascinada por Lorca y trabajó en un hospital de Alcoy durante la guerra. Fue amante de Ingmar Bergman e inspiró varias de sus películas. Se refugió en París al final de su vida.

      Entre la leyenda y el misterio

      La actriz y poeta Karin Lannby murió en París en 2007 tras una larga vida no exenta de misterio. La gran paradoja es que su leyenda, agrandada con el paso del tiempo, no contribuye a esclarecer su poliédrica personalidad. Era una apasionada de Lorca y del teatro, pero también fue periodista, traductora y espía ocasional al servicio de la República española.

      Había nacido en Linköping (Suecia) en 1916, en el seno de una familia acomodada. Si padre era el delegado de la Metro Goldwyn Mayer y su madre era una persona vinculada a la aristocracia. Karin ingresó en el Partido Comunista a mediados de los años treinta, cuando cursaba sus estudios universitarios en Estocolmo.

      Hay imágenes de ella en el Congreso de Escritores de París en 1935, pero por aquella época ya había visitado España. En un viaje con su madre por nuestra geografía, la actriz sueca estuvo presente en el estreno de Bodas de sangre en Barcelona. Corría el año 1933 y quedó fascinada por el dramaturgo y poeta español. «Fue en el Poliorama, se volvió loca por Lorca y estableció un lazo obsesivo con él», señala el director alicantino Fran Ruvira, que lleva años investigando su vida para un documental.

      Ruvira corrobora la falta de fiabilidad de los testimonios y documentos sobre su biografía, llena de incongruencias, porque Karin Lannby navegó siempre «entre la ficción y la realidad». Se sabe con certeza, sin embargo, que trabajó en un hospital de Alcoy durante la Guerra Civil y que también sirvió como traductora al Gobierno republicano.

      Dada su simpatía por el comunismo y sus vínculos con el Comintern, fue enviada al sur de Francia, en concreto a Bayona, para intentar infiltrase en el bando nacional e informar sobre sus movimientos de tropas. Pero fracasó y fue detenida durante un corto periodo de tiempo. Cayó en desgracia, por lo que tuvo que volver a su país natal.

      En 1940, fue reclutada por el espionaje sueco. Operaba con el nombre clave de Anette y, al parecer, mantenía contactos con los nazis para intentar averiguar si tenían planes para invadir Suecia, clave en los aprovisionamientos de minerales. También hay quien apunta que fue agente del NKVD soviético, pero no hay pruebas de ello.

      Fue en esa época cuando mantuvo un turbulento affaire amoroso con Ingmar Bergman, al que inspiró varias películas. El realizador sueco nunca la olvidó pese a que la violencia y las frecuentes disputas marcaron su convivencia. Crisis (1947) y Pasión (1969) están basadas en aquella relación.

      Luis Buñuel también la menciona en Mi último suspiro, sus memorias, en las que cuenta que había viajado a Estocolmo por encargo de la República para convencer a Karin de que sirviera como espía. Reconoce que se enamoró de la actriz, pero que nunca se atrevió a dar el paso de intentar entablar relaciones. «No intercambiamos ni siquiera un beso», escribe.

      Según cuenta Fran Ruvira, Karin se dedicó al periodismo tras el final de la Segunda Guerra Mundial, disfrutando de una celebridad pasajera al localizar y entrevistar a Salvatore Giuliano, un bandolero independentista siciliano al que se le identificaba con Robin Hood.

      Se afincó en París a comienzos de la década de los cincuenta y allí conoció a Cocteau, Malraux, Juliette Gréco y Picasso. Estabilizó su agitada existencia tras casarse con un exsacerdote obrero llamado Louis Bouyer que le dio su apellido, según la investigación de Ruvira. Está enterrada en un cementerio de París.

      Violette Szabo

      Fue capturada por los alemanes cuando participaba en una misión de sabotaje en el desembarco de Normandía. Fue torturada por la Gestapo, pero no confesó. La ejecutaron en Ravensbrück de un tiro en la nuca. Tenía 23 años. Estaba casada con un suboficial de origen húngaro que murió en El Alamein.

      La pequeña inglesa

      Nadie sabe dónde descansan sus restos. Pero sí hay constancia de que Violette Szabo fue asesinada en Ravensbrück el 5 de febrero de 1945, unos meses antes de acabar la guerra. La obligaron a arrodillarse y un soldado de las SS le pegó un tiro en la nuca ante la presencia de Fritz Suhren, comandante del campo, que le leyó su condena a pena de muerte.

      Szabo es una de esas mujeres que no solo arriesgó su vi­­da, sino que además mostró un legendario valor en su lucha contra los nazis. Jorge VI, rey de Reino Unido, la condecoró a título póstumo, y los franceses le concedieron la Croix de Guerre por su heroísmo. «La pequeña inglesa», como la apodaban por su baja estatura, tenía 23 años cuando fue ejecutada.

      Apellidada de soltera Bushell, había nacido en París cuando su padre trabajaba de conductor para el Ejército británico. Vivió su infancia en el norte de Francia, donde fue educada por una tía materna. Volvió a Londres en su adolescencia sin apenas saber inglés. Era muy aficionada al deporte, especialmente a la gimnasia y el ciclismo.

      Al estallar la guerra, se alistó en la Women’s Land Army, siendo destinada a una fábrica de armas en Acton. Conoció a Etienne Szabo, un suboficial de origen húngaro. Se casaron y tuvieron una hija mientras su esposo luchaba en el norte de África contra Rommel. Nunca pudo ver su rostro porque perdió la vida en la batalla de El Alamein en 1942.

      Violette Szabo fue reclutada en el verano de 1943 por el SOE, la unidad de operaciones encubiertas en territorio enemigo, ideada por el Ejército. Pasó medio año en centros de adiestramiento, en los que le enseñaron manejo de armas, tácticas de ocultamiento, criptografía y uso de explosivos. Estuvo casi tres meses de baja tras romperse el tobillo en un salto en paracaídas.

      En abril de 1944, fue lanzada sobre el área de Cherburgo con el nombre clave de «Louise» junto a un compañero. Con una falsa identidad, se desplazó corriendo un enorme riesgo a Rouen. Allí contactó con la Resistencia, que prácticamente había sido desmantelada por la Gestapo. Retornó a Londres para informar del desastre. Pero estuvo a punto de morir porque en el viaje de vuelta su avión fue alcanzado por el fuego antiaéreo alemán, logrando aterrizar en condiciones extremas.

      A primeros de junio, volvió a ser lanzada en paracaídas cerca de Limoges con otros tres miembros de su unidad, especialistas en cifrado y sabotaje. A Violette se le encargó ponerse en contacto con los maquis, que tenían como misión hostigar a las fuerzas alemanas mientras se producía el desembarco de Normandía.

      Pocos días después, su jefe y amigo Philippe Liewer decidió enviarla a Correze como enlace del Ejército aliado. A pesar de que los franceses no podían circular en coche sin permiso, Violette se subió a un Citroën para recorrer un trayecto de unos 100 kilómetros. Una patrulla detuvo el vehículo en Salon-la-Tour. Iba armada con una pistola y media docena de cargadores. Cogiendo por sorpresa a los soldados alemanes, saltó del coche y se aden­­tró en un huerto donde se parapetó tras un árbol, dando oportunidad de huir a su camarada. Vació toda su munición antes de ser detenida. Al parecer, mató a uno de sus perseguidores, aunque hay versiones del incidente que lo cuestionan.

      Fue golpeada y torturada por sus captores, que la llevaron a la sede de la Gestapo en Limoges, donde fue interrogada. No dijo ni una sola palabra. A las pocas semanas fue conducida al campo de Ravensbrück y destinada a trabajos forzados. Allí vio morir a muchas de sus compañeras. Fue ejecutada cuando el Ejército Rojo había cruzado el río Oder y se dirigía a Berlín. Fue una venganza inútil porque la guerra ya estaba perdida.

      Marcelle Ninio

      Había nacido y crecido en El Cairo cuando fue reclutada por los servicios secretos israelíes. Participó en los atentados de 1954 contra instalaciones británicas y estadounidenses para desacreditar a Nasser. Fue condenada a 15 años de prisión y se refugió en Israel tras un intercambio de prisioneros.

      Una sionista en tierra enemiga

      Marcelle Ninio había nacido en El Cairo, no sabía hebreo, había estudiado en una escuela católica, destacaba en el baloncesto y nunca había estado en Israel. Pero fue reclutada por el recién nacido Mosad en 1951, cuando se ganaba la